En la Guajira, desde niño, en la tierra seca asociaba el silencio a la desnudez, y la desnudez y la aridez a la belleza. Solo recitaba poemas con un alfabeto antiguo de mis hermanos arahuacos, con el que festejaba a cielo abierto en las noches para enamorar a la luna y seducir a los avatares de mis inocentes instintos. Siempre supe que el silencio tenía su propia música, que alterna entre el sonido y las pausas que él permite, sin cuya conjunción no habría ritmo del universo.
El silencio lo define todo. El inicio de los tiempos y el final de cada uno. El comienzo de las estaciones y su imperceptible ocaso. El despuntar del amor y su oculto desenlace. La pausa que se abre al mundo antes del dolor de nacer y la escansión que hacemos que nadie puede percibir antes del último suspiro. Tiene tantas connotaciones, denotaciones y asociaciones como el tiempo y nadie lo puede aprehender, asir, prever o predecir. En esencia, es Dios y la nada.
Las notas invisibles del silencio
El silencio aparentemente no tiene sonido, pero puede dar la impresión de que lo posee, y, eso fue lo que lograron Simon and Garfunkel cuando, en 1964, Paul Simon terminó de producir para cantar en dúo una de las más bellas canciones en honor al silencio, que puede tener tantas interpretaciones como seres humanos la escuchen:
Hola oscuridad, mi vieja amiga, / he venido de nuevo a hablar contigo, /porque una visión, deslizándose suavemente, /dejó sus semillas mientras estaba dormido, /y la visión que fue sembrada en mi cerebro, /todavía permanece ahí, /en los sonidos del silencio…
Pocas veces en la historia de la música moderna, un dúo pudo acoplarse de manera tan sonora, simple y armónica para provocar a una sola voz una melodía tan encantadora con una sola guitarra y un fundido único aliento.
Los sonidos del silencio se sembrará con tal solemnidad y grandeza en el alma de los seres humanos y hablará un idioma tan singular y universal que, sin importar la lengua, muchas décadas después los adolescentes de hoy la cantarán en muchas universidades del mundo.
En inquietos sueños caminaba solo, / por estrechas calles de piedra/ bajo el halo de un farol/ me levanté el cuello por el frío y la humedad/ cuando mis ojos fueron acuchillados por el destello de una luz de neón/ que partió la noche/ y tocó el sonido del silencio…
Porque eso es el arte y ahí radica su grandeza o su pobreza, en la cantidad y calidad diferente de sentimientos o fibras sensibles que se puedan tocar o remover estéticamente en el alma de cada humano. Unos dicen que la canción simplemente nace de la observación silenciosa que hacía durante largo tiempo Simon de niño viendo salir el agua de un grifo, embelesado por el simple correr del agua sin destino.
Y bajo la luz desnuda vi, / a diez mil personas quizá más, /gente conversando sin hablar,/ gente oyendo sin escuchar / gente escribiendo canciones /que las voces nunca comparten, / y ninguno se atreve/ a perturbar los sonidos del silencio…
Algunos opinadores recogen testimonios de declaraciones del mismo Paul Simon, quien confesó en alguna oportunidad que simplemente es una crítica a la falta de comunicación entre los seres humanos. Siento más bien una acerba crítica a la falta de fe, a la materialización y a la banalización de la vida en la sociedad de consumo.
Otros, más realistas, piensan que fue la sensación de vacío que provocó en la sociedad estadounidense el cruel asesinato en Dallas de John F. Kennedy, uno de los presidentes más jóvenes y queridos por sus seguidores —y por los que no lo seguían también—, que desbordaba carisma y ganas de empujar a su país y al mundo hacia adelante. El magnicidio de Kennedy conmocionó sin duda alguna a la humanidad entera.
Una leyenda musical
La canción se hizo leyenda y el tiempo solo la ha ido aventajando como un himno para celebrar la soledad o la compañía, la gloria o el fracaso, el amor o el desamor, el dolor o la tristeza, la muerte o la esperanza.
Solamente la vuelta de este original dúo de los sesenta, Simon and Garfunkel, en 1981, concentraría alrededor del escenario, nada menos que en Central Park, en New York, a medio millón de fans—ya no tan jóvenes para ese entonces—, coreando emocionados hasta el delirio con estos dos inmortales del folk-rock de nuevo The sound of silence.
Hay miles de silencios y dentro de ellos, tipologías. Cada vez que escucho esta melodía, miles de metáforas puede devolverme la imaginación como tiempo recuperado que vuelve a hacerme feliz:
El silencio desnudo que danza bajo la música de la lluvia en honor a la naturaleza y a sus dioses; el del instante en que el grano, atrapado en la botella, entre el vidrio y el papel periódico, asoma su nariz para empezar a germinar; el enigmático silencio que antecede a la confesión de un niño; el suave silencio que precede la tierna brisa que anuncia la lluvia y mueve delicadamente las hojas; el silencio misterioso que devela el sí de la mujer enamorada; el dulce silencio que sirvió de preámbulo al primer beso, y, el gesto triunfante de la guerrera amazona sonriente una vez consumado el sagrado ritual del amor.
No puede haber literatura sin música, pero tampoco música sin literatura; ambas son hijas de una sola estética que se transforma en belleza cuando se sabe conjugar. Nadie sabe qué parte tocan del alma, pero cuando pasan adelante y se quedan para siempre es porque fueron mágicamente mezcladas y ni siquiera las traiciones de las malas traducciones o el ruido antipático de las nuevas tecnologías a veces mal instrumentadas pueden quebrarles sus encantos.
Se vuelven un libro abierto que los visitantes del futuro podrán abrir para leer o escuchar sin que nada les moleste de la nueva interpretación, pues sentirán, al oírla en una diferente versión, que le han puesto los componentes técnicos renovados y las tonalidades en las voces indispensables para que el alma de esas generaciones por venir vibre placenteramente intacta al rendirle tributo con su aceptación.
Las nuevas generaciones la aclaman
Fue el propósito logrado exitosamente por la banda Nu Metal Disturbed, con la magistral versión de Los sonidos del silencio grabada en 2015, después de casi seis décadas de estrenada, como tercer sencillo de su álbum inmortalized. Esta versión obtuvo el número uno en la lista del Billboard incluyendo el Hard Rock Digital Songs y el Mainstream Rock Songs.
Esa adaptación, ahora interpretada en su desgarrador estilo por David Draiman, provocó los elogios de Paul Simon, quien afirmó en un correo electrónico enviado a la banda el 1 de abril de 2016: Una interpretación realmente poderosa. Es la primera vez que la oigo tocar en vivo. Muy buena.
A lo lejos Simon and Garfunkel, como si el tiempo no transcurriera como una brisa nocturna de primavera, de nuevo nos reeditan el poema:
Y la gente se inclinó y oró/ante el dios de neón que había creado / la señal emitió su mensaje/con las palabras que estaba formando / y entonces la señal dijo: «Las palabras de los profetas están escritas/ en las paredes de las estaciones de metro, en los salones de las casas de vecindad/ y susurradas en los sonidos del silencio.
Creo que la verdadera literatura, no la científica ni la tecnológica, cuando es leída debe provocar la misma sensación que cuando se escucha una bonita sonata o una consagrada sinfonía. Era la búsqueda que siempre tuvo Flaubert, cada vez que en su pequeño jardín leía en voz alta sus escritos hasta conseguir que sonara con el mismo esplendor de la música.