Por Cambio 16
Las historias son parecidas. Jóvenes y niños que vieron como sus primeros años de vida se manchaban de sangre, dolor y miedo. Muchos de ellos fueron trasladados a varios campos de concentración en Alemania, Austria o Polonia, donde se encontraban los muros de Auschwitz, el mayor campo de concentración y de exterminio durante la Segunda Guerra Mundial. Acompañados por su familia o separados cruelmente de ella, todos ellos portan en su memoria lo vivido allí, marcados con un número al que se redujo su identidad. «Hay heridas que nunca se cierran», señala Alwin Meyer, autor de Der Kinder von Auschwitz, un libro sobre supervivientes de Auschwitz.
Las fotografías recogen las vivencias de Jadwiga Bogucka quien fue retenida junto a su madre; de Janos Forgacs, quien fue transportado en un tren de reses con las ventanas bloqueadas para que no escaparan; o las de Jack Nadolny, quien sólo tenía siete años cuando lo atraparon durante el Alzamiento de Varsovia.
El 27 de enero de 1945, los soldados del Ejército del Primer Frente Ucraniano fueron los que abrieron las puertas del recinto, recibidos por los prisioneros que habían quedado allí, la mayoría de ellos enfermos o demasiado exhaustos para poder moverse. Durante los días anteriores, las tropas alemanas habían intentado eliminar todas las pruebas que manchaban el campo de concentración, ante la llegada de las tropas soviéticas y con el fin de la guerra pisándoles los talones.
Alrededor de 1,5 millones de personas, la mayoría de ellos judíos, fueron asesinados en el campo nazi. Los fotógrafos de Reuters han tomado retratos a personas que sobrevivieron a los horrores que se vivieron en el centro polaco de la localidad de Oswiecim, a setenta kilómetros de Cracovia. En estos días se celebrará una ceremonia con motivo del aniversario en Polonia, a la que se espera que asistan representantes de más de 40 países y unos 300 supervivientes al campo de exterminio.
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