Itahisa Chávez Santana, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
Si tuviésemos la oportunidad de conversar con algunas de las frutas, verduras y hortalizas que llegan a nuestras mesas nos sorprendería saber que muchas de ellas tienen la misma nacionalidad. O quizás no. Pero es muy probable que, aun proviniendo de diferentes partes del mundo, muchas de ellas procedan del mismo sistema de cultivo. Entre otros, pimientos, sandías, pepinos, melones, plátanos y berenjenas generalmente se producen bajo plástico.
Este tipo de agricultura está presente en todo el mundo y se realiza en invernaderos. Alrededor de un 80 % se concentra en países de Asia Oriental y en torno a un 15 % lo hace en países del Mediterráneo. En Europa, sobre todo, son característicos de Italia y España. En este último caso, es más habitual en las comunidades de Andalucía y Murcia, a las que se suma la región ultraperiférica del Atlántico: Canarias.
Datos acerca de los residuos plásticos agrícolas
Los invernaderos más modernos guardan estrecha relación con novedosas técnicas de innovación que permiten optimizar los procesos productivos en toda su amplitud (rentabilidad, salubridad, etc.).
Estas instalaciones han sustituido las cubiertas tradicionales de vidrio y cristal por materiales plásticos. Un hecho que, si bien pudiera parecer de lo más normal, se ha postulado entre los principales problemas ambientales derivados del sector primario en relación con los residuos plásticos agrícolas.
En el año 2015, el grueso de estos residuos en España provenía en un 40 % de la protección de cultivos (invernaderos) y en un 32 % del riego. Materiales como el polietileno o PVC, presentes en multitud de enseres y productos de la vida cotidiana, también son protagonistas en la actividad agraria.
Desarrollo sostenible y políticas internacionales
La realidad descrita para el caso de España es asimilable a la de otros países donde la agricultura tiene cierto protagonismo y, en particular, cuando se trata de producción bajo plástico.
Al respecto, es tal la preocupación global que se han ido concretando aspectos relacionados en el marco de la Agenda 2030 que la ONU ha formulado para el desarrollo sostenible. Una propuesta que, desde la política internacional, busca medir el impacto ambiental y contribuir a diseñar estrategias orientadas a mejorar la situación actual.
Así, la Estrategia europea para el plástico en una economía circular asume la necesidad de actuar para reducir la presencia de plástico en el medioambiente, incluyendo los derivados de la agricultura entre otros sectores de actividad.
En línea con la regla de las tres erres de la ecología (reducir, reutilizar, reciclar), la Comisión Europea reconoce que es posible y necesario un mayor reciclado de los plásticos utilizados en la agricultura. Para ello, insta a los sistemas de responsabilidad ampliada de los productores (RAP), dado que ya se ha comprobado su operatividad y eficacia en algunos países.
En este planteamiento se recomienda, en primer lugar, que la región interesada lleve a cabo un estudio específico y, posteriormente, se diseñe y gestione una política pública de incentivos para la recogida y reciclado de los residuos plásticos de origen agrícola.
¿Cómo se gestionan estos residuos en España?
Tras un largo período de análisis y evolución de la producción de residuos plásticos agrícolas, en España ya se ha impulsado un sistema voluntario de gestión basado en la RAP. Una iniciativa que busca diseñar un sistema semejante a los que ya se han implantado en el país para otro tipo de residuos.
En paralelo, recientemente se ha formulado el Anteproyecto de Ley de Residuos y Suelos Contaminados. Como una de las principales novedades, se integra la revisión de la regulación sobre la RAP en relación con los plásticos agrarios no envases.
Pero, además de lo anterior, ya existen iniciativas en marcha. Es el caso de la eliminación del material preexistente mediante valorización, a través de su introducción en una cadena de valor (economía circular). También se apuesta por reducir el uso de materiales plásticos a través de la implementación de tecnología y técnicas innovadoras que permiten sostener, e incluso mejorar, los costes y la calidad de la producción. Dos cuestiones en las que, por ejemplo, se viene trabajando desde la última década del pasado siglo XX en Andalucía.
Los esfuerzos se concentran en atender a la infraestructura productiva existente, esté o no en activo, así como a la posibilidad de crecimiento del sector.
Al reto que supone la situación descrita se suman las complicaciones derivadas del abandono y la degradación de las instalaciones, así como el incremento del consumo de plásticos debido a la multiplicación de instalaciones productivas para abastecer de alimentos a una creciente población mundial. Agravantes que dificultan, aún más, la lucha por mejorar la salud ambiental del planeta.
Itahisa Chávez Santana, profesora asociada de Análisis Geográfico Regional, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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