Miles de cuadros y esculturas puede estar almacenadas en esas cuevas de Alí Babá en que se han convertido muchos puertos francos
La historia está llena de relatos sobre los saqueos y robos de obras de arte y piezas de valor histórico. Expertos y autoridades estiman que en el mercado negro circulan miles de ellas. Muchas almacenadas “legalmente” en los puertos francos que hay en el mundo.
Las aventuras de Arsène Lupin, Indiana Jones o Thomb Raider han deleitado a millones de lectores y amantes del cine de aventura. En el otro extremo está Alí Babá y los cuarenta ladrones, que no resultaban simpáticos ni divertidos. Tampoco la famosa cueva en la guardaban el botín de sus robos y saqueos. En nuestros días los Puertos Francos al parecer se han convertido en las versiones modernas de la famosa cueva.
Los ladrones de arte y piezas arqueológicas, son muy ingeniosos para perpetrar sus robos y pueden resultar graciosos en las películas. En la vida real, no. Lupin puede parecernos simpático; Erik el Belga, no. Los robos de Lupin son de ficción, pero Erik, el Belga, vio a España como un paraíso de su valioso patrimonio artístico. A nadie le hizo gracia cuando en 1981, robó el Encuentro de Cristo con los discípulos de Emaús del Greco, valorada en 24 millones de euros (fue recuperada en 1987).
En España hay 723 obras de arte reportadas como desaparecidas y buscadas por Interpol. Cada año ocurren entre 200 y 250 robos en el patrimonio artístico nacional. El 30% en iglesias y monasterios rurales. Apenas un 15% se recuperan.
Lucrativa actividad criminal
Anualmente, se estima que ocurren entre 34.000 y 180.000 robos de obras de arte y piezas de valor arqueológico o histórico en el mundo. En la última edición del informe anual «Assessing Crimes Against Cultural Property», de Interpol publicado en octubre de 2022, cifraban en 23.000 las piezas reportadas como robadas en 74 países.
El 78% las robaron en Europa, unos 18.000 objetos. Solo en Francia se reportaron 29 robos en museos y 230 en lugares de culto en un año. El valor total de las obras robadas sería de 10,000 millones de dólares.
La mayoría de las obras robadas a museos, iglesias y colecciones privadas. Son difíciles de rastrear debido a la falta de documentación y la tasa de recuperación es baja. El tráfico de arte se ha convertido en la cuarta actividad criminal más lucrativa, después del tráfico de drogas, armas y blanqueo de dinero.
Hay 6 millones de obras de arte y piezas arqueológicas reportadas como desaparecidas, robadas o que se han perdido en guerras, desastres naturales o negligencia.
Se sospecha, con fundamentos, que buena parte está en puertos francos. Un accidente de tráfico en las afueras de Roma en 1995 permitió recuperar una gran cantidad de arte robado. En la guantera del vehículo de Pasquale Camera, un policía de aduanas jubilado que murió en el choque, encontraron fotografías de decenas de valiosas antigüedades. El accidente de tránsito dejó al descubierto una sofisticada red de tráfico de arte que dirigía el comerciante Giacomo Médici, que amasó una inmensa fortuna con la venta de antigüedades robadas.
En un almacén en el puerto franco de Ginebra, donde las mercancías se almacenan durante años sin ser inspeccionadas por las autoridades aduaneras, se halló un tesoro de artefactos griegos, romanos y etruscos, muchos sustraídos de excavaciones arqueológicas en Italia. «Los armarios estaban abarrotados, sobrecargados de antigüedades», describen Peter Watson y Cecilia Todeschini en su libro sobre el hallazgo y la impunidad con la que operaban los traficantes de arte.
Red global de blanqueo de capitales
Desde 1888, el puerto franco de Ginebra era un lugar libre de toda sospecha. Las mercancías permanecían allí acumulando valor, resguardadas, evadiendo impuestos y cambiando de manos sin salir del edificio.
La red de Médici se extendía por todo el mundo. Incluía museos, galerías de arte, casas de subasta y coleccionistas privados. Con gran eficacia y facilidad que las obras de arte robadas eran ‘lavadas’ y vendidas en el mercado legal. Las autoridades italianas buscaron obras de arte robadas en museos de todo el mundo y logró la incautación de piezas en instituciones como el Museo Metropolitano de Arte y el Getty.
El caso Médici y otros escándalos por saqueo de tumbas y comercio ilegal de arte encendió las alarmas obligó a Suiza a revisar su legislación sobre el almacenamiento de bienes culturales y a reforzar los controles en los puertos francos. Pero tan pronto como el escándalo de Médici se desvaneció el puerto franco volvió a la “normalidad”. Las alarmas no se activaron durante más de una década. Cuando Rusia invadió Ucrania, muchos magnates postsoviéticos usaron los puertos francos para salvaguardar sus fortunas y evadir las sanciones de la Unión Europea y Estados Unidos.
Los puertos francos del comercio exterior parecen sacadas de una novela de espionaje, pero mucho más comunes. Son enclaves ubicados en puertos, aeropuertos o fronteras que ofrecen un entorno en el cual las mercancías pueden entrar y salir sin estar sujetas a las regulaciones aduaneras y fiscales del resto del país.
La idea de los Puertos Francos (Puertos Libres o Zonas Francas) surgió en Italia hace siglos. Una solución práctica que facilitaba el comercio internacional y favorecía a los comerciantes. Podían almacenar bienes durante largos períodos sin pagar impuestos. Con el tiempo, los gobiernos comenzaron a utilizarlos para atraer inversiones y estimular la economía local mediante un entorno regulatorio más flexible.
Al tener una zona con sus propias reglas, los puertos francos son una especie de burbuja económica que permiten que las mercancías circulen libremente, sin las restricciones y trabas del comercio internacional. Son enormes almacenes donde la mercancía no está sujeta a aranceles de importación. La confidencialidad y el secreto son fundamentales para su funcionamiento. Se utilizan para almacenar desde metales preciosos y obras de arte hasta alimentos y mercancías tóxicas. Existen puertos francos en Hong Kong, Singapur, Luxemburgo y Dubái, entre muchos otros.
Comercio, poder y desigualdad
Los primeros puertos francos surgieron en Italia a finales del siglo XVI. El Gran Ducado de Toscana utilizó Livorno para atraer comerciantes extranjeros y expandir su influencia. La práctica se extendió por Europa. Los holandeses, con su potente flota comercial, establecieron una extensa red de puertos francos en todo el mundo.
Los puertos francos reflejaban las desigualdades de poder y las relaciones coloniales de la época. Si bien ofrecían oportunidades comerciales, , también explotaba a los trabajadores y se traficaba con personas esclavizadas.
Limbo temporal para el arte
Los vacíos legales del concepto “mercancías en tránsito” permiten que en los puertos francos el tiempo se detenga. Son unos limbos en los que pueden almacenarse desde inocentes productos como granos o vino hasta barras de oro. Son un sitio ideal para el almacenamiento de obras de arte y piezas arqueológicas de incalculable valor. Cuentan con sistemas de control climático que pueden mantener pinturas, esculturas y otros objetos en perfectas condiciones por décadas y hasta siglos. Su capacidad de preservar el arte también plantea un problema para sus autoridades: la opacidad con la cual se gerencian.
El contenido de estos entrepôts también depende de las instalaciones. A diferencia de los museos, donde las obras están expuestas al público, los puertos francos son cerrados y herméticos. El acceso está restringido a unos pocos privilegiados.
En Suiza, hay 7 puertos francos. El más famoso en el mundo del arte es el de Ginebra. Tiene 110.000 m² y 130 años de existencia. Alberga mercancías por miles de millones de francos. El cantón (su principal propietario) obtiene más de 11 millones de euros. Se ha especializado en almacenar obras de arte y en sus inmediaciones hay casas de subastas y marchante. A menudo lo presentan como el museo privado de arte más grande del mundo.
Más Picassos que en los museos
Sería lógico suponer las obras más relevantes del arte universal están en El Prado, el MOMA o, el Hermitage, pero es posible que grandes obras consideradas perdidas o que nunca se han visto estén guardadas en puertos francos. Calculan que el puerto franco de Ginebra almacena 1,2 millones de obras de arte. El Louvre cuenta con menos de 600.000 (solo de Picasso habría 1.000 piezas únicamente, mientras que en la casa natal del pintor malagueño hay 800 obras; el MoMA tiene 200; y el Reina Sofía, 292.
Se sabe que hay cuadros de Klimt, El Greco, Rothko, entre muchos otros. El oligarca ruso Dmitry M. Rybolovlev llevó ese puerto libre su colección de 2.000 millones de euros que incluía desde Les noces de Pierrette (1905), del genio cubista, hasta Salvator Mundi, la última obra atribuida a Leonardo da Vinci.
Caso del «Salvator Mundi»
Un ejemplo de lo que puede estar sucediendo con muchas obras maestras es Salvator Mundi» que Leonardo da Vinci pintó en 1490. La pintura más cara de la historia. La vendieron en una subasta de Christie’s por 450.312.500 de dólares en 2017 y la obra estuvo desaparecida dos años.
Rybolovlev la tuvo almacenada en el Puerto Franco de Ginebra, pero la vanidad juega malas pasadas. cuando se posee una obra considerada patrimonio de la humanidad.
En 2019 se descubrió que Mohamed bin Salman al Saud , el príncipe heredero de Arabia Saudita, tenía el Salvator Mundi en su lujoso barco donde lo vio un experto en arte y lo notificó a las autoridades. Ahora, el príncipe asegura que prepara una sala para exponerlo.
Los últimos años han estado marcados por escándalos relacionados con el robo de tesoros antiguos y el saqueo de bienes en los que los puertos francos actuaron como cómplices.
El anonimato y la discreción que garantizan los convierten en el lugar perfecto para ocultar obras de arte robadas, evadir impuestos y blanquear dinero. Al no estar obligados a revelar la identidad de sus clientes, se convierten en un refugio seguro para los coleccionistas más discretos y también para los especuladores de arte.
Refugio para el blanqueo de capitales
Los puertos francos ofrecen la ventaja de no cobrar derechos de aduana ni impuestos a sus usuarios. Básicamente, lavan dinero de la manera limpia y refinada. Si no lo blanquean, intentan eludir el pago de impuestos, otra variante del lavado,
Cuando los bienes se encuentran en un puerto franco, el propietario está exento del pago del impuesto a la importación. Tributará cuando el objeto llegue a su destino final, pero si vende la obra en las instalaciones del puerto franco, no pagará ningún gravamen por la transacción. Una obra de arte comprada por 50 millones de dólares, en América tendría que pagar 4,4 millones para ser trasladada a Nueva York.
Los papeles de Panamá mostraron el uso de sociedades pantalla para ocultar Monets, Picassos y Hirsts por decenas. Valorado en 63.800 millones de dólares, el mercado del arte es difícil de regular debido a la naturaleza de sus transacciones. Resulta más sencillo subir un Miró de 10 millones de euros a un avión, y hacerlo desaparecer, que mover esa cantidad en billetes. Aunque no existen cifras exactas, se cree que el lavado de dinero a través del arte consume entre el 2% y el 5% de la riqueza del mundo: unos dos billones de dólares al año.
«Si el arte es almacenado en una cueva protegida por recursos humanos e infraestructuras pagadas por los contribuyentes, y si la propiedad no se puede saber debido al uso de estructuras off shore o similares, existe un campo libre para el lavado de dinero, el tráfico ilegal de arte, el fraude fiscal y abusos similares».
Christophe Germann, abogado suizo
La falta de registros, el desconocimiento en las aduanas del valor real de las obras, la escasa vigilancia en las transacciones artísticas y las opciones que ofrecen los paraísos fiscales y las sociedades pantalla para ocultar la propiedad de las piezas, crean un campo ideal para los criminales.
Además, no están obligados a establecer el beneficiario final de las mercancías almacenadas en sus instalaciones La ley solo exige que las listas de inventario en los puertos francos tengan un propietario legal. Puede ser una empresa o entidad jurídica, sin revelar la verdadera identidad del dueño de la mercancía. Con un agravante, las normas introducidas recientemente no pueden aplicarse de manera retroactiva a las mercancías que llevan décadas en los almacenes.
Amenaza para el arte y los artistas
Existe un gran abismo entre las cifras oficiales y las cifras negras del delito. El crimen organizado encontró en el mercado del arte una vía eficiente de blanquear sus capitales. El alto nivel de secretismo proporciona el escondite para perfecto que las obras de arte desaparezcan sin dejar rastro.
Se cree que fue lo que ocurrió con el Muchacho con pipa«de Picasso, que se vendió en 2014 por 104.174.000 millones de dólares y no se sabe dónde está. Los puertos francos son la mayor amenaza para el mercado del arte. Permiten a cualquiera con dinero comprar una pintura, guardarla sin pagar impuestos. Venderla por un valor mucho más alto cuando el mercado se ha inflado y mantener el anonimato del comprador en las subastas. Son las condiciones perfectas para que las obras de arte más valiosas terminen encerradas, como en la cueva de los 40 ladrones que descubrió y expolió Ali Babá.