La idea de que la tecnología de captura y almacenamiento del carbono podría disminuir el dióxido de carbono emitido a la atmósfera en procesos industriales, especialmente los relacionados con la producción de energía hidrocarburífera, han resultado un fiasco. Lo advirtieron algunos estudiosos y expertos en la Semana del Clima que se celebró en Nueva York en septiembre.
Señalan que la tecnología promovida como un alivio de los gases dañinos para la vida en la Tierra se utiliza, en cambio, para extraer más combustibles fósiles. De las 32 plantas de captura y almacenamiento de dióxido de carbono que existen en el mundo, unas cuantas construidas con fondos públicos, 22 utilizan la mayor parte del CO2 para producir más petróleo. El objetivo no se cumple, pero se agregan más gases de efectos invernadero a la atmósfera.
Los datos recopilados por el Instituto Global de CCS y la Administración de Información Energética de Estados Unidos señalan que alrededor de 31 millones de toneladas de CO2 se emplean para extraer más combustibles fósiles. Si se confrontar esa cifra con los 42 millones de capacidad de captura y almacenaje es obvio que el plan no está funcionando.
Los compromisos incumplidos de los CCS
A pesar las cifras en contra, los productores de petróleo y gas insisten en utilizar la técnica de captura y almacenamiento de carbono como una solución al cambio climático. El proceso llamado recuperación mejorada de petróleo envía a la atmósfera mucho más CO2 de lo que se captura y almacena.
Tzeporah Berman, presidenta de la Iniciativa del Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles, dijo que los datos de las compañías petroleras muestran que los planes de captura de carbono no funcionan. “Las compañías petroleras ya reconocieron que este año tampoco cumplirán sus falsos compromisos netos cero”, apuntó
Un estudio DeSmog, que se basa en datos del Instituto Global de CCS, la Agencia Internacional de Energía, el Instituto de Economía Energética y Análisis Financiero, el Monitor de Geoingeniería y el Oil Change International, revela qué proyectos de captura y almacenamiento de CO2 no han cumplido sus objetivos.
Planta de gas natural Val Verde
Un ejemplo es la planta procesadora de gas natural Terrell («Val Verde») de Occidental Petroleum, ubicada en Texas, que opera con una capacidad máxima declarada de 0,5 millones de toneladas de CO2 al año. Su método de almacenamiento es mediante la recuperación mejorada de petróleo en la cuenca Pérmica.
La planta no cuenta con subvención estatal y ofreció en sus comienzos la extracción de más petróleo con la inyección de CO2, lo que logró con éxito. Y ha servido como modelo para que otras petroleras asumieran proyectos con intenciones similares.
La planta de procesamiento Terrell empezó a extraer CO2 en 1972. En cinco décadas de funcionamiento, mejoras y crecimiento ha ayudado a extraer millones de barriles adicionales de petróleo con la «recuperación mejorada de petróleo». También impulsó la construcción de oleoductos que llevan no solo a otras regiones de Texas y de Estados Unidos, sino también de otras partes del mundo.
Su modelo de tecnología de captura y almacenamiento de CO2 podría ser una solución a la crisis de emisiones de carbono, pero las ganancias obtenidas con la inyección de dióxido de carbono para la extracción de crudo ha contribuido a multiplicar la contaminación.
La planta de tratamiento de Shute Creek
La planta de tratamiento de Shute Creek, de ExxonMobil, en Kemmerer, Wyoming, Estados Unidos, tiene una capacidad de almacenamiento de 7 millones de toneladas de CO2 por año. Opera sin apoyo estatal desde 1986 con el método de recuperación mejorada de petróleo y almacenamiento geológico limitado. Comenzó operaciones con el ofrecimiento de capturar cada vez más carbono, pero cerca de la mitad del CO2 secuestrado lo ha utilizado para producir más crudo. El resto ha ido a parar a la atmósfera.
Aunque los gerentes de EXXonMobil aseguran que han capturado la mayor cantidad de carbono anual, la planta de Wyoming fue ideada para producir combustibles, no con la idea de reducir las emisiones. Un informe del Instituto de Economía Energética y Análisis Financiero indica que el 47 % del dióxido de carbono capturado se ha usado para recuperación de petróleo y que solo 3 % ha permanecido secuestrado. El otro 50 % ha ido a la atmósfera. Los investigadores señalan que la planta no ha cumplido con por lo menos un tercio de sus objetivos de captura de CO2.
Proyectos Sleipner y Snøhvit
Los proyectos noruegos Sleipner y Snøhvit están operativos desde 1996 y 2008, respectivamente. Entre los 2 suman una capacidad de almacenamiento de CO2 de 1,7 millones de toneladas en el Mar del Norte. Cuenta con un subsidio público de 175.000 dólares.
Sleipner fue el primer proyecto de captura y almacenamiento de carbono construido con la intención expresa de reducir las emisiones de CO2 a escala industrial, y empezó a funcionar al entrar en vigor los impuestos al carbono en Noruega. Debido al alto volumen de carbono que contenía el gas crudo de Sleipner, y ante la nueva carga impositiva, la empresa decidió enterrar el gas. De esta forma Equinor se ahorra millones de dólares en impuestos.
Con una capacidad de almacenar cerca de 1 millón de toneladas de carbono al año, la extracción y el bombeo de esa cantidad de CO2 de nuevo al subsuelo implica que, al quemarlo, se genera 25 veces más la cantidad de carbono que la empresa ha secuestrado. Por tanto, el modelo de almacenamiento es defectuoso y no cumple los objetivos.
Proyecto Gorgon
El proyecto Gorgon, en la isla Barrow de Australia, lo desarrollan Chevron (47,3 %), ExxonMobil (25 %) y Shell (25 %) desde 2017. Su capacidad anunciada es de 4 millones de toneladas de carbono al año y el Estado provee una subvención de 60 millones de dólares australianos.
Los operadores prometieron que la planta almacenaría gas obtenido por la perforación en alta mar, pero en realidad capturó menos de un cuarto de lo prometido. Las perforaciones comenzaron mucho antes del arranque del proyecto: el primer cargamento de gas se produjo en marzo de 2016 y la primera inyección de carbono comenzó en agosto de 2019. Desde entonces solo ha secuestrado menos del millón de toneladas de CO2 anuales. No ha alcanzado los 9,5 millones de toneladas en 5 años de operaciones. Ha incumplido su objetivo de almacenamiento y emisiones de CO2 en alrededor de 50 %, subraya un informe de 2022 del Instituto de Economía Energética y Análisis Financiero.
Abu Dhabi Steel CCS o Proyecto Al Reyadah
En Mussafah, Emiratos Árabes Unidos, desde 2016, se desarrolla el Abu Dhabi Steel CCS o Proyecto Al Reyadah. Una planta siderúrgica proyectada para ser respetuosa del clima y una capacidad de almacenamiento de 0,8 millones de toneladas de carbono al año. La operan ADNOC (Abu Dhabi National Oil Company), Masdar y Emirates Steel. Es la única en el mundo que captura las emisiones de la producción de acero.
Lo grave es que se construye un oleoducto que transportaría hasta el 90 % de las emisiones procedentes de la Emirates Steel a los campos petroleros terrestres para la recuperación mejorada de petróleo.
La tendencia de la instalación era concentrarse en capturar emisiones «difíciles de reducir» de sectores como el acero, el cemento y la producción química, pero el CO2 capturado se para extraer más petróleo y gas.
Presa fronteriza
En Estevan, Saskatchewan, Canadá, Saskatchewan Power opera desde 2014 una planta de CCS. La capacidad máxima declarada es de un millón de toneladas de CO2 al año. El Estado provee 240 millones de dólares canadienses para 90 % de la recuperación mejorada de petróleo en el campo Weyburn y 10 % de almacenamiento geológico. Un absurdo absoluto. Ofrecieron una planta de «carbón limpio» líder en el mundo, pero lo utilizan para bombear más crudo.
Para financiar la construcción del proyecto de captura de CO2, el gobierno aportó 240 millones de dólares canadienses y evitó el cierre de Boundary Dam, una central eléctrica de carbón. Aunque ofrecían capturar 1 millón de CO2 al año, en 2023 apenas ha alcanzado las 750.000 toneladas de carbono capturadas, cifra similar a la de 2022. El año anterior solo llegaron a 442.000 toneladas, menos de la mitad de lo anunciado.
CCS de la cuenca de Santos
El CCS del campo petrolífero presalino de la cuenca de Santos, Brasil, operado por Petrobras desde 2012, está en el océano Atlántico. Tiene una capacidad máxima declarada de 10,6 millones de toneladas de CO2 al año. Fue pensada para la recuperación de petróleo, el proyecto más grande de su tipo en alta mar. Y ha servicio para incrementar significativamente la producción de petróleo aguas afuera.
Petrobras posee una cuarta parte de la capacidad mundial de almacenamiento de carbono. Utiliza grandes campos en aguas ultraprofundas en Brasil. En 2022 almacenaba la mayor cantidad de carbono en el mundo. La empresa asegura que el secuestro de carbono en alta mar ha reducido la huella del carbono de cada barril de petróleo en 39 %. La extracción de petróleo en la cuenca de Santos se realiza con el carbono produce el campo, lo que ha arrojado buenos resultados e incrementado la productividad.
El oro negro no brilla
Aunque la perspectiva de secuestrar el carbono para impedir que se liberara en la atmósfera parecía prometedora, los expertos han determinado que difícilmente se pueden reducir las emisiones de CO2 a la atmósfera mientras se trata de sostener la industria que las produce para su enriquecimiento.
Los proyectos de captura y almacenamiento de carbono que existen y los que se proyectan tienen como fin último extraer más petróleo, un objetivo contrario a la reducción de emisiones de los carburantes fósiles..
La Agencia Internacional de Energía ha criticado la capacidad real de la tecnología de captura y almacenamiento de carbono para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Insiste en la necesidad de acabar con el desarrollo de combustibles fósiles y limitarse a invertir en la generación de energías limpias. “Eliminar carbono de la atmósfera es muy costoso. Debemos dejar de colocarlo allí”, afirmó la AIE.