Por Jon Pagola
15/04/2017
Granada, año 2004. Jueves universitario. En el bar Segunda Edición de la plaza de los Lobos Chechu está pinchando música pop. Llega Cumpleaños Total de Los Planetas y la gente se vuelve loca pegando botes. Eric y Florent andan en la planta de arriba, ajenos al tumulto. También está por ahí Jota, que se ha quedado charlando con unos amigos en la puerta del bar. Se oye un grito a lo lejos de la plaza: “¡Jotaaa! ¡Eres Dios!”. Jota responde: “No, no soy Dios. Soy el HIJO PRÓDIGO de Dios”.
Esta anécdota, más allá de la respuesta entre un borracho ocurrente y el rock-star de Jota, retrata perfectamente a Los Planetas. Desde la publicación de Una Semana en el Motor de un Autobús (1998), han logrado el estatus de grupo de culto que 20 años después se mantiene incólume como un rascacielos. El universo indie gravita a su alrededor. Y son los guardianes de un movimiento que la generación indietex (Vetusta Morla, Izal, Supersubmarina, Love of Lesbian) ha desvirtuado hasta evaporarse su sentido original.
Es cierto que tras la asombrosa reinvención flamenca de La leyenda del espacio (2007) se dejan ver con cuentagotas. Y que todos sus movimientos generan expectación. Ninguno, en todo caso, igual que este. Huérfanos como estamos de excitantes grupos de música pop, no nos queda otra que recurrir a la vieja guardia. Siete años después de su anterior LP, Una Ópera Egipcia, Los Planetas vuelven en plenitud de facultades y Zona Temporalmente Autónoma sube derecho al pódium de sus mejores obras.
Cuesta una barbaridad reponerse al impacto inicial de Islamabad, tema de siete minutos que abre el disco reinventando Ready pa morir de su paisano Yung Beef, joven emblema del trap español y cantante de Pxxr Gvng. Jota frasea en andaluz una ambigua letra con referencias yihadistas y la canción cae lentamente como una emocionante cascada que recuerda tanto a Vapour trail de Ride como a Antes de morirme de C. Tangana. Todas las virtudes de un disco largo, desgarrador y, por momentos, inabarcable se condensan en Islamabad.
Las peculiares letras de amor y desamor de Jota (“puedes intentar joderme o puedes hacerme vudú / no voy a dejar de quererte porque me lo digas tú”) se enriquecen con aportaciones del cancionero popular y alguna que otra referencia política, evidente en la ácrata Guitarra Roja: “Que no se robe al obrero el fruto de su trabajo / y que no haya más esclavos, políticos ni guerreros”. Aunque una brisa flamenca sigue soplando en su cosmos –Soleá Morente participa en Una Cruz Acuestas–, sería tremendamente injusto encapsular el disco en un solo estilo: Los Planetas se muestran más poliédricos que nunca y han sabido inyectar toda su sabiduría (pop, rock, noise, psicodelia, flamenco) en un trabajo que brilla con más fuerza en la cara B.
En el disco encontrarás un par de intensas baladas marca de la casa (Amanecer y Porque me lo digas tú) vestidas de bellos arreglos de cuerda; un tema folk donde Jota hace de Donovan (Hay una estrella); y, por supuesto, los hits de siempre, con Zona autónoma permanente a la cabeza, que parece una segunda y feliz parte de La Playa. Los Planetas se han superado una vez más. Pero esta vez lo hacen mirándose en su propio espejo. El espejo de los eternos príncipes del indie