La pandilla de aves, literalmente se pavonea, a través de la arboleda de robles, cruza el jardín, salta la cerca y baja la pendiente. Estos pavos salvajes deambulan por vecindarios urbanos y suburbanos de EE UU. Y sus poblaciones cada vez en auge, son una historia de éxito en la conservación, pero no todos los residentes aterrorizados están felices por ello. Los pavos se han declarado en rebeldía.
En estos tiempos de respeto a la biodiversidad y la naturaleza, resulta justo y hasta divertido, compartir espacios con ellos. Pero no todo es amor y paz. Su presencia masiva ocasiona incomodidades y accidentes.
Hay un grupete violento que poco le falta aparecer en las crónicas de sucesos de los diarios. Su grito de guerra es un gorgoteo ensordecedor y acechan en las zonas urbanas de EE UU. En New Hampshire, un motociclista se estrelló tras ser agredido. En Nueva Jersey, un cartero aterrorizado llamó al 911 después de que una docena de pavos lo atacaran a la vez. Y en Michigan, una ciudad armó a los trabajadores públicos con gas pimienta para defenderse del tumulto de estas aves.
En septiembre, el Daily Messenger, en el norte del estado de Nueva York publicó un llamamiento irónico: “Tenemos que llamar a la milicia, amigos. Esta podría ser la mayor amenaza contra los humanos y su civilización desde que estalló Krakatau. El pavo salvaje en todo EE UU está provocando disturbios, levantándose en rebelión contra la afluencia de personas a su hábitat». Y tal, escapando de algún tenedor.
El ancestral animal ha vivido en lo que ahora es América del Norte durante más de 10.000 años, y fue calificado como un «ave de valor» por el padre fundador Benjamín Franklin en 1784.
Pavos toman zonas urbanas en EE UU
La palabra “pavo” es tal vez la que más se replica en estas fechas en hogares y establecimientos de EE UU. Es, desde siglos, el platillo estelar del día de Acción de Gracias en Estados Unidos y Canadá. Su carne rica en propiedades y sabores se ha ganado un sitial en las mesas Navidad y Año Nuevo de muchos países del globo.
Es profundamente simbólico. El pavo es el animal perdonado por el presidente de EE UU cada año antes de que un 88% de la población coma unos 46 millones de pavos criados comercialmente. Este 19 de noviembre, Joe Biden perdonó la vida a “Mermelada” y “Mantequilla de Maní”, en los jardines de la Casa Blanca. El breve discurso de indulto del mandatario, estuvo salpicado de bromas, risas y muchos cacareos. Las hermosas y espigadas aves retornaron a Indiana, la Granja de Investigación y Educación en Ciencias Animales de la Universidad Purdue.
Esta es también una de las historias de conservación más exitosas en la América moderna. Pasando de casi extinta en grandes partes del país -tan recientemente como en la década de 1970- a tan numerosas que han «invadido con éxito” cientos de ciudades de EE UU.
Destrozar casas, intimidar a la gente y detener el tráfico son algunas de las travesuras de esos pavos citadinos. Ganándose la reputación como uno de los más malhumorados de la cuadra. O, como lo expresó Scientific American, “pájaros molestos de gamberros feos”, recoge The Guardian.
“Cada año crecen astronómicamente, la población es absolutamente enorme”, dijo Carter Heath. Un cazador veterano de New Hampshire y director regional del capítulo de Nueva Inglaterra de la Federación Nacional de Pavos Salvajes (NWTF). Un grupo liderado por ciudadanos que aboga por para caza regulada.
De la casi extinción a la superpoblación
En la época precolonial, se estimaba que había 10 millones de pavos en lo que ahora son los 39 estados de EE UU. Pero debido a la caza no regulada y la tala de bosques para tierras de cultivo por parte de los colonos europeos, las cifras se desplomaron. A solo de 30.000 a 200.000 en la década de 1930. Para 1863, cuando el presidente Abraham Lincoln hizo del Día de Acción de Gracias un feriado oficial, los pavos salvajes prácticamente habían desaparecido en Nueva Inglaterra, según la Sociedad Histórica de Nueva Inglaterra.
En 1884, Harper’s Weekly predijo que el ave pronto se extinguiría «tanto como el dodo». La campaña para traerlos de regreso comenzó en el siglo XIX, con leyes de conservación, gorros de caza. Y la reaparición de bosques atribuidos en parte a granjas abandonadas después de la Revolución Industrial y la Gran Depresión.
Pero no fue hasta el período 1950-1970 que los grupos conservacionistas comenzaron a atrapar algunas de las aves restantes y enviarlas por todo el país para comenzar nuevas colonias.
A principios de la década de 2000, los números alcanzaron cifras crecientes. 7 millones, con la NWTF estimando alrededor de 25.000 en Massachusetts, 20.000 en Nueva Jersey, 40.000 en New Hampshire y 60.000 en Maine.
Chris Bernier, biólogo del departamento de pesca y vida silvestre de Vermont durante los últimos 27 años, estima que el estado tiene 45.000 pavos. Criados a partir de solo 32 aves liberadas en las décadas de 1960 y 1970, con cazadores autorizados a matar de 6.000 a 7.000 al año.
Bernier comentó que fue una bendición mixta.
“Los pavos regresaron, lo cual fue asombroso desde el punto de vista ecológico… lamentablemente ahora vivimos en sus territorios”, dijo.