Los Óscar tuvieron la peor audiencia de su historia este domingo, con 23,6 millones de espectadores, lo que representa una caída del 20% respecto a 2019 (29,6 millones de televidentes). Desde 2014, cuando los vieron 43,7 millones de personas, la gala ha ido perdiendo audiencia de manera sistemática. El anterior récord negativo ocurrió en 2018 (26,5 millones), antes del pequeño repunte del año pasado.
¿Falta un anfitrión?
La pérdida de espectadores es un mal que persigue a casi todas las entregas de premios desde hace años y que responde, según los críticos, a varios factores. Además del hecho de que las personas ha dejado de ver televisión generalista. Uno de los peores enemigos de estas galas es, precisamente, la manera en la que se llevan a cabo y su poca adaptabilidad.
Por ejemplo, los Óscar, que han sido producidos por ABC desde 1973, llevan dos años sin tener presentador. Aunque en 2019, la gala se sintió más fresca y “rápida” (se mantuvo en el rango de las tres horas), este año “se perdió en su propio guión en medio de las millones de distracciones, cortesía de las decisiones frenéticas y desconcertantes de ABC”, como criticó Caroline Framke para Variety.
En 2014, su mejor año en la última década, Ellen DeGeneres fue la anfitriona y todavía todo el mundo recuerda cómo repartió pizza entre los invitados y se tomó una selfie con varias celebridades para romper el récord de likes de Instagram de ese año. Ahora, sin maestro de ceremonias, todo el peso de la gala recae en los distintos presentadores, a veces con acierto (Maya Rudolph y Kristen Wiig) pero otras veces no tanto.
#Oscars Moment: @MayaRudolph and Kristen Wiig can do it all. pic.twitter.com/44yWPGJYNv
— The Academy (@TheAcademy) February 10, 2020
Para el Washington Post, el problema no es el presentador. De hecho, en su crítica le dieron el visto bueno al musical con el que Janelle Monáe y Billy Porter abrieron la gala. Más bien, el problema radica en lo “automatizado” y predecible que se ha vuelto el show, incluidos los ahora recurrentes chistes sobre la falta de diversidad de la Academia.
El enemigo es Twitter
Evidentemente, el esfuerzo de la Academia de reivindicarse a sí misma en la ceremonia por las molestias que generan las nominaciones responde a la horda de tuiteros que felizmente (¿o agresivamente?) esperan que ocurra cualquier “error” para emitir al instante sus opiniones. “Los productores de la ceremonia ordenaron una noche de angustia y autoflagelación para rogar por el perdón de América por sus votos”, describe la noche el diario National Review.
La falta de anfitrión es una prueba de ello, después del despido de Kevin Hart el año pasado gracias a la indignación que generaron viejos tuits del comediante. De hecho, ese fue el primer chiste de la noche. “¿Por qué ya no hay anfitrión?”, preguntó Steve Martin. “¡Twitter!”, respondió Chris Rock. El chiste es gracioso porque es verdad. Pero el insistir en cada segmento sobre una “defensa” corporativa de las mujeres o en la ausencia de actores negros, no es lo que la audiencia (ni los usuarios de Twitter) quieren.
Incluir a todos no tiene por qué ser (o verse como) una tragedia, como demostró el sábado los Spirit Awards para el cine independiente con su momento viral en el que el Coro de Hombres Gay de Los Ángeles hizo una oda a Laura Dern. Como lo pone el mismo Washington Post, el público quiere espontaneidad, diversidad y la idea general de que estos eventos llenos de estrellas deben ser divertidos.
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