Los microplásticos están en todas partes. No solo en peces y tortugas, dada la avalancha de plásticos en los mares. También en el aire y en nuestros organismos. Incluso, los bebés, desde esa tierna edad empiezan a consumirlos. Si los padres les preparan fórmulas agitándolas en agua caliente dentro de los biberones. La acción calor-plástico desprende millones de esas partículas. Por lo que los pequeñines podrían terminar tragando microplásticos cada día, pero ¿cuán dañino son?
Dunzhu Li y otros investigadores del Trinity College de Dublín se detuvieron a pensar no solo en el caso de los biberones. También en el uso diario de recipientes de comida que son llevados a microondas. Y el consecuente desprendimiento de las partículas plásticas.
Pero Li y su equipo de estudio aún no saben es si esto es peligroso. Todo el mundo come e inhala arena y polvo, y no está claro si una dieta extra de partículas de plástico nos hará daño.
“La mayor parte de lo que ingieres pasará directamente por tu intestino y saldrá por el otro extremo”, dice Tamara Galloway, ecotoxicóloga de la Universidad de Exeter, Reino Unido. «Creo que es justo decir que el riesgo potencial podría ser alto», dice Li, eligiendo sus palabras con cuidado.
Microplásticos ¿dañinos?
Los investigadores han estado preocupados por los efectos de los microplásticos y si estos son dañinos durante casi 20 años, indica un artículo publicado en Nature firmado por XiaoZhi Lim. Aunque la mayoría de los estudios se han centrado en los riesgos para la vida marina.
Richard Thompson, un ecologista marino de la Universidad de Plymouth, acuñó el término en 2004 para describir partículas de plástico de menos de 5 milímetros de diámetro. Desde entonces, los científicos han visto microplásticos en todos lados. En océanos profundos, en la nieve ártica y el hielo antártico. En mariscos, sal de mesa, agua potable y cerveza. Y flotando en el aire o cayendo con lluvia sobre montañas y ciudades.
Estas pequeñas piezas podrían tardar décadas o más en degradarse por completo. «Es casi seguro que existe un nivel de exposición en casi todas las especies», dice Galloway.
Igualmente se han identificado otras fuentes de microplásticos: las motas de plástico que se desprenden de los neumáticos de los automóviles en las carreteras. Y las microfibras sintéticas que se desprenden de la ropa, por ejemplo. Las partículas vuelan entre el mar y la tierra, por lo que las personas pueden inhalar o comer plástico de cualquier fuente.
Una autoridad reguladora en California
Desde estudios limitados de microplásticos en el aire, agua, sal y mariscos, los niños y adultos pueden ingerir desde docenas hasta más de 100.000 motas de microplásticos cada día, informó Albert Koelmans, científico ambiental de la Universidad de Wageningen en los Países Bajos. Cree que en el peor de los casos, la gente podría estar ingiriendo la masa de microplásticos del valor de una tarjeta de crédito al año.
Los reguladores están dando el primer paso para cuantificar el daño de los microplásticos para las personas. En julio, la Junta de Control de Recursos Hídricos del Estado de California se convertirá en la primera autoridad reguladora del mundo en anunciar métodos estándares para cuantificar las concentraciones de microplásticos en el agua potable. El objetivo es monitorear ese recurso durante los próximos cuatro años e informar.
Las motas más pequeñas, llamadas nanoplásticos, de menos de 1 micrómetro, preocupan a los científicos. Algunos podrían ingresar a las células, lo que podría interrumpir la actividad celular. Pero la mayoría de estas son demasiado pequeñas para que los investigadores las vean.
Hay varias teorías sobre cómo las partículas de microplásticos pueden ser dañinas. Si son lo suficientemente pequeños como para entrar en las células o los tejidos, pueden irritar simplemente por ser una presencia extraña. Como ocurre con las fibras largas y delgadas del asbesto, que pueden inflamar el tejido pulmonar y provocar cáncer.
Cáncer y afectaciones respiratorias y hormonales
Al entablar una relación directa entre los microplásticos y si son dañinos para las personas, el artículo de Nature revela que existe un paralelo potencial con la contaminación del aire.
Se sabe que las partículas de hollín de las plantas de energía, los escapes de los vehículos y los incendios forestales llamados PM10 y PM2.5 se depositan en las vías respiratorias y los pulmones. Y las altas concentraciones pueden dañar los sistemas respiratorios. Aún así, los niveles de PM10 son miles de veces más altos que las concentraciones a las que se han encontrado microplásticos en el aire, señala Koelmans.
Es más probable que los microplásticos más grandes ejerzan efectos negativos, si los hay, a través de la toxicidad química. Los fabricantes agregan compuestos como plastificantes, estabilizadores y pigmentos a los plásticos. Y muchas de estas sustancias son peligrosas. Por ejemplo, interfieren con los sistemas endocrinos (hormonales).
Pero si la ingestión de microplásticos aumenta significativamente nuestra exposición a estos productos químicos depende de la rapidez con la que se mueven. Al mismo tiempo, de la rapidez con que las motas viajan a través de nuestros cuerpos, factores que los investigadores apenas están comenzando a estudiar.
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