Los menonitas comenzaron a llegar a América Latina después de la Segunda Guerra Mundial. Una vez que Canadá puso fin a sus exenciones en los requisitos en materia de educación y servicio militar. El grupo religioso y trabajador se ha arraigado en la Amazonía. La ha convertido en su hogar y en prósperas explotaciones agrícolas. Sin embargo, su presencia creciente suscita preocupación entre los ecologistas.. Contribuyen con la deforestación de la Amazonía al expandir sus terrenos de siembra y cuido de ganado.
La impresionante y vasta Amazonía cubre territorios de Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú y Venezuela. Alberga ecosistemas únicos y fascinantes. Una tierra generosa y abundante que es saqueada con frecuencia por intereses particulares, industriales y de mafias que degradan, deforestan y exacerban sus potencialidades. ¿Cabe incluir a los menonitas?.
Los orígenes de esta agrupación cristiana se remontan al ala pacifista del ‘movimiento anabaptista’, que promueve el bautismo de adultos en lugar de niños. Se inició en Zurich (Suiza) en 1525, encabezado por Ulrich Zwingli. A su paso dejan una estela de simpatías y detractores a ultranza. Desde su surgimiento en la Reforma protestante hace 500 años, padecieron de persecuciones que los llevaron a emigrar durante siglos por Europa y América. América, por los momentos, parece ser su tierra prometida.
“Básicamente, intentan encontrar los últimos lugares en los que aún existan zonas enormes y continuas que puedan sustentar su estilo de vida. Y casualmente se trata de zonas selváticas del Amazonas”, dijo Matt Finer a The New York Times, especialista en investigación de Amazon Conservation. Una organización medioambiental sin fines de lucro. Sus primeros destinos fueron Paraguay y Bolivia, específicamente El Chaco y Chiquitanía, donde trabajaron la ganadería y la soya, luego de lidiar con las asperezas de la selva y sus múltiples sorpresas.
Los asentamientos de los menonitas en la Amazonía
La comunidad menonita mantiene un modo de vida autosustentable, reservada y a la usanza antigua. Alejada de la vida suntuosa y actual. Sin electricidad ni herramientas mecánicas, pero los ecologistas y académicos desconfían. En Perú, por ejemplo, hay un grupo de granjas que integran una próspera colonia llamada Wanderland. Alberga unas 150 familias, una iglesia —que también funge como escuela— y una fábrica de queso.
Wanderland parece salida del pasado. Carretas tiradas por caballos transportan pasajeros por caminos de tierra. Hombres con overoles trabajan duro en los campos que se extienden detrás de sencillas casas de madera. Mujeres con vestidos cerrados y largos cuidan del hogar. Mientras los niños juegan en los campos con juguetes elaborados en las carpinterías de la comunidad y realizan sus deberes escolares.
Las familias cenan a la luz de las velas después hacer una oración en plódich, un dialecto germánico hablado casi exclusivamente entre los menonitas de América. Siguen las enseñanzas del sacerdote holandés Menno Simons, que fue perseguido durante la Reforma por oponerse al bautismo infantil y al servicio militar obligatorio. Con el tiempo, vivir apartados del resto del mundo y rechazar las nuevas tecnologías se convirtieron en señales de identidad de la fe y la cultura de los menonitas. La migración, una forma de preservarlas.
“Nuestros antepasados pensaban que si vivimos lejos, aislados, en el campo, hay más posibilidad para controlar la maldad”, dijo Johan Bueckert, un granjero de la vieja colonia que ahora vive en un asentamiento cercano a Wanderland. “Queremos vivir como ellos. No queremos cambio todo el tiempo”, añadió.
A partir de este siglo comenzaron a llegar a Bolivia; más recientemente, a Perú y Colombia. Hasta ahora, son cinco las colonias menonitas que se han establecido en la Amazonía peruana: Vanderland, Osterreich, Providencia, Chipiar y Masisea, ubicadas entre Ucayali y Loreto.
En colonias, aislados y cuestionados
Un informe del Proyecto de Monitoreo de la Amazonía Andina (MPPA) estima que los menonitas han deforestado 7.032 hectáreas de bosques amazónicos. La tercera parte, unas 2426 hectáreas de bosques, ocurrió entre enero de 2022 y agosto de 2023. “Las colonias menonitas se han convertido en una de las principales causas de deforestación organizada a gran escala en la Amazonía peruana”, asegura Matt Finer, investigador principal y director de MAAP.
Todas las colonias menonitas son investigadas por la Fiscalía Especializada en Materia Ambiental por delitos contra los bosques o formaciones boscosas. Han cambiado el uso de suelo sin autorización, pero la comunidad menonita niega haber actuado mal.
La Universidad Nacional Agraria de La Molina, Perú, señala que por sus antecedentes en México, América Central, Paraguay y Bolivia, los menonitas preocupan por sus tácticas para ocupar la tierra. La investigación afirma que sus asentamientos ilegales son perjudiciales tanto para el ambiente como para las poblaciones indígenas locales.
Expansión silenciosa
La idea generalizada de que los menonitas se apegan a la naturaleza, practica una agricultura “ecológica” u “orgánica” es falsa. Esa visión proviene de uno de los subgrupos menonitas, conocidos como amish, instalados principalmente en Pensilvania, EE UU, que en efecto viven con simpleza y ejercen una agricultura rudimentaria, de bajo impacto, pero no los menonitas que han conquistado y colonizado la Amazonia. Aunque llevan una vida sin extravagancias, practican una agricultura moderna, intensiva y de alto impacto ambiental. El informe de la Universidad de La Molina indica que utilizan agroquímicos, maquinaria pesada y uso generalizado de variedades de cultivos genéticamente modificados.
“Su impacto ambiental más importante ha sido como agentes eficientes de deforestación y alteración de ecosistemas naturales. En América del Sur han deforestado más de 4 millones de hectáreas y continúan haciéndolo. Como suelen instalarse en tierras nuevas y construyen vías de acceso, otros agricultores informales se suman y aumentan la extensión de la deforestación”, indica el Proyecto de Monitoreo de la Amazonía Andina.
La expansión de sus programas de colonización en las regiones amazónicas de Bolivia, Perú y Colombia es realmente preocupante. No aplican ninguna salvaguarda ambiental, como establecimiento de reservas de bosque, la protección de la vegetación de riberas o de las nacientes de agua. Ignoran completamente la importancia de desarrollar una agricultura en equilibrio con el entorno natural.
“Creo que los menonitas son el centro de críticas en este momento porque son un grupo distinto de personas”, comentó Kennert Giesbrecht, canadiense y exdirector de una publicación quincenal en alemán muy leída en la diáspora menonita. No se refirió a los problemas medioambientales ni a deforestación, prefirió asomar la xenofobia, el temor al desconocido.
A varias horas de Wanderland, río abajo, se está formando un nuevo pueblo menonita, Salamanca. “Todavía no hay muchos, pero van a venir más”, confió Cornelius Niekoley, agricultor y obispo de México. Viajó a Perú para evaluar si debía comprar una propiedad para sus hijos adultos y sus familias. Al parecer la encontró. Un problema más para la selva amazónica, ahora con la sombra de Dios.