PAULINE PRUNETTI y CARESSE LANSBERG
[FOTOGRAFÍAS CORTESÍA MET MUSEUM, WIKIMEDIA COMMONS, GALERÍA UFFIZI]
El Metropolitan Museum de Nueva York presenta la exposición Los Medici: Retratos y Política (The Medicis Portraits and Politics) que reúne un grupo impresionante de 90 retratos de la élite de la Florencia mediciana. A través de la pintura, la escultura y la arquitectura, además de otras artes, representa lo que significaba ser florentino en tiempo de los Medici y define un momento importante en la historia de la ciudad.
Se incluyen obras de los más grandes maestros de ese período como Rafael I, Jacobo Pontormo, Rosso Fiorentino a Benvenuto Cellini, Agnolo Bronzino, y Francesco Salviati.
“A lo largo de la historia, el arte y las imágenes han servido para promover las agendas culturales y políticas de gobernantes y personas de poder, una estrategia que sigue vigente hasta hoy. La exposición, ‘Los Medici Retratos y Política’, celebra el logro de los pintores y escultores autores de las obras maestras del renacimiento italiano, al tiempo que explora el contexto histórico, social y cultural de estas obras invitándonos a apreciar su importancia artística y su papel en la cultura y la sociedad.
«La oportunidad de mostrar obras de Raphael, Bronzino, Pontorno, Salviati, Cellini y otros provenientes de colecciones del mundo entero, es un sueño hecho realidad para este Museo. Esta exposición muestra más de 90 obras de arte, pinturas, esculturas, torsos, condecoraciones y medallas, piedras talladas, dibujos, aguafuertes, manuscritos y armas, obras de la colección del Met y de colecciones de museos a través de Europa, Australia y Norte América. Será la presentación más ambiciosa de todo este material nunca presentada en Estados Unidos«.
Max Hollein y Marina Kellenm, directora de los asuntos franceses del Museo Metropolitano de NY
Figura clave en esta transformación fue Cosimo I de ‘Medici, que se convirtió en Duque de Florencia en 1537, después del asesinato de su predecesor Alessandro de ‘Medici. Cosimo astutamente utilizó la cultura como una herramienta política para convertir a una ciudad mercantil, en la capital de la dinastía Medici, reuniendo a los más importantes intelectuales y artistas de su época promoviendo la gran arquitectura, ingeniería, y las artes.
El historiador Giorgio Vasari lo documentó en su famoso libro Vida de los Artistas dedicado, por supuesto, al duque. Y Florencia se convirtió en la cuna del Renacimiento. Pero la historia empieza antes, con Giovanni, padre de Cosimo el Viejo.
LOS MEDICI Y LAS ARTES (ANTES DE COSIMO I)
Desde principios de 1400 el dinero y el poder fueron el combustible que catapultó a la familia Medici a la fama y a la gloria. En esos años, Giovanni di Bicci de’ Medici (Florencia, 1360-20 de febrero de 1429) se convirtió, sin mucho ruido ni promoción, en uno de los hombres más ricos de la ciudad.
Giovanni entendía muy bien la importancia de las artes y de la arquitectura para embelesar a los florentinos. Así que se dedicó a restaurar edificios emblemáticos, a convocar artistas importantes y a comisionar obras que pasarían a la historia con él. Su empresa más importante fue la reconstrucción de la sacristía de la basílica de San Lorenzo, que desde hacía casi un siglo necesitaba urgentemente ser restaurada.
Giovanni reconstruyó la sacristía y comisionó la construcción de una capilla funeraria para su familia. Los Medici se convirtieron en los patronos de la iglesia de San Lorenzo.
Giovanni era un ‘hombre de gran gusto’, como comentaría años más tarde Antonio Manetti, biógrafo de Filippo Brunelleschi, el arquitecto escogido para realizar las obras. Brunelleschi era el arquitecto de moda y la estrella del momento. El diseño de la sacristía resultó tan revolucionario que los albañiles eran continuamente interrumpidos durante su trabajo, por los visitantes y curiosos que llegaban a San Lorenzo para ver esta increíble novedad arquitectónica.
Giovanni, ‘se iba dando cuenta de las nuevas y bellas invenciones de Filippo’, como comenta el biógrafo, y decidió reconstruir toda la basílica, con la participación económica de algunas de las familias más notables de allí. San Lorenzo, originalmente un edificio románico, se convirtió así en la primera iglesia construida en el nuevo estilo del Renacimiento.
COSIMO EL VIEJO
Cosimo el Viejo (27 de septiembre de 1389-1 de agosto de 1464), hijo de Giovanni, fue durante treinta años, de 1434 hasta su muerte, el dictador (crypto) de Florencia. Era el hombre de negocios más poderoso de la ciudad y probablemente de toda Europa. Controló totalmente la vida política florentina y utilizó parte de su inmenso patrimonio para costear obras de arte y de arquitectura.
Su hijo Piero no vivió mucho después de la muerte de su padre, pero su nieto Lorenzo el Magnífico pasó a la historia como uno de los más grandes mecenas del Renacimiento. Las colecciones de arte de Lorenzo son una de las más importantes de su época. Abuelo y nieto fueron muy diferentes con respecto a la arquitectura que era, de las artes, la que más impactaba a la población de Florencia.
La magnificencia del uno y del otro fue inmensa, pero en modo diferente: Cosimo en construir palacios, iglesias en su patria y afuera, y cosas que tenían que ser eternas y demostrar siempre presente su fama; Lorenzo (…) comparado con las muchas construcciones de Cosimo, se puede decir que no construyó nada
Francesco Guicciardini, Storie Fiorentine, principio del siglo XVI
La obra principal de Cosimo el Viejo fue la edificación del primer palacio de los Medici, digno de su poder y riqueza. Aunque Cosimo había rechazado el proyecto de Filippo Brunelleschi, porque le parecía demasiado monumental, le ofreció el proyecto del palacio al arquitecto Michelozzo cuyo diseño no es ni modesto ni sencillo. La fachada almohadillada, con el escudo de los Medici en la esquina, domina todavía hoy la Vía Larga y aparece en toda su monumentalidad desde la plaza de la Catedral.
Vistas del Palacio Medici
Leon X, cuarto hijo de Lorenzo el Magnífico, elevado a cardenal a los dieciséis años, fue elegido papa en 1513: un año antes los Medici habían definitivamente restaurado su poder en Florencia, después de la derrota del partido republicano y de los intentos rigoristas de los seguidores del fraile dominico Girolamo Savonarola.
El papa llegó a Florencia a finales de noviembre de 1515. Desde ese momento una de sus preocupaciones fue la de asegurar el poder y la gloria de su familia a través de la arquitectura. Durante su breve estancia en su ciudad natal, Leon X quiso enseguida terminar la basílica de San Lorenzo, todavía sin fachada. Los mejores arquitectos de Florencia presentaron sus proyectos y al final el papa dio el encargo a Miguel Ángel. El artista preparó una maqueta en madera y se fue a las canteras de Carrara para escoger los bloques de mármol blanco para las estatuas que iban a decorar su fachada. Pero los proyectos del papa cambiaron rápidamente.
Papa Leon X con los Cardinales Luigi de' Rossi y Giulio de' Medici
Detalle de la Capilla Medici, Basílica de San Lorenzo Altar, Basílica de San Lorenzo Gloria a los Santos florentinos Brogi, Giacomo. San Lorenzo Capilla del Príncipe | Foto tomada en 1870 Miguel Ángel, Maqueta para la fachada de la Basílica de San Lorenzo.
En 1519, su primo hermano cardenal Giulio de’ Medici convenció al Papa que hubiera sido mejor encargar a Miguel Ángel el diseño de una capilla funeraria para la familia. La capilla, conocida come Sacristía Nueva, opuesta y simétrica a la Sacristía de Brunelleschi en San Lorenzo, acogería las tumbas de Lorenzo el Magnífico, padre del papa, de su hermano Giuliano, padre del cardenal Giulio, de Giuliano duque de Nemours, hermano del papa, y de Lorenzo duque de Urbino, sobrino del Papa.
Desde un principio fue pensada como un espacio donde arquitectura y escultura tenían que ser complementarias, y Miguel Ángel era sin duda el artista más adecuado para el proyecto. Los trabajos procedieron con lentitud, a causa de problemas técnicos, de la inconstancia del artista y de los acontecimientos políticos que llevaron al saqueo de Roma en 1527 y al sitio de Florencia en 1530, cuando los Medici conquistaron definitivamente la ciudad.
Miguel Ángel regresó al trabajo de la capilla en 1531, y pudo completar la tumba de Lorenzo duque de Urbino antes de irse definitivamente a Roma en 1534 para no regresar más a Florencia. El artista dejó inacabado también el otro proyecto que le había encargado el cardenal Giulio, elegido papa Clemente VII en 1523: la Biblioteca de los Medici en San Lorenzo.
Clemente VII quería que el edificio estuviera en la plaza, al lado de la basílica, con la fachada perpendicular a la iglesia, para que todos los que pasaban pudieran darse cuenta, de los tesoros culturales que los Medici guardaban en su biblioteca. Miguel Ángel, asustado por el bullicio que se generaba en la plaza de San Lorenzo, insistió para que la biblioteca fuese construida en el interior del claustro, donde no llegaba el ruido de la calle, el silencio y la tranquilidad eran necesarios para poderse enfrentar a las obras de los grandes hombres del pasado.
Así nació la sala con los escritorios donde se colocaban los preciosos manuscritos, y para llegar a la biblioteca, había que ascender la célebre escalera de escalones ovalados, primera etapa de un itinerario de purificación necesaria antes de entrar en el lugar dedicado a los antiguos maestros.
La Sacristía Nueva y la Biblioteca se quedaron inacabadas a la partida de Miguel Ángel a Roma: fue Cosimo I quien se preocupó de terminar las dos obras que demostraban, una vez más, el poder de los Medici.
Biblioteca Laurenciana, escalinata, diseñadas por Miguel Ángel
.COSIMO I: LAS ARTES PARA PROMOVER SU IMAGEN PÚBLICA
Una vez conquistado definitivamente el poder, Cosimo I se dedicó a su imagen pública. El nuevo duque, un joven casi desconocido hasta poco tiempo antes, quería construirse una fama que no fuese solamente autoritaria y militar, sino también cultural e iluminada, recogiendo así la herencia de sus antepasados.
Una de las primeras decisiones de Cosimo fue mudarse con toda la familia del palacio privado de los Medici al palacio de la Signoria. Fue una acción que tuvo un inmenso valor simbólico: Cosimo y los miembros de su familia iban a ocupar los espacios donde habían vivido, a partir del medioevo, los miembros del gobierno republicano de la ciudad, obligados por la ley florentina a mudarse al palacio de la Signoria durante los dos meses que duraba su encargo. Fue naturalmente necesario restaurar los austeros ambientes medievales.
Cosimo quiso empezar por el Salón llamado ‘dei Cinquecento’ (de los Quinientos), allí se celebraban las audiencias del duque. Construido por el arquitecto Simone del Pollaiolo, conocido como Il Cronaca, por voluntad del fraile dominico Girolamo Savonarola a partir de 1496, el Salón era destinado a las reuniones del gobierno religioso republicano formado por quinientos miembros que Savonarola y sus seguidores le habían dado a la ciudad.
Cosimo encargó al arquitecto y escultor Baccio Bandinelli a separar y distinguir la zona donde iba a sentarse el Duque del resto del espacio, destinado al público. Bandinelli construyó la Udienza, espacio elevado por escalones por encima del público para que el duque dominara la escena. Las paredes de la Udienza fueron transformadas en estilo clásico, con ventanas que recuerdan las antiguas termas romanas y nichos donde fueron colocadas las estatuas de los Medici más famosos de la época más reciente: Giovanni dalle Bande Nere, padre del duque, Alessandro primer duque, y los dos papas Medici.
Pero la transformación total del salón y los grandes trabajos de Cosimo empezaron algunos años más tarde. A finales de los años cincuenta del siglo XVI, el duque se podía sentir más seguro: había finalmente conquistado Siena, tradicional enemiga de Florencia en el sur de la región, y ya no se sentía más amenazado por los exiliados republicanos, apoyados por el rey de Francia. La paz de Cateau Cambrésis, firmada por los Austria de España y el rey de Francia, aseguraba algunos años de tranquilidad a toda Europa, incluso la de Cosimo.
En 1555 empezaron los trabajos de restauración total del palacio de la Signoria: el arquitecto encargado del proyecto, Giorgio Vasari supo interpretar perfectamente los pensamientos del duque, en cuanto ambos querían exaltar la cultura florentina, y fueron aliados para desarrollar un proyecto global que consolidaba a través de las artes el dominio político de Cosimo.
Salón del Cinquecento, En las pinturas participaron Leonardo y Miguel Ángel aparte de otros artistas
A partir de 1563 Vasari, que ya estaba transformando las salas del primer y segundo piso del palacio, se dedicó al proyecto del Salón de los Quinientos: los trabajos, que terminaron diez años después, ocuparon al arquitecto y a su equipo de colaboradores durante todo ese tiempo, y costaron sumas inmensas de dinero. Toda la decoración, sobre todo la de las pinturas colocadas en el techo en marcos entallados al estilo clásico, exaltan la gloria de Cosimo y de su familia, y la grandeza de la Toscana a través de su historia.
El duque escogió personalmente los temas para los episodios que los hábiles alumnos de Vasari tenían que representar.
“y en realidad no se necesitaba para una obra tan grande otro ánimo y grandeza que no fuera el de Vos, y porque toda esta invención nace toda, digo, de los altos conceptos de Vos, junto con la riqueza de las materias, que no solamente van a superar todas las salas del Senado veneciano, y de todos los reyes y emperadores y papa de siempre, porque si bien tuvieron los tesoros, ninguno de ellos tuvo en sus lugares un edificio tan grande y tan magnífico y ni siquiera un ánimo tan invencible para saber comenzar una empresa tan terrible y de tanta importancia”
Carta de Giorgio Vasari al duque Cosimo, 3 de marzo 1563
Pero la obra más significativa de Cosimo, fue la construcción del palacio de los Uffizi. El barrio entre el palacio de la Signoria y el río Arno representó un problema desde los primeros años del ducado. Era un barrio medieval, con casas antiguas, muchas que estaban en ruina, cruzado por callejones estrechos y sucios; Vasari, cuando visitó los edificios que iban a ser confiscados, se quedó asombrado y se preguntó cómo era posible que la gente viviera en semejante situación. Además, con el proyecto de los Uffizi, Cosimo había decidido reunir en un único palacio las oficinas de trece gremios y magistrados: todos tenían ya sus oficinas en el centro de Florencia, pero el duque los quería todos bajo su control.
El arquitecto tenía a su disposición un espacio largo y estrecho, desde la plaza hasta el río, en estas condiciones el palacio tenía que ser monumental y sobre todo tenía que declarar, una vez más, la gloria de Cosimo. Vasari diseñó un edificio con plano en forma de U, que incluye un espacio abierto, al mismo tiempo plaza pública y patio privado de Cosimo.
En la planta baja antepuso al edificio un pórtico con columnas dóricas que sostienen la fachada del primer piso, donde se repiten las puertas clásicas con tímpanos y balcones en piedra. En el último piso el duque quería una galería abierta, reservada a los miembros de la familia y a los huéspedes importantes que ahí podían admirar sus colecciones de esculturas destinadas para ese espacio.
Las dos alas del edificio se concluyen en la fachada a la orilla del río Arno, abierta con un arco clásico en la planta baja. Por encima del arco, la estatua de Cosimo entre las alegorías de dos de sus virtudes, el Rigor y la Equidad, domina la escena al final de la perspectiva de las columnas y de los tímpanos y de los balcones en piedra.
Cosimo y Vasari comprendían muy bien el mensaje que el duque quería enviar a los Florentinos, un mensaje que llegaba a su destino mucho más rápido a través de la arquitectura que todos podían ver diariamente en las calles de la ciudad.
“La relación, en otras palabras, entre un príncipe y el ejercicio del poder puede pasar a través de la relación entre cultura y poder, y de esto la arquitectura exactamente puede ser un testimonio significativo, donde la historiografía muchas veces resulta deformada”
Franco Borsi, L’architettura del principe”, 1980
LEONOR DE TOLEDO, LA ESPOSA IDEAL PARA COSIMO
Vasari no fue el único que supo comprender e interpretar los planes de Cosimo para construirse una imagen pública digna de un soberano europeo de su siglo a través de las artes. El duque y Leonor de Toledo, segunda hija de Don Pedro de Toledo, virrey de Nápoles, se casaron cuando él tenía veinte años y ella diecisiete, locamente enamorados uno del otro. Leonor, nacida en España, creció en Nápoles, en una corte lujosa organizada según la etiqueta española y rígidamente católica: amaba el poder, participaba en el gobierno, y siempre aparecía al lado de Cosimo en las ocasiones oficiales. Leonor también entendía la importancia de las artes en la vida política florentina: sus artistas favoritos fueron el pintor Agnolo Bronzino, el escultor y orfebre Benvenuto Cellini, Bartolome Ammannnati, arquitecto y escultor, y. amigo personal de la duquesa, así como su esposa, la poetisa Laura Battiferri.
Bronzino, Leonor de Toledo y su hijo Giovanni.
Las imágenes de Leonor que nos hablan de su carácter, de sus preferencias en el arte y la moda: la duquesa sabía muy bien como su imagen oficial podía reflejarse en la majestad del su esposo, el duque. En los famosos retratos de Bronzino, Leonor aparece bellísima y altiva, siempre con vestidos elegantes, y sobre todo hechos con las telas preciosas elaborados por los tejedores florentinos, conocidos en todas las cortes de Europa.
El retrato más conocido de Leonor, estupenda obra de Bronzino, nos presenta la duquesa junto a su hijo don Giovanni, vestida de terciopelo blanco y negro bordado con oro, una tela tan complicada que pocos artesanos en Florencia la sabían tejer: un testimonio literal de la riqueza y la opulencia de Florencia, lograda gracias al excelente gobierno de su marido, el duque.
ANNA MARIA LUISA DE MEDICI, FINAL DE UN LINAJE
Los Medici siguieron gobernando por 200 años más. Fue característico de sus gobiernos la dedicación al mecenazgo, en el que no sólo se abocaban los duques sino sus esposas, hermanos, cuñados, así como lo tomaron por hábito, otras familias prominentes de Florencia. Promover las artes, la ciencia, la literatura se convirtió en un deber ser. El linaje de los Medici llegó a su final, pero la última heredera, consolidó el legado para disfrute de Florencia y el mundo. El impacto de esa decisión perdura hoy en día, el turismo que genera ese patrimonio, es parte fundamental de su actividad económica.
El 18 de febrero de 1743, recluida en un ala del Palacio Pitti en Florencia, moría Anna Maria Luisa de Medici, la última Gran Princesa de una casa que durante casi 300 años -con algunos paréntesis- había llevado las riendas de la Toscana, primero de facto a través de un gobierno oligárquico y desde 1537 con el título de Grandes Duques. Anna Maria Luisa era la segunda hija del Gran Duque Cosimo III y de Margarita Luisa de Orleáns. De ella se decía que había heredado el carácter orgulloso de las dos grandes casas de las que provenía su padre, los Medici y los Della Rovere, duques de Urbino. Este rasgo de su personalidad se manifestó en su preocupación por los asuntos de la familia y del Estado.
Anna Maria Luisa de Medici, Palazzo Vecchio
Ni ella ni su hermano menor Gian Gastone, el heredero tras la muerte del primogénito Ferdinando, tuvieron hijos. Con la muerte de Gian Gastone en 1737, ella se convertía en la última de una dinastía abocada a extinguirse. Cosimo III, su padre, había intentado modificar las leyes de sucesión de la Toscana para que también las mujeres pudieran gobernar con plenos derechos. Sin embargo, esto no fue aceptado por el emperador Carlos VI del Sacro Imperio Romano Germánico, del que dependía el Gran Ducado. El emperador consideraba que ocuparse de las sucesiones sin herederos directos era prerrogativa suya y vio la ocasión de ligar por completo la Toscana al Imperio, ofreciendo la sucesión a su yerno Francisco de Lorena, quien más adelante le sucedería en el trono imperial como Francisco I.
EL PACTO DE FAMILIA
A Anna Maria Luisa se le permitió conservar el título de Gran Princesa, aunque sin ningún poder efectivo, y seguir viviendo en un ala reservada del Palacio Pitti, la residencia principal de los Medici. Gran amante del arte, dedicó los últimos años de su vida a la inmensa colección de obras y bienes muebles que su familia había acumulado.
Precisamente su gran temor era que, a su muerte, Florencia sufriera el mismo destino que otros territorios italianos anexionados al Sacro Imperio, que habían sido despojados de sus tesoros al extinguirse sus dinastías gobernantes. Conservar este patrimonio fue el mayor propósito de su vida: tras la muerte de Gian Gastone, y usando su posición como noble del Sacro Imperio, estipuló con sus sucesores los Lorena un acuerdo al que se llamó Pacto de familia, por el cual se establecía que:
“La Serenísima Electora cede, da y transfiere por la presente a Su Alteza Real, para él y sus sucesores como Grandes Duques, todos los muebles, efectos y rarezas de la sucesión de su hermano, el Serenísimo Gran Duque, tales como galerías, cuadros, estatuas, bibliotecas y otros bienes preciosos (…), que Su Alteza Real se compromete a conservar, con la condición expresa de que nada de lo que es para ornamento del Estado, para utilidad del público y para atraer la curiosidad de los forasteros, será llevado fuera de la Capital y del Estado del Gran Ducado.”
Su deseo se cumplió y los Lorena no solo conservaron las colecciones artísticas de los Medici, sino que las abrieron al público: nació así la Galería de los Uffizi, el museo más antiguo de Florencia y uno de los más ricos. La importancia del Pacto de familia se demostró de nuevo durante la invasión de Napoleón: Tommaso Puccini, director de las Galerías Florentinas durante la invasión francesa, escondió la mayoría de las obras de arte y rehusó entregarlas a las tropas napoleónicas alegando que estas pertenecían a los ciudadanos y los Lorena se habían comprometido a conservarlas para ellos. El Pacto de Familia había sido sancionado por las grandes potencias europeas en el momento de su firma y los soldados de Bonaparte no tuvieron más remedio que respetarlo.
Gracias a Anna Maria Luisa de Medici, Florencia conserva hoy sus tesoros artísticos y es considerada la ciudad del arte por excelencia. Su nombre no es muy conocido incluso para muchos florentinos, eclipsada por algunos de sus antecesores como Lorenzo el Magnífico, pero lo que este empezó no habría perdurado de no ser por ella. Con su vida también culminaron los trabajos en la Basílica de San Lorenzo, iniciados por su ancestro Giovanni. Unos años después de su muerte se dieron por concluidos, para lo que había dejado el dinero en previsión. La última Gran Princesa fue la última Gran Mecenas de Florencia.
Caresse Lansberg es editora y periodista
Pauline Prunetti es historiadora de arte y reside en Florencia
Publicado en ESTILO / online Fundación Cultural Estilo in Arte
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