Manadas de leones, leopardos, elefantes, rinocerontes y búfalos cafre deambulan a sus anchas en el extensísimo Parque Nacional Serenguetie, en Tanzania, África oriental. Sitio de encuentro para el turismo natural y de aventura. Los masáis han defendido su territorio generación tras generación. Los 13. 000 km2 han sido apetecidos y asediados por colonos y cazadores perversos. Una acechanza que la están viviendo otra vez de un inesperado adversario.
Serenguetie es el parque más antiguo de Tanzania. Fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1981. En sus «planicies sin fin» habitan hienas, guepardos, cebras, zorros orejudos, hipopótamos, gacelas, liebres, centenares de aves rapaces y muchas otras especies. Allí también residen los masáis, de pequeño número, pero temple definido. Protegen su tierra 200 años antes de la llegada de los primeros exploradores europeos.
Los masáis son pastores nómadas de bóvidos, ovejas y cabras, alrededor de los cuales gira su riqueza económica, su cultura y su forma de vida. Sin embargo, siempre han sabido qué es la guerra. “Vuestras áreas de conservación son zona de guerra para nosotros”, le declararon a la revista especializada Climática.
Saben desde hace mucho tiempo que este momento llegaría. El Gobierno, un inexplicable adversario, intenta confiscar 1.500 km2 de sus tierras ancestrales y destinarlas a la caza de trofeos, el turismo de élite y la conservación en Tanzania. Detrás de estos intentos ha estado siempre la Otterlo Business Company (OBC). Una sociedad afincada en los Emiratos Árabes Unidos que organiza expediciones de caza para la familia real y sus invitados. Al parecer controlará la caza comercial en el territorio que ocupan los masáis.
La realeza de los EAU no es la única interesada en el área que rodea el parque nacional de Serengueti, una zona de la que fueron expulsados los masáis por los colonialistas británicos en 1959.
Masáis atacados defienden su territorio
Hay organizaciones conservacionistas que operan en Tanzania, como la Frankfurt Zoological Society, que propugnan un modelo de conservación racista y colonial. Afirman que la población local y su ganado constituyen amenazas cruciales para la supervivencia del ecosistema. Propugnan y propagan el mito de una “flora y fauna salvajes” sin presencia humana, la filosofía que subyace en las expulsiones de masáis.
Esta laboriosa población no solo se enfrenta al mito de la vida silvestre sin humanos, sino también a un racismo profundamente enquistado. En abril, el periodista estadounidense Peter Greenberg, conductor del programa Tanzania: the Royal Tour de CBS News, calificó a los masáis de “primitivos” mientras paseaba con la presidenta de Tanzania.
Como dijo un masái: “El gobierno de Tanzania no quiere a los masáis porque la gente que viene a gastar aquí du dinero no quiere ver masáis. Antes no nos interesaba el turismo. Pero ahora nos afecta ese turismo de gente que viene con dinero, que no les gustamos y que hace creer al gobierno que si nos desplaza vendrá más genteadinerada».
A comienzos de junio el gobierno tanzano anunció su plan de “elevar” el Área Controlada de Caza de Loliondo a la categoría de Reserva de Caza. En la práctica, implicó la prohibición de viviendas de masáis y del pastoreo. El 8 de junio, docenas de vehículos policiales y unos 700 agentes llegaron a Loliondo para demarcar el área. Sin pausa, el 10 de junio abrieron fuego contra un grupo de masáis que protestaban contra el intento de expulsarlos.
El enemigo dentro de casa
La acción violenta y represiva del gobierno tanzano dejó 2 muertes y 18 hombres y 13 mujeres sufrieron heridas de bala y muchas personas más de machete. El gobierno la emprendió contra de su pueblo, a sangre y fuego. Una docena de personas están detenidas.
En los días siguientes, policías registraron casa por casa las aldeas masáis que se resisten a abandonar su territorio. Hostigaron y detuvieron a quienes consideran que han distribuido imágenes de la violencia o han participado en las protestas. Un anciano de 90 años de edad fue golpeado por la policía que acusaba de haber filmado la agresión. Miles de masáis, también niñas y niños, han huido al bosque.
Otro anciano, impresionado por el feroz ataque, comentó: “Amo este lugar y no estoy dispuesto a irme, porque es mi hogar. Vivo aquí desde que nos expulsaron del Serengueti. Es una tierra excelente con agua suficiente. Es el único lugar del que puedo decir con orgullo a mis descendientes: ‘esto será vuestro».
La brutalidad en Loliondo muestra la verdadera cara de la conservación en Tanzania: violaciones diarias de los derechos humanos de pueblos indígenas y comunidades locales para que turistas ricos puedan cazar o ir de ‘safari’ en las llamadas “áreas protegidas”. Estos abusos violentos son sistémicos. «Forman parte intrínseca del modelo de conservación racista y colonial que prevalece en África y Asia», reseñó Climática.
El gobierno lo niega. Se limita a decir que trata de proteger de la actividad humana 1.500 km2 de los 4.000 km2 de esta zona colindante con Kenia, el Parque del Serengeti y la Reserva Natural de Ngorongoro.
Golpeados y desplazados
La comunidad masái se extiende a ambos lados de Kenia y Tanzania. El gobierno sospecha que los kenianos vienen a apoyar a los que se oponen a su proyecto. Veinte masáis han sido acusados después de que las fuerzas de seguridad dispararon con munición real contra los masáis que se niegan a abandonar su territorio, recoge Africa News.
El ministro de Turismo, Pindi Chana, y el prefecto regional de Arusha, John Mongella, dijeron que la operación de marcado del territorio de los masáis terminó. Entretanto, activistas locales y ONG de derechos humanos han denunciado las operaciones del gobierno en Loliondo. Amnistía Internacional los ha calificado de «desalojo forzoso e ilegal, impactante tanto por su escala como por su brutalidad».
Los opositores han llevado el caso a la Corte de Justicia de África Oriental, que anunció que su fallo, previsto para el miércoles, se pospuso «debido a circunstancias inevitables» que no detalló..
En 2009, miles de familias masáis fueron desplazadas de Loliondo para permitir que una empresa de safaris emiratí, Ortelo Business Corporation, realizara expediciones de caza.
De igual manera, PLAAS denunció la violación de las normas de la Unión Africana y las Naciones Unidas sobre la gobernanza de la tierra. Este Instituto de Investigación de Políticas independiente dentro de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad de Western Cape repudio a la acción oficial. Manifestaron que bajo el derecho internacional no puede haber desarrollos para el turismo de safari de alto nivel, sin el «consentimiento libre, previo e informado» (CLPI) en atención de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas.
Violaciones, más violaciones
El PLAAS, además, asegura que estos principios fundamentales, consagrados en la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, es un derecho exigible en términos de la UNDRIP. La República de Tanzania votó a favor de la UNDRIP y su artículo 10 estipula que “los pueblos indígenas no serán desalojados por la fuerza de sus tierras o territorios. No se llevará a cabo ninguna reubicación sin el consentimiento libre. Previo e informado de los pueblos indígenas interesados. Y previo acuerdo sobre una compensación justa y equitativa y, cuando sea posible, con la opción de retorno”. La realidad es otra. A los masáis su propio gobierno les arrebata su territorio.