Bajo el dominio de internet y las redes sociales, cientos de visitantes del Museo Británico de Londres se toman selfies ante obras y monumentos originarios de sus países y resaltan las apropiaciones ancestrales e indebidas del Reino Unido, el extinto imperio británico. Las reclamaciones formales de los gobiernos de los países saqueados llevan siglos. En la actualidad, se ha despertado con mayor brío, la disputa por la propiedad de los mármoles del Partenón que, en vez de reposar en Atenas, se exhiben en el Museo Británico.
En su densa extensión, el museo custodia más de ocho millones de objetos de todos los continentes. Muchos se encuentran almacenados para su estudio y restauración, guardados por falta de espacio para exhibirlos. Las colecciones abarcan todos los campos de la civilización. Consta de diez departamentos. Tanto en el de antigüedades prehistóricas y romano-británicas como en el de antigüedades medievales se exhiben obras de arte que van desde la Europa prehistórica hasta nuestros días, pasando por la Edad Media y el Renacimiento.
En el departamento de antigüedades griegas y romanas se encuentra la vasija romana de cristal, conocida como Vaso Portland del siglo I. También la copa Warren, el friso del templo de Apolo de Bassae (Grecia), las esculturas del Mausoleo de Halicarnaso, en Turquía y los Mármoles de Elgin. Estos mármoles han caldeado los ánimos y desatan polémicas en todos los tonos y niveles.
El debate público lleva casi dos siglos. Las esculturas y los bajorrelieves, que datan del 447 a.C. al 432 a.C., fueron removidas del Partenón por agentes de Thomas Bruce, un estadista escocés y séptimo conde de Elgin. Lo mismo ocurrió en otros templos en la Acrópolis de Atenas .
Mármoles del Partenón aún en el Museo Británico
Los mármoles del Partenón, que yacen en el Museo Británico, fueron comprados, algunos dicen que saqueados, por Elgin. Durante su tiempo como embajador ante el Imperio Otomano, la potencia ocupante, reseña un reportaje The New York Times.
Los activistas griegos han pedido repetidamente a Gran Bretaña la repatriación de las obras. Argumentan que los turcos eran una fuerza extranjera que actuaba en contra de la voluntad del pueblo al que habían invadido.
Las obras, comúnmente conocidas como los mármoles de Elgin, se exhibirían en Atenas, en un museo especialmente diseñado al pie de la Acrópolis. En mayo, la ministra de cultura de Grecia, la arqueóloga Lina Mendoni, dijo a The Guardian: “Lord Elgin usó medios ilícitos e inequitativos para apropiarse y exportar las esculturas del Partenón. Sin un permiso legal para hacerlo, en un flagrante acto de robo en serie”.
Los funcionarios del Museo Británico han rechazado rotundamente las solicitudes. Respaldado por una sucesión de gobiernos británicos, el museo ha justificado retener los mármoles con el argumento de que Lord Elgin los adquirió legítimamente. Afirma que llevar las reliquias a Londres ayudó a protegerlas del abandono y los efectos corrosivos de la lluvia ácida de Atenas. Y que son parte de un patrimonio compartido de la humanidad y, por lo tanto, trascienden las fronteras nacionales.
Un portavoz del Museo Británico dijo que la institución está abierta a explorar cualquier préstamo potencial. “Con el reconocimiento formal del título del prestamista sobre los objetos y el compromiso de devolver los objetos como condición previa estándar”, aclaró.
Grecia no reconoce ni reconocerá al Museo Británico el título de prestamista sobre los objetos, ni cumplirá con la «condición previa estándar».
Copia robótica de los mármoles del Panteón
Mary Beard, profesora de clásicos en la Universidad de Cambridge y administradora del Museo Británico, está indecisa sobre el reclamo de las estatuas del Partenón. “Veo buenos argumentos para devolverlos y también buenos argumentos para conservarlos”. En su libro El Partenón, publicado en 2002, argumenta que el templo ha pasado a representar el desarraigo, el desmembramiento, el deseo y la pérdida.
“Para mí, las esculturas del Partenón plantean algunas de las preguntas más importantes sobre la propiedad cultural. La propiedad y el lugar al que pertenecen las obras de arte”, dijo a The New York Times,
Roger Michel, director ejecutivo del Instituto de Arqueología Digital, considera que la larga disputa puede resolverse con la ayuda del mecanizado en 3D. Su consorcio de investigación, con sede en la Universidad de Oxford, ha desarrollado un robot con la capacidad de producir copias fieles de grandes objetos históricos.
En 2016, la organización presentó en Trafalgar Square un modelo a escala de dos tercios, hecho en mármol egipcio, de un monumento sirio llamado Monumental Arch of Palmyra, también conocido como Arch of Triumph. El original fue construido por los romanos, le calculaban dos milenios de antigüedad, pero los combatientes del Estado Islámico lo destruyeron sin motivo en 2015.
La tecnología al servicio de intereses crematísticos
Andrea Berlin, profesora de arqueología en la Universidad de Boston, dijo que los esfuerzos del instituto para resucitar antigüedades perdidas podrían tener el efecto de cambiar la relación entre los espectadores de un monumento y lo que representa. El 29 de junio, en un taller en Carrara, Italia, el robot comenzó a tallar una copia de uno de los mármoles del Partenón que se exhibe en el Museo Británico: una cabeza de caballo de tamaño natural.
La copia, elaborada con mármol local, es el prototipo de una pieza tallada en un bloque de mármol extraído en el monte Pentélico. La principal fuente de piedra para la construcción de la Acrópolis. Michel recordó que, una semana después, el robot tallará una copia de un segundo mármol del Partenón: una metopa, o panel esculpido, de la Centauromaquia. Una batalla mítica entre los lapitas civilizados y los centauros bestiales en la celebración de las bodas de Peirthous e Hippodamia.
Michel supone que las copias están destinadas al Museo Británico. “Nuestro único propósito es alentar la repatriación de los mármoles de Elgin. Cuando dos personas quieren el mismo pastel, hornear un segundo pastel idéntico es una solución obvia”, añadió.
Y comentó: «El problema lo constituye la palabra ‘idéntico’ en este contexto. Si tomamos la palabra del Museo Británico, los únicos atributos de los mármoles del Partenón que importan al museo son sus cualidades físicas y la medida en que revelan la historia y la estética de la antigüedad. Todo lo demás, lo impalpable, no es su asunto».
En marzo, luego de que el museo rechazara una solicitud formal para escanear las piezas, Michel y Alexy Karenowska, directora técnica del Instituto, se presentaron en la Galería Duveen del Museo Británico como visitantes. Y recurrieron a tácticas de guerrilla. Mientras el personal de seguridad observaba, utilizaron iPhones y iPads equipados con sensores Lidar y software de fotogrametría para crear imágenes en 3D. Lidar es un tipo de cámara de tiempo que envía ondas de pulsos de luz en un chorro de puntos infrarrojos para medir distancias tan pequeñas como una fracción de milímetro. En tanto, la fotogrametría extrae la información geométrica de una imagen. Y, con fotos superpuestas de un objeto, convierte los datos en un modelo de virtual.
Museo Británico, ¿resguardo o maltrato de mármoles?
Las imágenes tridimensionales de la cabeza de caballo de mármol se cargaron en el robot tallador, que «trabajó» en el prototipo durante cuatro días. Michel señaló que los modelos finales, ambos de mármol pentélico, se completarían a fines de julio, después de lo cual se exhibirán en un lugar aún no revelado en Londres. Este verano espera que el robot fabrique dos copias más y las retoque para mostrar cómo se habrían visto los originales, con las piezas faltantes restauradas y los daños reparados.
A fines de la década de los años treinta, los albañiles del Museo Británico, durante una operación de limpieza mal calculada, desollaron algunos de los mármoles del Partenón. Gran parte de la pátina se eliminó literalmente con cepillos de alambre, cinceles de cobre y carborundo grueso. También conocido como carburo de silicio, es un agente de limpieza abrasivo que se consideraba inapropiado incluso en ese entonces. La intención era frotar el blanco alabastro de mármol color miel para transmitir la perfección clásica.
“Nuestras réplicas tendrán cierto grado de restauración del color, especialmente los tonos de piel. La pintura se aplicará a mano, en colaboración con expertos griegos, para “inmunizar un poco de la crítica académica”, afirmó Michel.
Por tentadora que pueda sonar la propuesta en marcha, algunos arqueólogos que han apoyado la repatriación expresaron inquietud. Señalaron que los académicos han criticado fuertemente el instituto y su modelo de Palmira por la fuente de financiación, por la falta de consulta pública y el tufillo a imperialismo británico.
La devolución sentaría un precedente inquietante
Colleen Morgan, experta en arqueología y patrimonio digital de la Universidad de York, se refirió el esfuerzo del Partenón con varias preguntas. «¿Quién exactamente está pidiendo esta réplica? ¿A qué población le sirve? ¿Cuáles son las implicaciones políticas? Cuando los artefactos se convierten en símbolos del nacionalismo y del poder estatal debemos tener mucho cuidado con quiénes y para quién estamos trabajando, y con qué fin”, alertó.
Lina Mendóni, la ministra de Cultura de Grecia, no respondió a una solicitud de comentarios sobre las obras de imitación.
Bernard Means, director del Virtual Creation Lab de la Virginia Commonwealth University, dijo que solo habría intentado un proyecto de este tipo con la consulta y el pleno apoyo de Grecia. “De lo contrario, el esfuerzo sugiere esa mentalidad colonial, en la que quienes se apropiaron de objetos sin el consentimiento de los pueblos propietarios sienten que tienen derecho a hacer con los objetos lo que les plazca. A menudo bajo la apariencia de ciencia, y aunque sea con buenas intenciones”, argumentó.
El impulso para que las naciones occidentales devuelvan artefactos culturales a sus países de origen ha ido ganando impulso.
Esta primavera, un museo en Palermo, Italia, devolvió permanentemente a Atenas un fragmento del Partenón que muestra el pie de la diosa griega Artemisa. Aunque el gobierno británico ha estado bajo una presión cada vez mayor para que devuelva los mármoles, el Museo Británico ha evitado la conversación.
Sus defensores sostienen que la restitución sentaría un precedente inquietante y que las principales propiedades de los museos en todas partes estarían en peligro.
“Este es un argumento que correrá y correrá”, señaló Daisy Dunn, una clasicista británica. “Es difícil ver cómo se encontrará alguna vez una solución que satisfaga a ambas partes”.
¿Alguna solución? Los británicos no parecen visualizarla
Aunque es poco probable que el Museo Británico ceda los mármoles del Partenón, muchos arqueólogos dicen que el caso para el regreso de las reliquias es fuerte y persuasivo.
“El edificio del que fueron saqueados sigue en pie”, apuntó Tim Schadla-Hall, arqueólogo del University College London que se especializa en la comprensión pública del patrimonio arqueológico.
“Deberían ser devueltos a Grecia”, añadió. «Hoy en día es aceptable un enfoque más relajado de la autenticidad y la mayoría de nosotros ya lo aceptamos como consumidores del pasado».
Producir facsímiles de calidad de las grandes obras escultóricas de la antigüedad y el Renacimiento era una obsesión victoriana, y los museos de Londres están repletos de moldes de yeso de originales clásicos.
Los más destacados son los elevados patios de fundición del Victoria and Albert Museum, que alberga modelos de la Columna de Trajano, el David de Miguel Ángel y la tumba de Enrique VII de Luxemburgo, todos ellos de tamaño real.
Karenowska manifestó que los museos no logran ningún propósito si están llenos de objetos bellamente conservados que solo sirven a los intereses de una minoría académica a puertas cerradas.
“Cuidar los restos materiales del pasado es solo una pequeña parte de la preservación de su memoria y hábitat cultural”, puntualizó. “Cuando miras, o incluso tocas, un objeto antiguo, estás haciendo una conexión con algo que es un testigo físico de un tiempo anterior”.
La cultura occidental tiende a privilegiar los objetos originales, asentó Karenowska, en gran medida por el deseo de establecer conexiones físicas con el pasado. Esta es la razón por la cual Dunn duda que alguna vez se logre una solución que complazca tanto al Museo Británico como al gobierno griego.
Una realidad importante reducida a un cuento
Dum argumentó que el mayor obstáculo es que las palabras «copiar» y «réplica» todavía significan «segundo mejor», incluso si ese no es necesariamente el caso. “Por fuerte que sea el argumento intelectual, la semántica prevalece”, indicó.
Es poco probable que la producción de copias notables termine con el estancamiento de los mármoles del Partenón, agregó. «Es difícil imaginar que alguien que quiera que los mármoles del Partenón permanezcan en el Museo Británico se sienta satisfecho con algo producido en parte por robots, cuando los originales representan para ellos el punto culminante del arte humano.”
¿Se puede convencer al público británico en general de que las copias exactas son tan buenas o incluso mejores que los originales?
Karenowska sugirió que los británicos piensen en las reproducciones como fotografías en 3D. No están allí para pretender ser originales sino, como Colonial Williamsburg en Estados Unidos, para llamar la atención sobre lo interesantes que son esos originales.
Michel citó un pasaje de “The Velveteen Rabbit”, un libro infantil británico de 1922 sobre un conejo de peluche que anhela volverse real a través del amor de su dueño. “Real no es cómo estás hecho”, dice el libro. “Es una cosa que te pasa a ti. Cuando un niño te ama durante mucho, mucho tiempo, no solo para jugar, sino que realmente te ama, entonces te vuelves real”.
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