La pandemia de la COVID-19 ha planteado una manera distinta de encarar la vida en sociedad y se ofrece como la oportunidad de asumir el futuro con nuevas herramientas para lograr un desarrollo sostenible. Ya algunos han dado un paso al frente.
Las medidas de confinamiento para detener la propagación de la COVID-19 han tenido un notable impacto en nuestras vidas y nos han obligado a una planificación distinta del día a día. En algunos centros laborales por primera vez se trabaja en modo teletrabajo. Otros han extendido este sistema a un mayor número de actividades. En la práctica se traduce en cumplir las metas, pero reduciendo el uso de transporte y la emisiones contaminantes.
A nivel más personal también tiene efectos positivos. Nos obliga a ser más cuidadosos y organizados al hacer compras, a privilegiar el consumo en comercios cercanos, a desperdiciar menos alimentos, agua o electricidad. En resumen, a ser más conscientes y creativos.
No es de extrañar que los colectivos que tradicionalmente han sido más proclives a la eficiencia, la planificación, la conciencia ambiental, el uso racional de los recursos, la inventiva y la búsqueda de alternativas estén en la primera línea de la ola de iniciativas para afrontar, con ingenio, los retos que demandan la pandemia y sus efectos. Es el caso de los makers. A primera vista podrían parecer personajes excéntricos, pensados para alguna comedia televisiva. Los hay de todas las edades, hombres o mujeres, que se jactan de tener su casa llena de cables, luces, motores, tarjetas digitales y herramientas de todo tipo.
Son auténticos paladines del conocimiento libre, de la inteligencia colectiva, el reciclaje, la sostenibilidad y la ecoeficiencia, y una particular filosofía: “Hágalo usted mismo”.
Con un poco de ayuda de los amigos –y de internet– están prestos a resolver problemas de su ordenador, red wifi, sistema eléctrico, fontanería, vestido, calzado o gastronomía. Por supuesto, son habilidades que les permiten ahorrarse dinero en reparaciones, servicios técnicos e instalaciones. Pero las ventajas de ser un maker van mucho más allá. Cada vez son más las empresas que advierten el potencial del perfil y los incorporan a su plantilla para que solucionen los problemas más increíbles. La crisis de la COVID-19 se ha encargado de mostrar que su valía es aún mayor.
El valor de hacerlo uno mismo
Los makers trabajan para encontrarle una solución a casi todo. Son una mezcla de creatividad, curiosidad, audacia y conocimientos tecnológicos –la mayoría de forma autodidacta–, que afrontan los problemas con la determinación de perseverar hasta encontrarles solución. Su curiosidad e inventiva los lleva a la manufactura, tecnología, artesanía, carpintería, electrónica… y una larga lista de profesiones y oficios.
La cultura maker se apoya fuertemente en la idea del constructivismo, de la noción de que el aprendizaje es mejor a través del hacer. En el pasado esta fue la técnica fundamental de los artesanos para capacitar a sus aprendices.
La tecnología ha creado un puente para que las comunidades vuelvan a compartir e interactuar cara a cara a medida que las personas se ayudan entre sí. Ahora no es necesario tomar una clase presencial de carpintería o economía doméstica ni tener padres que pudieran enseñar esas destrezas. Existe internet para aprender cocina, manualidades, construcción y mucho más.
El valor del conocimiento colectivo
Además de la inventiva, la curiosidad y ciertas destrezas y habilidades, hay dos aspectos claves para el éxito del maker: la organización y la colaboración. La frase «código abierto» no es solo una palabra de moda en el marketing, sino que también en muchos sentidos representa el futuro. El movimiento de creadores está particularmente interesado en recordarnos que la apertura y el espíritu de compartir son absolutamente esenciales para el progreso continuo.
Con el movimiento en marcha en los lugares más densamente poblados, con personas de todos los estratos sociales, con recursos para adquirir herramientas eléctricas y otras tecnologías, ha disminuido rápidamente el espacio para utilizarlas. En consecuencia, se han creado lugares conocidos como tiendas de hardware de código abierto donde puede trabajar con materiales y equipos para los que podría no tenerse espacio o dinero.
La cultura maker se basa en dos declaraciones principales: Do it yourself (hazlo tú mismo) y Do it together (hagámoslo juntos). Estas aseveraciones ponen en movimiento la maquinaria que aglutina a personas de variados perfiles, unidas por su gusto por la tecnología, la artesanía y el código abierto. Pero por encima de todo, son mentes y manos inquietas.
Su presencia en España
El movimiento maker surgió en Estados Unidos hacia los años 70, pero ya España tiene organizaciones que dirigen y congregan la cultura maker. Estos grupos, muy activos, están poniendo un esfuerzo adicional ahora que la sociedad necesita más de sus habilidades.
Es el caso de MakeSpace de Madrid, una asociación sin ánimo de lucro dedicada a la fabricación digital que ofrece “un espacio donde crear, aprender y compartir conocimientos”. La integran entre 55 y las 60 personas.
“Los miembros del espacio tienen como derecho acceder cuando está abierto y hacer uso de la infraestructura que saben utilizar. Como obligaciones, velar por su seguridad y la del espacio. Cuando realizan una actividad en MakeSpace deben cuidar del espacio y las herramientas como si fueran de su propiedad. Además, nos comprometemos a ayudar en todo lo posible a las tareas de mantenimiento del espacio y su gestión”, manifiestan en su sitio web.
Frente a la pandemia
Su amor por los retos les ha hecho dar un paso al frente por la crisis sanitaria. Así surgió Coronavirus Makers, una red de más de 20.000 investigadores, desarrolladores, ingenieros que tienen la solución para atender las necesidades de material contra la pandemia: respiradores, viseras, mascarillas, electroválvulas, entre otros suministros sanitarios de emergencia. Cuentan con el apoyo de instituciones y empresas.
El esfuerzo constituye, además, un ejemplo del espíritu de organización y colaboración de la cultura maker. La agrupación no solo cuenta con el esfuerzo de los entusiastas voluntarios españoles, sino que adicionalmente comparten conocimiento de manera libre con quienes lo necesiten. También intercambian experiencias con iniciativas similares como Coronavirus Tech Handbook, Open Source Ventilator, Open COVID-19, Crowd fight COVID-19, y Open Source mask, por citar algunas.
Oportunidades laborales
La fuerte capacidad de adaptación a circunstancias cambiantes, la propensión al trabajo en equipo y la disposición a buscar soluciones colocan a los makers en una posición preferente para los empleadores que buscan identificar a los trabajadores con mayor potencial.
Una sencilla búsqueda de ofertas laborales muestra un patrón de términos que se repite casi invariablemente en cualquier país: tecnologías, ingenierías, ciencias, internet, digital, inteligencia artificial, robótica, cambio climático, teletrabajo, etc. Otras, más allá de lo estrictamente cognitivo, apuntan a personas creativas, innovadoras, colaborativas, capaces de trabajar en equipo, dispuestas a aprender y compartir conocimientos, adaptables y abiertas a los cambios.
No es necesario realizar una investigación exhaustiva para anticipar que la oferta más “apetecible” para el mercado laboral global será liderada por personas con habilidades asociadas a las ciencias, las tecnologías y la innovación, pero además con potencial para encajar en un mercado que cambia con mucha rapidez. La economía digital/colaborativa/creativa está logrando gran relevancia en el desarrollo de las sociedades. Y es aquí donde, a diferencia de lo que ocurría hasta unos pocos años, el personal más idóneo parece surgir de un movimiento alejado del sistema educativo y proclive a conseguir respuestas antes de que alguien haya formulado la pregunta.
Su uso en la educación
A pesar de estas realidades, el sistema educativo se queda de manera recurrente a la zaga cuando se compara con el ventajoso método de aprendizaje-enseñanza de los makers. Pero, ¿cuáles son los beneficios de integrarlo a la educación?
El impacto se centra en cuatro aspectos principales:
- Poseen competencias que están asociadas al enfoque STEAM (es decir, en ciencia, tecnología, ingeniería, arte y matemáticas).
- Su aprendizaje está potenciado con tecnologías.
- Poseen competencias denominadas del siglo XXI.
- Cuentan con aspectos de identidad e inclusión social en el marco de la ciudadanía digital.
Premiar estos aspectos en la educación propiciaría claras ventajas para la inserción laboral. Y no solo en términos tradicionales de conseguir un empleo, sino también en el campo de la investigación y desarrollo, del emprendimiento y las pymes.
Si bien el movimiento maker ha surgido fuera de las aulas –como en su momento el concepto de soft skills–, hay casos exitosos de trasvase al contexto educativo. Una tendencia innovadora que supone el protagonismo creativo de los alumnos para diseñar, construir y dar forma a sus ideas. Sus herramientas más valiosas son la capacidad de pensar de una manera distinta: buscar soluciones en lugar de ver problemas. Si algo no funciona, encuentra la manera de hacerlo mejor, de hacer que funcione, de buscar una alternativa. No en balde ya se ha dicho que los makers serán los protagonistas de la cuarta revolución industrial. No es simplemente un usuario de tecnología, se adueña de ella. Su secreto es que lograron pasar del departamento de “quejas y reclamaciones” al departamento de “vamos a hacer algo”.
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