Arthur Schopenhauer con toda razón decía que hay que pensar como minoría y hablar como mayoría. La suma de dos palabras, tomadas de la biografía de Golda Meir, vino a mi mente cuando pensé en el título de este artículo: judíos y progrom, y también el terror que padecieron, en su natal Kiev, ella y su familia durante los primeros ocho años de su vida:
Era un sentimiento que habría de volver a experimentar muchas veces a lo largo de mi vida, el miedo, la frustración, la conciencia de ser diferente y la profunda e instintiva convicción de que, si quería uno sobrevivir, era preciso emprender personalmente una acción eficaz al respecto.
Esa convicción de la que habla la Dama de Hierro, como la bautizaron sus seguidores en Israel, era el camino. El individual de la superación personal, en un principio, y la acción organizada y colectiva, después de una larga vivencia para enfrentarlo y vencerlo. Ese es el único medio que queda a los miembros de las minorías: hacer sentir su voz y sus derechos para poder ser protagonistas de su propia historia.
Los judíos: emblema de grandeza
He sentido toda mi vida una profunda admiración por el pueblo judío: su entereza para resistir, su capacidad para aprender, su espíritu de cuerpo para sobrevivir, la inmensa confianza en su destino y la enorme voluntad para prosperar, me resultan envidiables como colectividad humana digna de exaltar y reproducir.
La historia del pueblo judío está plena de actos heroicos y sublimes a imitar por la mayoría de las minorías que hoy se multiplican en el mundo, en una compleja trama siempre muy difícil de predecir, en un mundo atolondradamente cambiante. No para definitivamente lograr el establecimiento de una nación, pero sí para reivindicar los espacios y derechos, cuando en justicia los merezcan.
La existencia de las minorías es una realidad tan antigua como la historia de la humanidad. Desde que se impusieron los imperios el tema siempre ha estado en la agenda política. Muchas partes del mundo han sido una combinación diversa y múltiple de culturas y etnias de alta complejidad.
En materia internacional —dice la RAE— minoría es parte de la población de un Estado que difiere de la mayoría de la misma población por la raza, la etnia, la religión, la lengua y yo agregaría, las costumbres y las preferencias sexuales.
En 1997, el Minority Right Group publicó el World Directory of Minorities en un libro de 840 páginas con una lista de los varios miles de grupos minoritarios, pueblos indígenas y agrupaciones de distintas características que existen.
Las minorías constituye uno de los temas político-culturales más álgidos hoy para políticos, intelectuales, investigadores de distintas especialidades y diplomáticos. Es uno de los asuntos más complejos, explosivos y difíciles.
El excelente ensayo La invención de las minorías: las identidades étnicas en el mundo globalizado de José Bengoa resulta de mucha utilidad para introducirnos en el asunto.
La diversidad cultural se plantea hoy día como uno de los mayores desafíos del siglo XX. Un mundo cada vez más interconectado requiere al mismo tiempo mayores niveles de respeto… Existe a un mismo tiempo la obsesión por la mundialización y concomitante con ello, la obsesión por las identidades locales… Prácticamente todos los conflictos actuales en el mundo tienen un elemento étnico involucrado.
Dos tendencias fundamentales forcejean para imponer preeminencia. La objetiva, llamada también sustantivista, que considera solo factores estrictamente objetivos y la constructivista,que es una mezcla de ambos, objetivos y subjetivos, cuyo principal factor de reconocimiento es la autoconciencia de pertenencia a esa minoría.
Pareciera —dice Bengoa— que la cuestión étnica principalmente, al no existir otra mediación distinta a la lucha de clase, se convirtió en un escenario muy proclive a la violencia irracional.
Tengo la impresión de que el marxismo se hizo bandera de todas las causas perdidas de América Latina para alejarlas más de sus soluciones no para aproximarlas. Consiguió, gracias a la vehemencia y violencia de quienes lo predicaban, ser un virus terrible que hizo de la vida tiempo perdido para varias generaciones.
La emergencia de las minorías
Tres factores fundamentales han hecho que el tema de las minorías recobre vigencia y resonancia mundial. En primer lugar, el fin del comunismo y el triunfo de la globalización. La expansión planetaria del capitalismo y del proceso de producción, distribución, y consumo de bienes, servicios y productos culturales hizo del mundo un solo mercado.
Con la revolución digital, las redes han unificado gustos, usos y costumbres en todas las urbes de las grandes ciudades. Hoy los jóvenes tienen más afinidades en común con sus iguales en América, Asia y Europa que con sus padres en sus respectivos Estados. Existe la tendencia a crear un solo perfil de ciudadano del mundo producto del triunfante modelo democrático liberal y el libre intercambio.
En segundo lugar, el Estado-nación se ha debilitado y las nacionalidades han empezado a sentir temor de que se les imponga, como un corsé, el modo de vida occidental. Paradójicamente, la mundialización ha hecho sentir que las grandes potencias, las gigantes corporaciones tecnológicas y los consorcios financieros tienen la última palabra sobre los grandes problemas y decisiones en el orden global.
La globalización es vista como una amenaza a la que reaccionan las comunidades locales y los Estados, en ocasiones con violencia irracional. Especialmente, si hay sectores e individuos que convierten las diferencias raciales, étnicas, religiosas y de género en caldo de cultivo para exacerbar diferencias políticas. “Como agentes o empresarios del terror étnico”, al decir de Bengoa.
En tercer lugar, el mecanismo de la asimilación que hasta bien entrado el siglo XX sirvió para tratar a las minorías y, a su vez, de contención a la diversidad etnosocial que los Estados consideraban peligrosa –en lo que coincidían la mayoría de las versiones políticas en su momento–, se encontró una nueva realidad superior a cualquier acto de voluntad política, de acuerdo con Bengoa: “La existencia de un mundo cada día más multicultural”.
Pocos dirigentes políticos se oponen públicamente al multiculturalismo, una realidad tan evidente como el despertar cotidiano del sol. De manera cobarde y disimulada, maquillan sus argumentos con pretextos de seguridad y de exaltación de supuestos e imaginarios valores nacionales, al igual que las minorías de género que esconden debilidades personales relativas a su condición sexual, y por miedo o complejos no se atreven a mostrarla en público.
Tres generaciones de minorías
El útil ensayo de Bengoa considera que tres corrientes o generaciones de minorías se han creado o son un continuum solapado en el mundo moderno. La primera, resultado de la Primera Guerra Mundial y el fin de los imperios ruso y austrohúngaro, que provocó la aparición de muchas naciones pluriétnicas, plurirreligiosas y plurilingüísticas.
La Sociedad de Naciones dejó en suspenso muchas soluciones y reconocimientos. A esta corriente pertenecen los grupos minoritarios judíos, eslovenos, croatas, romas, húngaros y miles de otras denominaciones del espectro euroasiático.
La segunda generación de minorías es el resultado de corrientes creadas antes, durante y después la Segunda Guerra Mundial con la ruptura de los sistemas coloniales. Los Estados coloniales habían agrupado, de modo subordinado y sometido, diversas sociedades y grupos minoritarios. De esas minorías, las más emblemáticas son las de África, que han adquirido una complejidad altamente significativa. Un grupo étnico, en detrimento de otros, se ha apropiado de la mayor parte de los Estados.
Estas minorías confrontadas corresponden al tratamiento dado –sin mucho éxito– por la Organización de Naciones Unidas, al igual que la Sociedad de Naciones dirigidas a encontrar rutas pacíficas a negociaciones factibles de feliz término para las minorías en conflicto.
En el caso de la tercera generación, la globalización, como fenómeno multidimensional, ha venido a poner en cuestión la manera convencional de concebir la integración de las sociedades al Estado nacional. Esto ha conllevado una redefinición cuya principal característica es la búsqueda y aceptación de múltiples adscripciones o identidades.
Se trata, al decir de Bengoa, de una combinación de afirmaciones: la afirmación de adscripción al grupo minoritario. Es decir, la afirmación de pertenencia al Estado Nacional y, simultáneamente, la afirmación de pertenencia a un sistema globalizado.
En estas minorías se incluyen los movimientos migratorios y el de las minorías sexuales y de género, que constituyen el foco de atención como fenómenos emergentes muy complejos por su veloz expansión y la relevancia que han tomado a partir de la globalización.
Las minorías indígenas de América Latina
En cuanto a la cuestión indígena, en América Latina estuvo silenciada durante todo el siglo XIX. A ese largo periodo lo hemos denominado –con Bengoa– el silencio del indio. Entonces, la política de los Estados fue de asimilación total; la de los indígenas, de silenciosa resistencia.
Las tesis que acompañaron al Estado fueron asimilacionistas. América es el melting pot de las razas, se afirma, y de la raza cósmica que sedujo a Vasconcellos y a la revolución mexicana. Las voces en defensa del indio no tenían como otorgarles derechos especiales para que se incorporaran a la ciudadanía nacional. No. Se trataba de limitar la diversidad a través de la integración. En eso ha consistido, hasta la fecha, la política indígena e indigenista en prácticamente todo el continente.
De las voces silenciadas y olvidadas surgirá la nueva definición de las minorías indígenas y de los objetivos de sus luchas en los nuevos escenarios globalizados y de dominio digital. Minorías que deberán seguir, en un principio, la ruta individual de la señora Meir, sin esperar al político de oficio.
Escoger el camino de la escuela elemental y, después, de la secundaria hasta alcanzar un título universitario o técnico. Preparado para vencer, ayudar a los rezagados y competir entre los mejores. Abandonar los bohíos o el rancho y buscar la superación de acuerdo con la vocación de cada uno. Solidarios y fraternos con pasión judía, no hay otra forma de ayudar a las minorías.
La única manera de que sobreviva la tradición es que se preserve la voluntad y la inteligencia de muchos en la obra que inmortalicen los que cristalicen exitosamente el intento de reproducir lo mejor de sus costumbres y sus logros.
En Venezuela, ha habido seres humanos que lo hicieron en grande por las minorías indígenas, como el paisano Nemesio Montiel Fernández, primer antropólogo wayuu, a quien los de nuestra raza deben estar motivados a imitar. Como Nemesio habrá otros en el continente.
Las minorías deben formarse para darle un viraje a la utilización de las nuevas tecnologías y ponerlas al servicio de valores humanos. Es hora de empezar a trabajar, no para conquistar un territorio, sino para darle relevancia a la espiritualidad y a la naturaleza.
La tarea es incorporarse con roles protagónicos en la cultura dominante y aprender de lo mejor y los mejores. Reasignar una nueva valoración y una participación más proactiva a los indígenas en la construcción de la nueva ciudadanía en lo que se ha dado en llamar minorías de tercera generación en la era de la globalización y de la revolución tecnológica digital.
No esperemos mucho del Estado ni de los promotores del espectáculo político ni de sus actuaciones de payasos de circo de pueblo y paleros de la democracia. La vida, las ideas y la solución de los problemas de nuestro tiempo está en manos de la sociedad civil, de cada individuo, de cada uno de nosotros. Es la hora de despertar y de empezar.