Por Iñigo Aduriz
«Somos como grandes jarrones chinos en apartamentos pequeños. No se retiran del mobiliario porque se supone que son valiosos, pero están todo el rato estorbando«. Felipe González describía con esta frase el papel que a su juicio mantienen los expresidentes del Gobierno una vez que abandonan sus posiciones de poder. Tanto él como sus sucesores al frente de la Moncloa se han encargado de confirmar esa teoría con las distintas declaraciones o acciones que les han dedicado a sus respectivos partidos y a los dirigentes de estos.
El último en ‘estorbar’ a la formación de la que es presidente de honor ha sido José María Aznar. El lunes, el que fue jefe del Ejecutivo de 1996 a 2004 se preguntaba si el hecho de que los electores catalanes hayan preferido a Ciudadanos en lugar de al PP haya podido ser porque la ciudadanía percibe que la formación que preside Albert Rivera defiende mejor el orden constitucional. Ante esa teoría Aznar advertía del riesgo de que Ciudadanos “le pueda arrebatar el centro-derecha al PP”, lo que ha provocado una nueva polémica interna en las filas populares, que se han apresurado a tratar de situar el foco en la connivencia –o incluso el “noviazgo”, según las palabras del portavoz parlamentario del PP, Rafael Hernando– entre Ciudadanos y el PSOE.
No era ni mucho menos la primera vez en la que Aznar situaba en un brete a su partido y a su sucesor al frente del mismo, Mariano Rajoy. El expresidente ha puesto en tela de juicio las estrategias de los populares prácticamente desde que dejó su cargo al frente del PP en 2004. Uno de los dardos más recientes de Aznar contra la gestión de Rajoy se lo lanzaba en enero, en plena polémica abierta después de que el extesorero del PP Luis Bárcenas asegurara que el hoy presidente del Gobierno “conocía la contabilidad B” del partido. En ese momento las expectativas de voto de los populares se encontraban por los suelos, y Aznar se preguntaba si eso se debía a una falta de motivación por parte de sus líderes, lo que provocó un importante revuelo interno en la formación conservadora. “¿Dónde está el PP? ¿Aspira a ganar las elecciones?”, se preguntaba.
La “vocación mayoritaria” del PSOE
Apenas dos años después de la histórica victoria del PP de Rajoy en las elecciones, Aznar también cargaba contra la política económica y fiscal puesta en marcha por el Ejecutivo de su partido, que había supuesto una subida de impuestos muy criticada por el ala más liberal de los populares. En una entrevista en televisión volvía a dar lecciones a su sucesor: «España necesita una profunda reforma fiscal. El proceso de castigo a las clases medias está siendo muy fuerte. Necesitamos recuperar el impulso económico. Espero que nadie dude de que nosotros hicimos en 1998 una gran reforma fiscal y bajamos los impuestos. Lo digo porque algunos de los que lo hicieron entonces ahora lo dudan«, aseguraba.
Los dardos contra quienes les han sucedido en sus cargos no son patrimonio exclusivo del expresidente del PP. El propio Felipe González que acuñó la teoría de los jarrones chinos no ha dejado de morderse la lengua desde que abandonó la primera línea de la política. Uno de los principales afectados por el desparpajo del expresidente socialista fue precisamente el que fue uno de sus ministros más fieles: el exsecretario general del PSOE Alfredo Pérez Rubalcaba. Ya en diciembre de 2012, apenas un año después de que los socialistas sufrieran su peor derrota en las urnas, González le lanzaba al entonces líder socialista un mensaje muy claro respecto a los ánimos internos del partido: “El PSOE no tiene una vocación mayoritaria”, aseguró. Se lo dijo a la cara, durante un diálogo con motivo del 30 aniversario de su triunfo –el de González– en las elecciones generales de 1982, y Rubalcaba no quiso responderle al menos públicamente.
Sobre la ‘gran coalición’
Otro de los quebraderos de cabeza que le produjo el sevillano a Rubalcaba tuvo que ver con la polémica generada a principios de 2014 en torno a una posible ‘gran coalición’ entre PP y PSOE, que muchos presentaron como única opción para hacer frente a la importante fragmentación del voto y al final de bipartidismo que auguraban las encuestas. La idea de ese gran pacto no hacía más que minar las ya maltrechas expectativas de voto de los socialistas, y Rubalcaba se esforzaba comparecencia tras comparecencia en recalcar que esa coalición nunca se produciría. Entonces llegó González, y en otra entrevista televisiva aseguró respecto a la gran coalición: “Si el país lo necesita lo deben hacer”. Ante la contestación de sus compañeros de filas el expresidente tuvo que esforzarse por remarcar esa condicionalidad, ese “si el país lo necesita” durante los días posteriores a la mencionada entrevista.
De estos desencuentros no se libra otro expresidente, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero. Dada su discreción, no habitual entre sus predecesores, quien ocupó la Moncloa de 2004 a 2011 no se caracteriza por sus declaraciones ni por sus frases lapidarias contra su partido o incluso contra el Gobierno. Pero Zapatero sí protagonizó un acto de traición –así fue considerado por gran parte de los socialistas– cuando en pleno auge de Podemos, en diciembre de 2014, mantuvo una cena con Pablo Iglesias e Íñigo Errejón acompañado del expresidente del Congreso de los Diputados, José Bono, en la casa de este último. El exjefe del Ejecutivo no avisó de este encuentro al ya entonces líder del PSOE, Pedro Sánchez. Le avisó después de que se produjera, lo que provocó un largo periodo de tensión entre ambos.