España cuenta con más de 1.500 humedales de 0,5 hectáreas, pero según WWF tan solo 320 están incluidos en el inventario de zonas húmedas y apenas 74 están protegidos por el convenio Ramsar.
Simplemente son cifras, números fríos, pero de un impacto difícil de imaginar: el 83% de la biodiversidad se ha perdido en ecosistemas de agua dulce en las últimas cinco décadas en el mundo. Y el 81% de las poblaciones de vertebrados. El 60% de los ríos, humedales y acuíferos europeos se encuentra en mal estado. El 87% de los humedales ha desaparecido desde el año 1700 y el 64% desde 1900. El 12% de las especies conocidas habita en estos espacios, de los que dependen más de 1.000 millones de personas para vivir.
Cuando se hace el ejercicio mental de lo que eso significa uno puede darse cuenta de la importancia que tienen para la supervivencia del planeta. Pero ¿qué se entiende por humedales? Distintas bibliografías se refieren a ellos como ciénagas, pantanos, esteras, marismas o lagunas.
De acuerdo con el convenio Ramsar (forma abreviada de la Convención Relativa a los Humedales de Importancia Internacional, especialmente como Hábitat de Aves Acuáticas), firmado en la ciudad iraní del mismo nombre el 2 de febrero de 1971 y que entró en vigor el 21 de diciembre de 1975, un humedal es «una zona de la superficie terrestre que está temporal o permanentemente inundada, regulada por factores climáticos y en constante interrelación con los seres vivos que la habitan».
Se trata de terrenos húmedos que se forman cuando el agua se acumula en áreas bajas por no poseer un buen drenaje, con el elemento clima jugando un rol muy destacado. Se convierten en zonas de transición entre tierras secas y cuerpos de agua, un hábitat para seres vivos. Flora y fauna encuentran allí sus medios para sobrevivir.
También algunas agencias le definen como áreas con agua encima o cerca de su superficie por siete o más días consecutivos. A mí me gusta esta: «Donde se unen el agua y la tierra hay una fuente de vida: los humedales«. Pertenece a WWF y es una definición sencilla pero contundente.
Un hogar para la biodiversidad
Lo que no deja lugar a dudas es que los humedales son vitales para la subsistencia humana y para innumerables especies vegetales y animales. A excepción de la Antártica se encuentran en todo el planeta y su tamaño puede ir desde un pequeño espacio en una finca o hato hasta ocupar cientos de kilómetros.
Aunque la definición puede variar de un autor a otro, o de una agencia a otra, hay tres características fundamentales: espacio de tierra húmedo a mojado, con capacidad para retener agua y con la presencia de plantas de agua.
La lluvia es la fuente principal de agua en muchos humedales, pero hay otros que se nutren en forma periódica de ríos o lagos que se desbordan. Una tercera es el agua subterránea, que fluye por debajo de la tierra y en ocasiones sale a la superficie. Sea cual sea el origen del agua, la función de todos los humedales es similar: actuar como filtros naturales que purifican, rellenar acuíferos que nos proveen de agua para el consumo humano, proteger de inundaciones causadas por ríos y ser un hogar para la biodiversidad. Se calcula que el 12% de todas las especies conocidas viven en humedales de agua dulce.
El Centro para las Tecnologías Educativas de Estados Unidos señala que todos los tipos de humedales, sin importar su localización, son áreas muy interesantes en las cuales las capas de la Tierra se relacionan.
«Muchos microorganismos y plantas en la biosfera filtran toxinas y el exceso de nutrientes no utilizados de la hidrosfera, a medida que el agua fluye a través de los humedales. Este efecto de filtración es solo una de las muchas funciones importantes que tienen en la naturaleza. Los ciclos ambientales que ocurren en cada una de estas esferas están bien relacionados entre sí. Debido a que todo lo que vive necesita agua, el ciclo del agua a través de los humedales afecta directamente los ciclos biológicos de especies únicas de microorganismos, plantas y animales que allí viven».
No obstante su importancia para los ecosistemas se menosprecia e incluso algunos se pueden relacionar con reservorios de agua que pueden ser foco de enfermedades. Y por planteamientos como ese terminan desapareciendo y dando paso a desarrollos urbanos, agrícolas e industriales. También pueden ser víctimas de la sobreexplotación de la tierra por parte del hombre o de la misma contaminación.
Ecosistemas sin protección
Los humedales son uno de los ecosistemas más maltratado del planeta e históricamente las personas han tratado de administrarlos de la forma que han considerado conveniente. Pero eso no significa que sea la correcta. Han intentado drenar sus aguas y rellenar el terreno para el cultivo o para construir edificios o centros comerciales.
También se han levantado diques y canales para satisfacer las necesidades de agua, pero ese cambio en el flujo de la corriente no solo genera que se sequen los humedales sino que comienza una reacción en cadena en toda la fauna y flora, que al final desaparecen pues su hábitat fue destruido.
España no es la excepción a esta realidad, pese a ser el país europeo con mayor diversidad. Cuenta con más de 1.500 humedales mayores de 0,5 hectáreas, pero según WWF tan solo 320 están incluidos en el Inventario español de zonas húmedas y apenas 74 están protegidos por el convenio Ramsar.
Si casi el 80% no está incluido en ese inventario, la pregunta puede ser muy lógica: ¿Cómo proteger algo que se desconoce?
El uso no sostenible e ilegal de agua para la agricultura, la contaminación, el desarrollo urbanístico y la construcción de nuevas infraestructuras los empujan año a año, día a día, hacia una terrible realidad. Los del parque nacional Doñana, los del Delta del Ebro, el Mar Menor, Las Tablas de Daimiel o los de Baleares son un ejemplo de que todo no está bien.
Cinco humedales críticos en España
El Parque Nacional y Natural Doñana cuenta con una privilegiada situación demográfica entre el Atlántico y el Mediterráneo, entre dos continentes, en el que convive un sinfín de especies animales y vegetales. Se considera la mayor reserva ecológica del planeta y es Patrimonio de la Humanidad. A lo largo del año se pueden observar más de 300 especies diferentes de aves. Es un lugar de paso, cría e invernada tanto de especies europeas como africanas. Diferentes instituciones científicas en su interior velan por su desarrollo, que tiene en las extracciones de agua de su acuífero para regadíos su principal problema.
El Delta del Ebro tiene el foco de sus problemas en la prácticamente nula llegada de sedimentos. De acuerdo a SEO/Bird Life el 99% de los que deberían llegar al Delta quedan atrapados en los más de cien embalses de la cuenca, lo que también implica una reducción extrema de los caudales de agua. La subida del nivel del mar como consecuencia del cambio climático exacerba el estado de criticidad.
Las Tablas de Daimiel fue declarado Parque Nacional en 1973. En ese momento obtenía su agua de tres fuentes: el río Guadiana de agua dulce, el río Gigüela agua salada y el acuífero 23, lo que generaba un ecosistema excepcional. Hoy el acuífero del que depende acumula un déficit de 1.125 hectómetros cúbicos con respecto al nivel del año 1980 y apenas un 25% de las áreas de este humedal que deberían estar inundadas (1.750 hectáreas) lo están. El ecosistema manchego está «amenazado por la sequía y la sobreexplotación agrícola. Estamos trabajando para acabar con los pozos ilegales y para mejorar las prácticas de riego en la zona», señala WWF.
El Mar Menor pasó de ser un patrimonio natural a un grave problema medioambiental. La práctica descontrolada de la agroindustria al enviar nitratos a la laguna del Mediterráneo, las aguas negras de los municipios y la emisión de metales pesados le envenenan. También la contaminación por los abonos de la agricultura intensiva y el urbanismo desaforado acaban con la mayor laguna salada de Europa.
Los de Baleares experimentan una conservación desigual dependiendo de su tamaño, de si es público o privado. Tras largas reivindicaciones ecologistas, las grandes zonas húmedas han sido declaradas espacio natural protegido. No ocurre lo mismo con las zonas húmedas menores. Según WWF, «en Baleares, dos tercios de los humedales son de menos de dos hectáreas. Son los de pequeño tamaño los menos protegidos. Por ejemplo, son humedales que en verano se convierten en ‘aparcamiento’ junto a las playas, lo que acaban suponiendo su destrucción. Se cuenta con poca información sobre ellos. Muchos no cuentan con figuras específicas de protección y se destruyen con facilidad sin que las autoridades competentes sean conscientes».
El mismo Fondo Mundial para la Naturaleza propone, entre otras acciones para su conservación, promulgar un decreto balear de protección de zonas húmedas, completar el catálogo de Zonas Húmedas del Plan Hidrológico e incluirlo en el Inventario Nacional de Humedales.
Por constituir reservas de hábitats, filtrar nutrientes y mantener la calidad de las aguas, modular el clima y preservar el paisaje, los humedales tienen un extraordinario valor para la vida y el funcionamiento de los ecosistemas.
No puede haber dudas de su importancia para el planeta y de la necesidad de salvarlos. ¿Es esa la intención del hombre, industrias y autoridades? Pareciera que hasta ahora no ha sido tan así.
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