Pese a los logros de la ciencia y las políticas de salud y bienestar público, es improbable que en este siglo la esperanza de vida promedie la centuria
Superar la barrera de la centuria como promedio de vida humana hace tres décadas parecía posible. Las estadísticas demostraban que gracias a la ciencia se avanzaba en ese sentido a pasos sorprendentes. Pero un nuevo estudio, publicado en la revista Nature Aging, comprobó que ese proceso se ha ralentizado. Aunque son optimistas y consideran que ese tope es “de cristal”.
Hace poco se hizo viral un video de un hombre de la india que decía tener 188 años de edad. La información luego fue desmentida. Aclaraban que era un santón de la India, llamado Siyaram Baba, de apenas 110 años. En la actualidad, el hombre de más edad es el británico John Tinniswood con 112 años, y la mujer más longeva es la japonesa Tomiko Itooka, de 116. Todos lejos del histórico récord de la francesa Jeanne Calment, quien cumplió 122 años antes de fallecer en 1997. Marcó un hito en la esperanza de vida.
Límites de la longevidad
Los límites de la longevidad humana han fascinado a científicos y mundanos por igual. A lo largo de la historia, la esperanza de vida ha experimentado fluctuaciones significativas. La pregunta sobre cuánto más pueden vivir los humanos es relevante en la ciencia, el envejecimiento y la salud pública. Especialmente porque tiene implicaciones significativas en las políticas sociales, sanitarias y económicas.
Los avances en salud pública y medicina del siglo XX propiciaron un aumento exponencial de la longevidad. Un fenómeno conocido como «extensión radical de la vida». Pero, a finales del siglo XX, surgió la hipótesis de la «esperanza de vida limitada». La idea de que se había alcanzado un techo biológico. Que más incrementos serían cada vez más difíciles de lograr.
La hipótesis de la esperanza de vida limitada plantea como inexorable el envejecimiento. Que, pese a los avances médicos, limita nuestra longevidad. La hipótesis de la prolongación radical de la vida sostiene en cambio que la continua investigación y el desarrollo tecnológico nos permitirán superar los límites biológicos y alcanzar edades cada vez más avanzadas.
Tres décadas, diez países
Históricamente, la esperanza de vida al nacer de los humanos se mantuvo en niveles bajos, entre 20 y 50 años, hasta mediados del siglo XIX. Aunque mejoró lentamente, las pandemias y enfermedades continuaron afectando la esperanza de vida.
No fue hasta principios del siglo XX que los avances en salud pública y medicina desencadenaron una revolución de la longevidad. Con un rápido aumento en la esperanza de vida al nacer de aproximadamente 3 años por década.
Hito transformador que comenzó con una reducción en la mortalidad a edades tempranas. Continuó más tarde en el siglo XX con mejoras en la mortalidad en edades medias y avanzadas.
En 1990, se planteó la hipótesis de que la humanidad se acercaba a un límite superior de esperanza de vida en las poblaciones de larga vida. Con una tasa de mejora que se desaceleraría en el siglo XXI y probablemente no superaría los 85 años. Aunque hay quienes argumentan que los avances en medicina y biología podrían aumentar la esperanza de vida radicalmente.
En ese contexto se realizó el estudio de la Universidad de Illinois Chicago (UIC). Utilizó métricas demográficas estándar de supervivencia. Analizaron los indicadores en ocho países con poblaciones longevas. Desde aproximadamente 1990 hasta 2019, para determinar qué hipótesis sobre la longevidad humana está mejor respaldada por los datos.
Los países que se analizaron fueron Hong Kong, Japón, Corea del Sur, Australia, Francia, Italia, Suiza, Suecia y España y en los Estados Unidos y Hong Kong. Los datos mostraron que el aumento de la esperanza de vida se había desacelerado drásticamente en todas las regiones. Incluso en los Estados Unidos, donde la esperanza de vida disminuyó.
Más cerca de lo esperado
La idea de vivir hasta los 100 años ha cautivado la imaginación popular. El nuevo estudio desafía esta expectativa. Plantea que los límites biológicos de la vida humana podrían estar más cerca de lo esperado.
Según el análisis liderado por S. Jay Olshansky, autor principal y miembro de la Escuela de Salud Pública de la UIC, el aumento de la longevidad humana se ha desacelerado significativamente en las últimas décadas. Lo que sugiere que alcanzar la edad de 100 años puede ser más difícil de lo que se estimaba.
Históricamente, la esperanza de vida aumentó a un ritmo lento de un año cada siglo o dos durante los 2.000 años anteriores al siglo XX. Gracias a los avances en salud pública y medicina, la esperanza de vida promedio aumentó drásticamente en el siglo XX, con un promedio de tres años adicionales por década.
El período de prolongación radical de la vida llevó a algunos investigadores a extrapolar la tendencia y sugerir que la mayoría de las personas nacidas después del año 2000 sobrevivirían hasta los 100 años. Como el famoso demógrafo James Vaupel.
Pero la perspectiva fue cuestionada en 1990 por Olshansky y sus colegas, quienes argumentaron que los humanos estaban alcanzando un techo biológico de aproximadamente 85 años.
Retrasar el envejecimiento
Explican que los mayores aumentos de la longevidad ya se produjeron gracias a la lucha contra las enfermedades. Lo que deja a los efectos nocivos del envejecimiento como principal freno para extender aún más la vida humana.
«Ahora debemos centrarnos en los esfuerzos para retrasar el envejecimiento y prolongar la esperanza de vida», afirma el profesor de epidemiología y bioestadística S. Jay Olshansky.
De acuerdo con los resultados del análisis, los niños que nacen en las regiones con mayor población de edad tienen pocas posibilidades de llegar a ser centenarios. En el mejor de los casos, se predice que solo el 15% de las mujeres y el 5% de los hombres de las zonas más ancianas llegarán a los 100 años este siglo.
El autor del estudio advierte que, si se está planeando la jubilación, no debería darse por sentado que se llegará a los 100 años. «Probablemente tendrías que trabajar al menos 10 años más de lo que crees», dijo Olshansky..
A juicio de los autores del estudio si los 100 se convierten en los nuevos 80, se necesitan medicamentos nuevos y radicales que retrasen el proceso de envejecimiento. En lugar de mejores tratamientos para enfermedades mortales comunes como el cáncer, la demencia y las enfermedades cardíacas.
Lo máximo que vamos a vivir
Destacan en su artículo publicado en Nature Aging, que entre 1990 y 2019 la esperanza de vida en las regiones más longevas aumentó en promedio apenas 6,5 años. Las niñas nacidas recientemente en las regiones tienen solo un 5,3% de posibilidades de llegar a los 100 años. En el caso de los niños es de un 1,8%.
Para Olshansky en la era moderna, gracias a la salud pública y la medicina, hemos logrado décadas de vida que de otro modo no existirían. “Estos avances deben ralentizarse”.
“El juego de la longevidad que estamos jugando hoy es diferente al que jugábamos hace un siglo. Cuando salvábamos a bebés, niños y mujeres en edad fértil y los avances en la esperanza de vida eran grandes. Ahora los avances son pequeños porque estamos salvando a personas de 60, 70, 80 y 90 años”, puntualiza.
En un comunicado de prensa de la universidad, Olshansky afirma que sus resultados anulan la presunción convencional de que la dotación natural de longevidad para nuestra especie está en algún lugar en el horizonte por delante de nosotros. Una esperanza de vida más allá de donde estamos hoy.
«En cambio, está detrás de nosotros, en algún lugar en el rango de 30 a 60 años. Ahora hemos demostrado que la medicina moderna está produciendo mejoras cada vez más pequeñas en la longevidad. A pesar de que los avances médicos están ocurriendo a una velocidad vertiginosa».
Para Olshansky, profesor de la Universidad de Illinois Chicago que dirigió el estudio, “Básicamente, estamos sugiriendo que lo que vivimos ahora es lo máximo que vamos a vivir”. Predice que la esperanza de vida máxima acabará rondando los 87 años, aproximadamente 84 para los hombres y 90 para las mujeres.
Una edad media que varios países ya están a punto de alcanzar. Otra investigación en 2019 estimó esperanzas de vida potencialmente más altas para el año 2039: de 91,6 años para las mujeres y 86,1 para los hombres.
Segunda ola
Según el estudio, aunque se desarrollaran terapias que ralentizaran el envejecimiento humano, la supervivencia hasta los 100 años sería una certeza. Cita datos del Programa de Pruebas de Intervenciones del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento de los Estados Unidos.
Ha investigado 50 compuestos con el objetivo de encontrar potenciales terapias para retrasar el envejecimiento. Solo 12 han aumentado la esperanza de vida. Ninguno más del 15%.
El análisis de Olshansky y su equipo demostró que «se requiere que el 70% de las mujeres sobrevivan hasta los 100». Para que haya una segunda ola de prolongación radical de la vida que arroje una esperanza de vida al nacer de 110 años en el futuro.
Para lograr el umbral de los 110 años de expectativa de vida al nacer, casi una de cada cuatro mujeres tendría que sobrevivir hasta los 122 años. La máxima registrada en seres humanos.
Olshansky admite que el aumento podría llegar a frenarse por completo. Aunque todavía hay margen de maniobra para seguir mejorando ligeramente. Porque todas las naciones tienen la capacidad de aumentar la esperanza de vida al nacer.
Aunque solo sea por la reducción de las disparidades entre los subgrupos de la población y la modificación de los factores de riesgo. Como la reducción de la obesidad y el tabaquismo.
Debate multifacético
El estudio sobre la desaceleración en el aumento de la esperanza de vida ha recibido elogios por su calidad y el uso de datos de referencia de la Human Mortality Database.
Aunque algunos expertos en el campo desearían una mayor exploración de las razones que frenan el crecimiento acelerado en la esperanza de vida. Especialmente en relación con las desigualdades educativas o socioeconómicas.
Steven Austad, profesor de envejecimiento saludable en la Universidad de Birmingham en Alabama, cree que se necesita un nuevo enfoque centrado en la prevención de enfermedades para aumentar la esperanza de vida. “La proyección de los autores de una desaceleración gradual y continuada durante el resto de este siglo me parece prematura”
El profesor de genética de la Facultad de Medicina Albert Einstein de Nueva York, Jan Vijg, está de acuerdo con las conclusiones del estudio “Creo que también es realista”.
Entre quienes expresaron su desacuerdo se encuentra Luigi Ferrucci, director científico del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento. Coincide en que es poco probable que veamos aumentos sustanciales de la esperanza de vida si se mantiene el statu quo. Pero cree que invertir más en salud preventiva podría cambiar la situación.
También la profesora asociada de demografía en la Universidad de Montreal, Nadine Ouellette discrepa en el uso de la esperanza de vida media como indicador. Recomienda analizar la edad modal de muerte.
Visión española
Entre los círculos científicos de España los medios consultaron la opinión de Diego Ramiro, director del Instituto de Economía, Geografía y Demografía del CSIC. Considera que es un estudio de buena calidad y sus conclusiones están respaldadas por datos de la Human Mortality Database. Opina que hubiera sido deseable que el estudio ahondara más en las razones que frenan el crecimiento acelerado en la esperanza de vida.
La investigadora Ramón y Cajal en la Universidad Complutense de Madrid, Mercedes Sotos Prieto cree que el estudio aporta evidencia sobre la desaceleración en la mejora de la esperanza de vida. Pero no necesariamente zanjará el debate científico sobre cuál es su techo.
Sotos Prieto atribuye la desaceleración de la esperanza de vida al nacer a los límites biológicos del envejecimiento. También destaca otras causas posibles, como los estilos de vida poco saludables y las desigualdades en el acceso a la atención médica.
La demógrafa y miembro de la Base de Datos de Mortalidad Humana y de la Base de Datos de Longevidad, Rosa Gómez Redondo, considera el estudio una contribución notable. Gómez Redondo admite que es posible que haya períodos de estancamiento en la esperanza de vida, seguido de avances posteriores. Pero cree que no será en el siglo XXI. Para lograr una segunda revolución de longevidad, la demógrafa apunta en varias direcciones.
Como la disminución de la mortalidad ligada al envejecimiento de la población, el retraso del envejecimiento biológico, la reducción de la probabilidad de muerte según las desigualdades socioeconómicas y la eliminación o cambio de tendencia de la mortalidad prematura de adultos.
La profesora experta en Análisis Geográfico Regional de la Universidad de Barcelona, Lola Sánchez Aguilera, advierte que la evolución de la esperanza de vida no es siempre ascendente y puede haber sorpresas.
Con limitaciones
Los autores reconocen que el estudio tiene limitaciones. En especial en relación con el futuro. Aunque es claro que la mejora en la esperanza de vida se ha desacelerado desde 1990, resulta incierto cuánto tiempo adicional de supervivencia se puede lograr con el modelo de enfermedad actual. Ni cómo las futuras mejoras en la supervivencia podrían verse afectadas por terapias geriátricas u otros avances médicos aún inconcebibles.
Destacan que los límites a la esperanza de vida no deben interpretarse desde una perspectiva evolutiva, ya que no hay un valor específico de longevidad que necesariamente deba alcanzarse. Además, se desconoce cuál sería la expectativa de vida natural de una población humana sin intervención médica.
Para los autores del estudio la noción de un límite a la esperanza de vida representa un segundo límite blando. Que se ha vuelto menos sensible a las modificaciones mediante el tratamiento de enfermedades. Pero susceptible de cambios en la tasa de envejecimiento biológico.
Insisten en que los resultados del estudio sugieren que los seres humanos se están acercando a este límite. Pero no hay evidencia de que la mayoría de los recién nacidos de hoy vivirán hasta los 100 años.
La creciente prevalencia de cohortes de mayor edad se acelerará en todo el mundo en este siglo. Pero- aclaran- esto no debe confundirse con los aumentos previstos en el número absoluto de personas que alcanzan edades más avanzadas.
Techo de cristal
El estudio indica que la batalla de la humanidad por una vida larga se ha ganado en gran medida. y la era de rápidos aumentos en la expectativa de vida humana ha terminado. No obstante, los investigadores afirman que los rápidos avances en geociencia ofrecen razones para ser optimistas sobre una segunda revolución de la longevidad para desacelerar el envejecimiento biológico.
Porque la extensión radical de la vida en poblaciones nacionales sigue siendo improbable en este siglo. Hasta que sea posible modular la tasa biológica de envejecimiento y alterar los factores primarios que impulsan la salud y la longevidad humanas.
El estudio destaca la importancia de no subestimar los límites a la esperanza de vida. De no confundir los aumentos en la supervivencia con los aumentos en la expectativa de vida. Y, aunque la humanidad ha logrado importantes avances en salud pública y medicina, aún queda trabajo por hacer. Para alterar fundamentalmente los factores que impulsan la salud y la longevidad humanas.
Los investigadores piden que se invierta en la gerociencia, la biología del envejecimiento. Sostienen que puede ser clave para la próxima ola de salud y extensión de la vida. «Este es un techo de cristal, no un muro de ladrillos», señaló Olshansky.
“Reducir los factores de riesgo, trabajar para eliminar las disparidades y animar a las personas a adoptar estilos de vida más saludables pueden permitir que las personas vivan más tiempo y de forma más saludable”, concluye.