Por Rosa Díaz (Efe) | Foto: Twitter
27/05/2016
Luces de colores, fuegos artificiales, cañones disparando confeti y pulseras iluminadas en las muñecas de 55.000 personas ya indicaban que se trataba de una gran fiesta, pero si quien la protagoniza es Coldplay la celebración puede alcanzar niveles muy elevados, y eso es lo que ha pasado este jueves en Barcelona.
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— Venus Oficial (@Venus_show) 26 de mayo de 2016
Así empezó su concierto en el Estadi Olímpic de Montjuïc: el enorme escenario iluminado de rojo, los cohetes de colores estallando en el cielo y la banda botando al ritmo de A Head Full of Dreams, un anuncio claro de la línea festival que iba a presidir todo la velada.
Fue como decir «hemos venido a hacerte disfrutar y lo vamos a conseguir», y así fue; el público bailó, saltó y coreó a todo pulmón los himnos épicos de Coldplay, en el primero de los dos espectáculos de la formación de Chris Martin en Barcelona, única parada española de su gira mundial.
Este primer concierto ha sido una descarga de energía y buen rollo, con la que el público ha visto recompensada la paciencia que ha tenido que tener para soportar los estrictos controles de seguridad previos, algo que se ha hecho habitual en los acontecimientos multitudinarios desde los atentados de París.
Durante la tarde, miles de personas hicieron cola para coger el autobús que sube a la montaña de Montjuïc, cruzar la calle repleta de coches, enseñar el contenido de sus bolsos a los equipos de seguridad, mostrar su entrada y recoger las pulseras luminosas que tanto juego han dado durante el concierto.
Estos brazaletes, controlados por software, que se iluminan por indicación de los técnicos del equipo de Coldplay han permitido a los presentes ahorrar batería en el móvil, ya que no han tenido que encender la linterna en los momentos emotivos, y además han dado más variedad de colores a la interacción con el público.
En «Yelow» el Estadi Olímpic se iluminó de verde, no sabemos si por error o para no resultar previsible, y en «Birds» alternó el lila, el rojo y el azul.
Pero el ritmo de la fiesta no la han marcado las luces de colores, sino las canciones, muchas de su último disco, «A Head Full of Dreams», pero también de los anteriores.
El sonido era un tema que preocupaba a más de uno, porque el último concierto de Coldplay en Barcelona, también en el Estadi Olímpic hace siete años, fue un fiasco en ese sentido.
Pero esta vez se han desquitado. Todos los instrumentos han sonado bien, todo ha estado en su sitio y Chris Martin ha estado magnífico.
El carismático ‘frontman’ ha recorrido la pasarela entre escenarios corriendo y bailando con energía y estilo y resultó muy simpático en sus intervenciones, la mayoría en un castellano muy aceptable.
En la segunda canción del concierto, Martin cogió una bandera catalana y la colgó de la guitarra y, a lo largo de la noche, la recuperó varias veces, bien para ponérsela en el bolsillo trasero del pantalón, bien para colocársela en la cabeza. Un detalle muy bien recibido por el público.
La euforia se ha desatado con canciones como Hymn for the Weekend, en la que las pantallas han dibujado figuras caleidoscópicas propias de un viaje con drogas psicodélicas.
Pero también hubo momentos de más recogimiento en los dos escenarios pequeños, situados en el medio de la platea y el extremo apuesto al escenario principal, donde Coldplay se ha mostrado como una banda sencilla, formada por cuatro músicos que no necesitan luces de colores para tocar sus melodías de estribillos diáfanos.
Tras dos horas de fiesta, la celebración acabó como empezó, con confeti, fuegos artificiales, felicidad, alegría y el estadio entero saltando al ritmo de A Sky Full of Stars.
Y después, cincuenta y cinco mil personas montaña abajo, con las pulseras todavía en sus muñecas y las luces rojas, lilas y amarillas brillando por todo Montjuïc.