Por Efe
03/02/2016
Cantante, poeta, escritor y dibujante en sus ratos libres, lo que le salvó la voz cuando debía callarse pero necesitaba seguir contando cosas, Joaquín Sabina se declara un «intruso» entre los dibujantes, un «impostor» que, después de pasar por quirófano, decidió regalarse una edición de lujo.
«A los 66 años y después de una operación de estómago que estuvo cerca de la peritonitis, pensé que en cualquier otra ocasión me habría dado vergüenza estar en una colección tan exquisita (…), pero también pensé que no había sido idea mía y era muy consciente de lo artesanal de estos objetos», explica el cantante en la presentación del libro: Garagatos.
«Pensé que quizá podía permitirme ese capricho y que mis niñas, que piensan que soy un cantante horrible, empiecen a creer que soy Picasso. Y también para competir con Luis «Leonardo» Aute, que siempre ha ido de pintor», ha bromeado provocando risas en los asistentes.
Entonces, ha confesado: «En realidad, apenas sé dibujar; para mí era el modo de sacar la tensión entre concierto y concierto, sobre todo en los últimos años que me obligaba a estar mudo para guardar un hilo de voz que dar a mi bendito público. Y empecé a hacer garabatos, caligrafías, versos»: sus «garagatos».
Así, cuenta, fue llenando cuadernos hasta llegar a cincuenta con más de 2.000 dibujos, «cada uno de su padre y de su madre, inspirados por cosas de la vida, por mis gatos, por Matisse, por Picasso, Van Gogh…».
«Toda la vida he sido un impostor, me gustaba mucho meterme en sitios donde no estaba invitado. Empezó así con la música, pasé de sitios chiquitos y mandrágoras a grandes escenarios y a América Latina. Nunca lo pensé, nunca lo soñé, y por eso a lo mejor lo disfruté tanto», ha compartido Sabina.
«O lo disfruté tan poco -se contradice-, porque, cuando te pasan cosas que son como regalos de los dioses paganos, por los que no has luchado, lo vives como si le pasara a otro; por eso, a ese otro le puse un bombín para que no se confundiera con este idiota sin bombín que soy yo», apunta, humilde.
Son 66 dibujos, primorosamente editados en dos tomos que se ofertan en una caja de madera lacada en blanco, que simula una puerta auténtica de la casa de Sabina en la que se han reproducido los dibujos que él puso en ella; eso sí, con una elaboración artesanal que convierte el envase en otra obra de arte.
Según ha explicado en la presentación del exclusivo producto el director de la editorial Artika, Juan Ribalta, se venderán 4.998 ejemplares, de los que 1.298 ya han sido reservados por los clientes habituales de la editorial, que saldrán a la venta a un precio de 2.100 euros.
«Soy consciente de que la mayor parte de mi público no lo va a comprar, ni tiene por qué», ha dicho Sabina, declarado bibliófilo a quien Ribalta definió como «artista global» y «amalgama creativa».
El primer tomo, con los dibujos y comentarios del artista autografiados, está dividido en cinco capítulos con las cinco temáticas que ha elegido Sabina: sus mitos, el erotismo, sus princesas…
El segundo incluye historias, secretos, anécdotas y un montón de fotografías, además de aportaciones literarias de amigos como Luis García Montero, Javier Rioyo, Nativel Preciado, Benjamín Prado o Felipe Benítez Reyes.
Sabina resume así su visión de sí mismo, dibujante o pintor: «Soy ecléctico, he ido robando como si fuera un cajón de sastre». Y ahí están sus interpretaciones de Matisse, Bacon, Picasso y Van Gogh y su amor por las «pin-up» del mexicano Vargas, por el cine negro, por el comic negro «y por los culos de las chicas».