Conchi Lillo, Universidad de Salamanca
Continuamente nos bombardean con mensajes que alertan de que estamos haciendo un uso excesivo de las pantallas que afecta directamente a nuestra visión. Son muchos los anuncios publicitarios que nos instan a usar filtros para bloquear la luz azul de estas pantallas antes de que sea demasiado tarde. “Mejorará su descanso”, “Disminuirá el cansancio visual provocado por los dispositivos electrónicos”, “Prevendrá enfermedades oculares”, son algunas de sus promesas.
¿Hasta qué punto es cierto? ¿Cuánto daño hacen realmente las pantallas digitales? Y sobre todo, ¿es verdad que estamos dañando nuestra vista y nuestro descanso con la luz azul que emiten?
Entender la luz azul
La iluminación artificial ha sido una bendición para el ser humano, porque nos ha permitido extender la duración de los días y realizar muchas más actividades con ella. Últimamente, gran parte de ese “tiempo extra” lo dedicamos a mirar pantallas de dispositivos electrónicos, que se sabe que tienen un componente de luz azul importante, más fría que la de las clásicas bombillas de tungsteno o los fluorescentes.
Concretando, se conoce como luz azul al rango del espectro de luz visible que tiene una longitud de onda entre 400-495 nanómetros. Es un tipo de luz de alta energía como lo son el violeta y el índigo. Este tipo de luz se produce de forma natural por el sol, que también contiene, de forma proporcional, otras formas de luz visible e invisible para el ojo humano, como las radiaciones ultravioleta e infrarrojas.
¿Tiene alguna implicación fisiológica que la luz que usemos de forma más frecuente de día y de noche sea de color azul? Para responder, hay que tener en cuenta que la luz del sol es uno de los diversos factores que ayuda a regular nuestro reloj biológico central, el ciclo circadiano. Cuando la luz llega a nuestra retina interacciona con los fotorreceptores, que son los que nos permiten ver, pero también con otras células fotosensibles de nuestra retina. Nos referimos a un grupo de células ganglionares que contienen melanopsina, que permiten regular este ciclo circadiano.
La señal de la luz azul impide que secreten melatonina, la hormona del sueño (aunque no se descarta que toda la luz que llega a la retina influya en este proceso). En contraposición, cuando no llega luz azul a la retina, nuestro organismo secreta melatonina, facilitando la somnolencia. De ahí se deduce que si durante ese periodo en el que nos preparamos para descansar nos exponemos a la luz azul, estaremos bloqueando esa secreción de melatonina y produciendo una desregulación del ciclo.
La luz azul no daña la retina humana, pero impide que las células ganglionares segreguen melatonina, la hormona del sueño, pero Al fin y al cabo, lo que nos impide conciliar el sueño no es tanto el exceso de luz azul como lo que estamos haciendo con el dispositivo electrónico
Sin embargo, la mayoría de los trabajos realizados en humanos en este campo no han sido representativos de la forma en que la persona media está expuesta a la luz azul. Es decir, la mayoría de las condiciones experimentales no se corresponden con el día a día de una persona media. E incluso en estos experimentos se produjeron cambios mínimos en la calidad del sueño (diferencias de 10 minutos a la hora de quedarse dormido). Además, en general son estudios con un bajo número de participantes, en la mayoría de los casos menos de 20 y casi siempre hombres jóvenes.
En cualquier caso ¿son los filtros la solución al problema? Investigaciones recientes indican que bloquear la luz azul con filtros no garantiza una mejor calidad del sueño. Hay que reconocer que resulta sencillo buscar un culpable, la luz azul, ponerle un remedio, un filtro y convencernos de que estamos haciendo lo mejor para nuestro descanso mientras seguimos utilizando nuestros dispositivos electrónicos. Pero lo que tenemos que hacer es apagarlos e irnos a dormir.
Al fin y al cabo, lo que nos impide conciliar el sueño no es tanto el exceso de luz azul (que según todos los organismos acreditados no es lo suficientemente potente para causar una alteración importante de nuestro ciclo circadiano) como lo que estamos haciendo con el dispositivo electrónico.
Anuncios engañosos
Pero aún hay más. Si nos fijamos en las indicaciones de para qué son necesarios estos filtros, resulta que muchos fabricantes afirman que lo son para todo lo que hacemos en nuestro día a día. Incluso hay filtros que alertan de que la luz azul daña nuestra retina y contribuye al desarrollo de la degeneración macular asociada a la edad, por lo que deberíamos evitarla del todo y todo el tiempo. Pero la realidad es que no hay evidencias científicas que demuestren esa afirmación. Todo lo contrario, los estudios indican que bloquear la luz azul no impide ni retrasa el desarrollo de estas patologías).
Tanta es la desinformación que recibimos que la Sociedad Española de Oftalmología se ha manifestado varias veces contra estos anuncios engañosos publicando en su página web diversos comunicados para informar de que la luz azul no daña nuestras retinas).
Conviene asimismo tener en cuenta que la mayoría de los trabajos que relacionan la luz azul con daños en la retina (o incluso las neuronas del cerebro) se han realizado bien en células en cultivo o bien usando animales de experimentación como las moscas de la fruta. Estas condiciones y modelos experimentales no se asemejan a las características y protección de los ojos humanos.
Además, la intensidad lumínica o el tiempo de exposición utilizados en ellos son muy diferentes y superiores a los que tienen nuestros dispositivos electrónicos. Por lo tanto, hay que tener cuidado con la extrapolación de este tipo de resultados a la fisiología humana. Y, sobre todo, evitar los titulares sensacionalistas.
Los filtros pueden llegar a ser contraproducentes
A pesar de todo lo que hemos contado, muchas empresas siguen alertando de la exposición a la luz azul de nuestras pantallas sin fundamento, aprovechándose del miedo infundado para tratar de vender dispositivos y filtros. Lo cual no solo es innecesario sino contraproducente, ya que durante el día necesitamos percibir la luz azul para regular nuestro ciclo circadiano. Tanto que para tratar de paliar la desregulación de este ciclo por falta de luz diurna, ¿cuál es el mejor tratamiento? Exacto: exposición a la luz.
Usando filtros, la información que recibe el cerebro es confusa. Por una parte, los estímulos externos le dicen a nuestro reloj biológico que todavía hay que estar despiertos. Pero al eliminar por completo la información de la luz azul, el ciclo de la melatonina se activa como si estuviéramos dormidos. Y eso sí puede trastocar nuestro ritmo circadiano. Además, eliminar la información de la luz azul sin necesitarlo empobrece nuestra visión.
Conclusión: si alguien anda preocupado por la calidad de su sueño, lo mejor que puede hacer es dejar a un lado el móvil, la tableta o el ordenador un tiempo antes de dormir. La luz azul no tiene la culpa de nuestro insomnio.
Conchi Lillo, profesora titular de la Facultad de Biología, investigadora de patologías visuales, Universidad de Salamanca
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.