Lo volvieron a hacer. Los extremos se volvieron a juntar en Berlín. Todos el sábado y unos pocos el domingo. Fueron convocados a manifestar su rechazo a usar la mascarilla que protege del SARS-CoV-2, a mantener la distancia social y a ser obligados a ser vacunados, en su momento, contra la COVID-19. Son gente contestataria y también pacifistas, izquierdistas altaneros y ultraderechistas que confunde el capitalismo con la religión, las preferencias sexuales y la libertad de religión, también hippies arrepentidos y otros tantos que no han despertado aún y han devenido en anacronismos de chaqueta negra y botas texanas. Y no pocos adolescentes desafiantes en contacto con las teorías conspirativas
Dos horas después de haber arrancado la marcha, la Policía de Berlín ordenó su disolución. No fue una decisión apresurada. Hasta la madrugada los cuerpos de seguridad presentaron recursos en contra de la concentración ante la Audiencia Territorial Administrativa, que los rechazó todos.
Igual que el 1 de agosto, la excusa de la policía para impedir la manifestación, dos horas después de que comenzara, fue que no respetaban la distancia social ni llevaban mascarillas, las dos medidas contra las cuales protestaban, pero que habían aceptado cumplir como condición para recibir la autorización.
Frente a la Columna de la Victoria se congregaron cerca de 30.000 personas, según los cálculos de la policía, en un ambiente de mucha alegría y concordia. Por supuesto, con algunos más alterados que portaban símbolos y banderas poco sanctas. No pocos tuvieron varios encontronazos con los agentes antidisturbios en las cercanías del Reichstag, la sede del Parlamento de la República Federal Alemania.
De las orillas, los márgenes y todos los extremos en feliz algarabía
La marcha incluía a todos los sectores rebeldes y cuestionadores de la sociedad alemana, incluidos sus márgenes y orillas más extremas. Desde negacionistas del Holocausto, líderes “identitarios”, defensores de teorías conspirativas, antivacunas y defensores de mariposas cojas que llegaron desde todo el país para desafiar las restricciones impuestas para contener la propagación del coronavirus.
Consideran que se les restringen su libertad. Ante ese argumento, el Senado de Berlín se atrevió a prohibir la manifestación dos días antes. Argumentó que el derecho a manifestar no implica el derecho a infringir la legalidad o desobedecer las normas sanitarias en vigor por la pandemia. Pero se impuso la democracia, la libertad de expresarse a todo riesgo
Si es por las restricciones, tienen motivos. A nadie le gusta lavarse las manos tantas veces al día y untarse de gel hidroalcohólico cada vez que se entra a una tienda, mucho menos no poder ir a la familia en el municipio de al lado o a los abuelos que se quedaron en Asturias. Sin embargo, es una situación sobrevenida. Los humanos no somos tan fuertes como suponemos, ni hemos vencido las enfermedades, mucho menos los virus. Ahí está el sida, la hepatitis, los múltiples tipos de cáncer, pero principalmente la gripe, que muta y muta y siempre encuentra una manera de meternos en la cama y mantenernos varios días a punta de limonada y aspirinas.
La libertad de que digas lo que a mí no me gusta
El deber de las autoridades no es encontrar la vacuna, sino colaborar en lo posible; su deber es evitar que la pandemia acelere su propagación y tratar de que se enfermen la menor cantidad posible. Y que los que se enferman reciban la atención médica que requieren. Es lo que entiende la población mayoritaria de Alemania y de muchos otros países. Por no entenderlo unos manifiestan de palabra y obra contra las restricciones que afectan su movilidad y su forma de vestir.
De tal modo, que a pesar de que la marcha fe muy vistosa y juntó a gente tan distinta, la mayoría de los alemanes no coincide con su rechazo a las restricciones. Al contrario, el último Politbarometer de la televisión pública ZDF, encontró que el 60% de la ciudadanía defiende las medidas que limitan la libertad individual mientras sea para luchar contra el coronavirus; es más, el 28% considera que deberían endurecerse y apenas un 10% las considera exageradas. La única formación parlamentaria que respalda las convocatorias es Alternativa para Alemania (AfD), líder de la oposición en el Bundestag (cámara baja) desde 2017, pero cuya intención de voto se ha desplomado a un 9%.
El sábado al caer la noche fueron detenidas unas 300 personas. Los acusan de haber intentado asaltar el Rechstag y como consecuencia este domingo se volvieron a reunir, pero en menor cantidad, poco más de 1.750, en la Columna de la Victoria. La concentración también fue disuelta por los agentes antidisturbios. La razón: “No guardaban la distancia social y estaban sin mascarilla”.
QAnon, teoría de la conspiración
Desde que se desató la pandemia de la COVID-19, los medios de comunicación se refieren con mucha frecuencia a las «teorías conspirativas» y a los «conspiranoicos», que involucran desde víctimas de abducciones por extraterrestres hasta disidentes de la Cienciología. Pero pocas veces se explica su origen y líneas de propagación. Con la entrada a la recta final de la campaña electoral de Estados Unidos, la difusión de estas teorías se ha recrudecido. La que más espacio ha ocupado en los medios tradicionales es la QAnon, pero se extiende por las redes sociales con más velocidad que el coronavirus en botellón de adolescentes.
Los propaladores dicen que la élite del Partido Demócrata, las grandes estrellas de Hollywood y una logia de empresarios “progresistas” dirigen un círculo secreto en el que violan, sacrifican y comen a inocentes niños sin distingos de color de la piel. Estas horribles trapizondas son silenciadas por los miembros que se han infiltrado en los medios de comunicación y en las altas instituciones. Nada está demostrado, pero son «argumentos» que satisfacen las ansias de creer de los menos informados. La red ha servido para llevar todo tipo de disparate a los reductos más oscuros de la población, que siempre creerá “que algo tienen de verdad, si el río suena…”.
Vicente Prieto, biólogo y presidente de Círculo Escéptico de España, dice que detrás de muchas creencias relacionadas con la pseudociencia hay un personaje vinculado con la bioquímica y la literatura de ciencia-ficción: Isaac Asimov. «Asimov decía que la pseudociencia tiene mucho más atractivo que la ciencia. Ofrece seguridades y certidumbres inmediatas. La ciencia no. Las certidumbres en ciencia llevan su tiempo y con una situación como la del COVID-19 las dudas son mayores. Le pedimos a la ciencia una vacuna en meses o semanas, porque la necesitamos, olvidando que el proceso de desarrollo puede durar cuatro años o mucho más».
Información de primera mano y anónima, ahí empieza la mentira
Las teorías lo explicación todo y no necesitan demostración. Alguien dice que trabajó en Naciones Unidas y asistió a las reuniones secretas; otro dice que el sobrino del hermano del abuelo vio como enterraron los despojos de un sacrificado; y un tercero agrega algo que dijeron en la televisión. La mesa está servida. Ha pasado con QAnon, que encierra todos los disparates posibles, y que identifican a favor de Donald Trump y en contra del Partido Demócrata y la progresía en general. QAnon nació de dos gigantescos foros en Internet que exhiben como su gran cualidad que no existe ni moderación ni censura, ni nada que sea políticamente correcto, y la participación es absolutamente anónima.
Una manera de divertirse, pero no de informarse. Todos pueden decir lo que le salga del forro sin que sean cuestionados, censurados o tergiversados. Cada quien dice su verdad, que siempre proviene de información privilegiada, pero para generar más interés, más misterio y suspense escriben con un lenguaje críptico, que parece escrito en clave. Obvio, nadie tiene la clave para descifrarlo y cada quien va traduciendo lo que quiere decir y lo que otros esperan escuchar. Simple.
Teoría conspirativa y red de pederastas
Así como muchos ven los rostros de sus amigos y parientes fallecidos en las nubes o en las sombras de las piedras, igual los de QAnon pueden construir verdaderos manifiestos a partir de cuatro palabras que se vinculen con famosos. Los de QAnon defienden y propagan que en Estados Unidos existe una gigantesca red de pederastas, especialmente en Hollywood –que identifican como Pedowood–, en la que incluyen a Bill Clinton, Barack Obama, George Soros.
A Bill Gates lo presentan como el creador de la “plandemia”, que incluye en chip de las vacunas, el control de la mente y las decisiones de compra, el envenenamiento del agua para convertir a los niños en homosexuales y sobre todo insisten en que la COVID-19 no existe. Extrañamente los lemas y acrónimos crípticos que antes solo aparecían en las redes sociales ahora son letreros recurrentes en los mítines republicanos.
La semana pasada Facebook cerró más de 790 grupos, 100 páginas y 1.500 anuncios vinculados con QAnon. También impuso restricciones a 1950 grupos, 440 páginas y 10.000 cuentas de instagram.
¿Teorías QAnon en América Latina?
Con pocos seguidores, pero que en poco tiempo han captado varias decenas de miles de seguidores, funcionan páginas de QAnon en Costa Rica, Argentina, Colombia, México, Guatemala, Panamá Brasil y Uruguay. También hay una que cubre Latinoamérica como totalidad. Como es natural en el trópico, el objeto de la lucha tiene sus variaciones. Aunque abundan los ataques al “Estado profundo”, aparecen temas como el cambio climático y la sequía.
Extrañamente, aunque dicen defender a Trump, no son defensores de la democracia ni consideran la libertad como algo importante. Su objetivo real es descalificar las instituciones, demolerla institucionalidad y, principalmente ,el capitalismo. Muchas de las frases que utilizan son las mismas de los cuadernillos comunistas de adoctrinación de la chilena Marta Harnecker, socia de Hugo Chávez y esposa de Barbarroja, el encargado del gobierno cubano de promover la guerra de guerrillas, los secuestros y el terrorismo.
Amagos en España
En España también hay extremos que se juntan y que gritaron contra las mascarillas y las vacunas, pero distinto de otros países un grupo de profesionales se ha organizado con el nombre de Médicos por la Verdad para oponerse a las restricciones y decirle a la ciudadanía que la COVID-19 es una farsa, que no existe y que no hay necesidad alguna de guardar la distancia social ni de ponerse mascarillas. Parece mentira. No solo a don Quijote se le quemó la sesera.
Antes de declarar a cualquier medio de comunicación, a Rafael Gazo Lahoz le gusta repetir que trabajó 40 años en la Sanidad Pública y que por 22 años fue el coordinador de un centro de salud de Zaragoza. Debería estar jubilado, pero ha salido con su estetoscopio en ristre a luchar contra los molinos de viento. Califica de “aberrantes, ridículas y absurdas” las medidas establecidas para contener la pandemia de coronavirus. Participó en la manifestación del 16 de agosto en la plaza Colón de Madrid y no tiene miedo que le pongan las esposas. Le preocupa sí, que le prohíban recetar.
Gazo niega que viole el código deontológico como señalan sus colegas de la Organización Médica Colegial. “Cada médico puede opinar como quiera, pero no puede actuar como quiera», le advirtieron. «El ejercicio de la medicina debe basarse en evidencia científica, no en creencias y supuestos”, le ha aclarado en varias oportunidades Juan José Rodríguez Sendín, de la comisión de ética médica de la OMC. Miguel Bosé aludió razones médicas respiratorias para no usar la mascarilla.
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