El cortejo para enamorar a sus pares femeninos varía entre las especies animales. Los machos se las ingenian para desplegar sus atributos de seducción y despertar la atracción de las hembras. Los hay sutiles y galanes, divertidos y románticos, también bravucones y rudos. Es el caso de los elefantes marinos septentrionales que aparentan ahuyentar a sus futuras parejas, más que conquistarlas.
Son innumerables los rituales de apareamiento de los animales. Algunos resultan simpáticos como los delfines, que suelen salir en grupo a escoger a la fémina. Una vez detectada, giran, dan saltos y hacen acrobacias. El galanteo a veces dura días, dependiendo de lo difícil que sea la hembra. Cuando ella elija, dejará a los otros en el intento.
Otros flirteos, por así decirlo, resultan hasta repulsivos, como el de los loros de punta blanca. Luego de los besos y caricias, se vomitan uno al otro, para generar un ambiente propicio a la unión. Los elefantes marinos también tienen sus singularidades para manifestar su abordaje cariñoso.
Tan toscos y bruscos, como se ven en su vida rutinaria, así se perfilan al momento del emparejamiento. Estos Mirounga angustirostris suelen protagonizar duelos, a veces sangrientos, por el amor de una elefanta marina. Incluso, son desafiantes a otros pretendientes y la lucha es tal que son muy pocos los machos que llegan a aparearse.
De todas maneras, los elefantes marinos proceden a afinar sus cuerdas vocales y emiten gruñidos para llamar la atención de sus rivales y la de la su futura pareja. Son gruñidos rítmicos y guturales, acompañados de sacudidas del cuerpo que literalmente hacen temblar el suelo.
Los elefantes marinos, distintos en el coqueteo
A falta de flores y chocolates, la mosca escorpión macho puede arriesgar la vida robando un insecto muerto de una telaraña para ofrecerlo a una hembra como regalo. Eso la cautivará con toda seguridad.
Entre otros coqueteos de animales están los pavos reales macho que atraen a las hembras extendiendo su colorida cola como un abanico. Mientras los flamencos marchan y mueven el cuello para hacerse visibles y demostrar sus atractivos
En el caso de los elefantes marinos septentrionales o del Norte, los machos pelean por dominar los harenes mientras permanecen en tierra. Y deben luchar constantemente a fin de mantener su rango. Es posible que el macho deba permanecer en tierra durante meses para defender su territorio, lo que significa que se ve impedido de cazar.
Los machos luchadores se valen tanto de su tamaño (de 4 a 6 metros), como su peso (3.000 o 4.000 kilos) y sus dientes para el combate. Las fatalidades son raras, pero quedan las heridas.
Una investigación publicada en Animal Behaviour, señala que estos pinnípedos no nacen con esas señales distintivas. Adquieren sus singulares gruñidos durante la madurez.
Afinan sus cantos de apareamiento
Los científicos grabaron más de 440 cantos de 47 machos de diversas edades en el Parque Estatal de Año Nuevo, en California. En esta colonia de 2.000 individuos, un macho dominante llega a competir con medio centenar de grandes contrincantes, cada uno dotado de su voz propia. Esas vocalizaciones surgen más o menos al mismo tiempo que los adultos delimitan parcelas de unos 20 metros cuadrados, que guardan con celo.
Se creía que los cantos estaban reservadas a las aves, en su proceso de cortejar a la hembra. Los elefantes marinos, quién lo diría, se escudan en esa percepción auditiva para aparearse. Los machos jóvenes que ocupan los escalafones bajos mantienen una “discreción acústica”, pues solo emiten sonidos breves y desestructurados, afirma la autora principal Caroline Casey.
Es como si no quisiesen destacar, a la espera de adquirir la madurez suficiente. En torno al octavo o noveno año parecen crear ya su propio canto, indica Casey, graduada en ecología y biología evolutiva de la Universidad de California en Santa Cruz.
Y asegura que “el canto comienza a surgir cuando tienen posibilidades reales de procrear y ascender en el escalafón”.
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