Araceli Priego Bueno /bonaona@bonaona.org
Soy de Barcelona y en mis informes médicos dicen que soy electro-sensible. La primera vez que me diagnosticaron esta patología emergente no lo podía creer. Me negué rotundamente a aceptar que algo de interés general fuera perjudicial y menos aún que se permitiera a sabiendas. Hoy lo he aceptado y tras muchos años de peregrinaje, de casa en casa, he aprendido a sobrevivir. La vida, tal como la conocía hace años, dejó de existir.
Siempre fui una persona de buena salud, vital y trabajadora. Sensible, sí, pero eso no es una enfermedad. Simplemente, como tantas personas sensibles en España, nuestro sistema neuro-sensorial es más receptivo y sensible a los agentes externos: a las emociones, acontecimientos, contaminantes ambientales y también al dolor ajeno. De ahí a estar enfermo hay un largo recorrido.
Obligados a vivir fuera del sistema, adaptando el trabajo, tu casa, y hasta tus relaciones personales
Tablets, móviles con datos, 4G, wifi, antenas, trasformadores, contadores digitales, Smart TV, aires inalámbricos, alarmas de seguridad vía radio, vehículos conectados… es lo que se defiende a capa y espada. Otros intentamos escapar, pero no nos dejan. Es una dictadura tecnológica.
Cuando vives dentro un cuerpo ultrasensible te cuestionas muchas cosas. Tu futuro, si podrás llegar a verte de anciano, si los niños podrán aguantar esta tormenta electromagnética a la que están siendo impuestos, camuflada bajo la modernidad, con juguetes tecnológicos que se ponen por delante de la salud, para beneficiar la industria y los lobbies.
Como madre me preocupa mucho el descontrol de las escuelas conectadas, la permisividad de los centros y el no cumplimiento del principio de precaución de la Resolución 1815 del Parlamento Europeo. Routers industriales sobre las cabezas de niños inocentes que nada tienen que saber de lo que sucede y que posiblemente nunca sepan cómo se siente el aire en la cara sin estar electrificado.
“El internet de las cosas agravará las enfermedades actuales y debilitará más a la población”
Mi primer encuentro con la enfermedad se produjo en un puesto de trabajo. Una oficina moderna, con suelos técnicos. Toda la instalación pasaba por los pies y, por supuesto, sin ningún tipo de apantallamiento. De ahí me sobrevino el primer cambio anímico, que no se entendía.
Mi vida, con 24 años que tenía, era inmejorable. Ahora tengo 46, son ya 22 años, y en el camino han ido poniendo cada vez más obstáculos para poder llevar una vida digna.
Actualmente, me dedico al interiorismo holístico. Me encanta mi profesión y me permite ayudar a más gente sensible. Prevenir antes de curar, algo que se está volviendo cada vez más complejo.
Me he mudado cuatro veces de viviendas afectadas, la exposición va ‘in crescendo’
En la última casa solo estuvimos tres años. El 4G le dio de pleno. Casi sin cobertura para hablar, pero con altísima radiación para datos móviles. Me volvía loca. Tenía frecuentes desmayos y pérdidas de conciencia. Después de varios intentos fallidos de encontrar una casa sana, nos marchamos a una población del Valles Oriental en Barcelona. Fue una maravilla hasta agosto del 2019. Un despliegue masivo de antenas, el cambio de TV digital, atropelló mi cabeza otra vez.
Actualmente el despliegue 5G es demoledor para los afectados. Algunas personas no salen de sus casas apantalladas. Han gastado, como nosotros, más de lo que pueden para evitar enfermar más.
Me gustaría denunciar públicamente el acoso electromagnético al que somos sometidos, que los electro-sensibles percibimos de manera más acusada, pero que afecta por igual a todos los seres vivos.
Antes de saber que eres una persona electro-sensible, vas de médico en médico, psiquiatras, psicólogos, fisioterapeutas, pues el dolor físico acompaña al dolor emocional de sentirte tan desprotegido, desamparado y, además, ridiculizado, como a mí me sucedió en muchos casos.
Los medios de comunicación y las campañas con desinformación masiva y encubrimiento, para que no se conozca la realidad que está ocurriendo, algún día tendrán que dar cuentas por engañar a la población y omitir la verdad. Tú sientes dolor real y el cuerpo se va dañando lentamente, primero la fibromialgia, la fatiga crónica, problemas de tiroides…. Cuando sabes y has experimentado que sin exposición no hay ni tinitus ni dolor, ni fibromialgia, que desaparece por arte de magia sin exposición a radiación.
Me gustaría dar esperanza a todas esas personas que no saben lo que tienen y sufren de dolor de cabeza, tinitus, contracturas, ganas de llorar, cansancio, vértigos, visión borrosa.
Los animo a apagar sus wifis de casa y sustituirlos por un cable y ser ejemplo para otros. Que experimenten que sucede al marchar de vacaciones si van a la montaña, por ejemplo, pues hay un estrés inducido en la ciudad. Necesitamos que esta verdad sea conocida por la sociedad y que podamos defendernos.
No quiero llamar enfermad a la electro-sensibilidad, pues no existiría sin la radiación ambiental actual
Se le conoce dentro de las patologías de sensibilización cerebral central. Seguro a muchas personas les han diagnosticado fibromialgia o fatiga crónica. Tal vez puedan experimentar, como me paso a mí, en una salida a un pueblo del “Pallars Jussá” que de pronto no necesite nada para dormir, ni para el dolor. La electro-sensibilidad se esfumó en el río, pero al regresar a Rubí el impacto fue devastador.
Cuando salimos de un lugar tóxico nos adaptamos rápido, pero al regreso el cuerpo no sabe cómo actuar y necesita varios días para recuperarse, pero jamás llega a estar bien. Ahora, en 2021, es complicadísimo encontrar lugares saludables incluso en las montañas. Lo pagaremos muy caro si no tomamos cuanto antes las medidas necesarias, que significa defender nuestros derechos a la salud, a la integridad física y el derecho a la información veraz.
Para concluir, ¿es justo que vivamos con esta precariedad de vida el resto de nuestros días?
Nos necesitamos unidos, os necesitamos a todos, aunque no sintáis el dolor, para conseguir un mundo más equilibrado con la naturaleza humana y biológicamente compatible.
Podemos desaparecer como especie y el mundo seguirá sin nosotros.
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