Un Informe Internacional sobre Libertad Religiosa registra que en Corea del Norte condenaron a un niño de dos años y a su familia a cadena perpetua y recluido en uno de los tantos campos de concentración que mantiene la dinastía KIM desde 1948. Los medios amarillistas se exaltaron. y para empeorar la situación dijeron que era un bebé y lo ilustraron con la foto referencial de un recién nacido. Es normal que los niños paguen cárcel con sus padres, y lo mejor para ambos. Lo grave y desconsolador es que se mate o encierre por sus creencias religiosas y a nombre de la construcción del socialismo. Del crimen solo crimen se puede esperar.
En Corea del Norte no hay libertad religiosa ni libertad de pensamiento, mucho menos la posibilidad de expresarse libremente. Los únicos «dioses» a los que pueden venerar, admirar y querer son los que forman parte de la familia Kim, sobre todo al que herede la Secretaría General del Partido de los Trabajadores, de doctrina comunista.
Los ciudadanos están autorizados, obligados y alentados a atacar, destruir, denunciar, acosar a sus familiares y vecinos que hayan sido captados por creencias occidentales, prácticas mágicas o los ritos que veneran a los dioses orientales.
Primero la seguridad y supervivencia de la dinastía Kim
Corea del Norte es el país más aislado e inaccesible del planeta. Se proclama como un Estado socialista autosuficiente que utiliza la idea «suche» o «juche» de Kim Il-sun para aplicar «de manera creativa» el marxismo-leninismo que concibió y aplicó Iosif Stalin.
Kim Jong-un lo gobierna desde 2011 y ha mantenido una rigurosa fidelidad a la idea «juche» de autosuficiencia económica y de «songun», prioridad a la defensa militar.
Nieto del Il-sung, Jong-un es el primer presidente de la Comisión de los Asuntos de Estado, jefe del Estado Mayor de la Defensa. Tiene bajo su mando un ejército profesional de 1.106.000 efectivos, otros 3,5 millones de paramilitares como los Guardias Rojos Obreros y Campesinos, y unos 115.000 funcionarios las Tropas de Seguridad del Estado. Es el país más militarizado del mundo, hasta 12 militares por cada 100 habitantes.
Considerada una ateocracia y oficialmente un Estado laico, tres ‘dioses’ son omnipresentes en las calles norcoreanas. Palacios, monumentos, carteles, banderines y las estatuas más grandes del mundo rememoran a Kim Il-sung, fundador del país y de la dinastía, y a su hijo Kim Jong-il, que gobernó desde 1994 hasta su muerte en 201. Su cuerpos embalsamados reposan en el Palacio del Sol de Kunsuman. Obviamente, el templo más importante de Corea del Norte. En apariencia, los dos tienen un sitio en el corazón de los norcoreanos. Cada peatón de las calles de Pyongyang lleva en la solapa izquierda, a la altura del corazón, un pin rojo con los retratos de Il-sung y Jong-il como «muestra de devoción».
Venera al dios que quieras, siempre que sea miembro de la familia Kim
En la letra de la Constitución se garantiza la libertad de culto, pero con la advertencia de que “la religión no debe utilizarse como pretexto para incitar la entrada de fuerzas extranjeras o para dañar el Estado o el orden social”. Tanto en Pyongyang como otras ciudades existen iglesias protestantes, católicas y budistas, al igual que instituciones religiosas similares a Caritas. Pero funcionan bajo un estricto control estatal y su propósito es meramente decorativo. Guardar las apariencias ante el muy reducido número de visitantes extranjeros.
La ley contra el pensamiento reaccionario deja claro que ser cristiano o poseer una Biblia es un delito grave que se castiga severamente. Además, es normal que quienes se identifiquen como cristianos sean avergonzados públicamente.
Un informe de Korea Future destaca las características religiosas de la ideología estatal de “kimilsungismo-kimjongilismo” (adherencia a las enseñanzas de Kim Il Sung y Kim Jong Il). Los medios oficiales y textos autorizados presentan a los dos líderes como “seres extraordinarios nacidos del cielo». Cualquier culto distinto a la veneración de la familia Kim y su peculiar dinastía es ferozmente perseguido. Asimismo, el Estado insta a denunciar a cualquier persona involucrada en actividades religiosas o en posesión de materiales relacionados. La Biblia es el libro más perseguido y su posesión causa los peores castigos.
La Secretaría General de la ONU informó en julio de 2022, que como ha venido ocurriendo desde 1948, cuando Kim Il-sung asumió el poder, el derecho a la libertad de pensamiento, conciencia y religión también sigue siendo negado. Nada ha cambiado desde 2014, cuando se publicó el informe de la Comisión de Investigación sobre Derechos Humanos en Corea del Norte, que determinó que el gobierno de Kim Jong-un niega por completo los derechos a la libertad de pensamiento, conciencia y religión.
Crímenes de lesa humanidad
En octubre de 2021, la ONG Korea Future describió como absoluta y total la negación de la libertad religiosa. Citó múltiples casos de arresto y detenciones arbitrarias, torturas y tratos inhumanos. Incluso, ejecuciones de personas por sus creencias religiosas. Delitos de lesa humanidad.
Los más perseguidos son los cristianos y los seguidores del muísmo, que es la creencia tradicional de los coreanos y tiene un estrecho vínculo con la cultura del país. Muchos de sus elementos influyen en el modo de vida y el pensamiento de los coreanos. Todavía, pese al marxismo oficial es una de las fuerzas más dinámicas de la cultura coreana. En el muísmo y a través de rituales, el sacerdote o mudang actúa como intermediario entre el mundo de los espíritus y el humano para recuperar la salud, tener descendencia o conseguir riqueza.
La ONG Open Doors USA en 2021 estimaba entre 50.000 y 70.000 los cristianos encarcelados. Los creyentes cristianos son objeto de una persecución violenta e intensa. «La captura o muerte por ser cristiano está a un mínimo error de distancia”. La ONG Database Center North Korean Human Rights ha denunciado 1.411 casos de persecución religiosa, incluidos 126 asesinatos y 94 desapariciones.
En un reporte de Korea Future que entrevistó a 244 víctimas de persecución religiosa –150 creyentes del muísmo, 91 cristianos, un seguidor del cheondoismo y otro más de una creencia similar, se afirma que no hay miramientos sobre la edad de los perseguidos, que las víctimas tienen desde 24 meses hasta más 80 años. Las mujeres y niñas representan más del 70% de los acusados de participar en prácticas religiosas, de poseer artículos religiosos, tener contacto con personas creyentes y compartir ideas relacionadas con las creencias occidentales. Ser cristiano significa estar sujetos a negación de un juicio justo, detención, internamiento en campos de concentración, trabajos forzados, tortura, denegación del derecho a la vida y violencia sexual endémica. Los testimonios de los internados en campos de prisioneros son desgarradores.
Varias víctimas encarceladas por practicar el muísmo describieron las condiciones en los campos de prisioneros. “Me hacían trabajar faenas muy duras e interminables sin la alimentación adecuada. Sufría de desnutrición. Era un esqueleto andante. Pesaba 35 kilogramos y tenía diarrea aunque solo bebía agua». Otros describieron que los obligaron a ingerir alimentos contaminados y mostraron signos de haber sido golpeados. También los obligaban a permanecer en posiciones incómodas durante largo tiempo. El abuso verbal, los insultos y el irrespeto a la dignidad humana ocurren en todo momento.
Todos presos hasta la tercera generación
Un caso de persecución de los cristianos involucró el encarcelamiento de una familia por sus prácticas religiosas y la posesión de una Biblia. Todos los miembros, incluido un niño de dos años, fueron sentenciados a cadena perpetua en campos de prisioneros políticos. Una práctica que instauró Stalin en la Unión Soviética desde las primeras purgas. Cuando condenaban alguien por un delito político, toda la familia era culpable y por varias generaciones debían cumplir cárcel.
En Corea del Norte creer en Dios es un delito contra la seguridad del Estado. El Ministerio de Seguridad del Estado es el responsable del 90% de los abusos y violaciones de los derechos humanos contra los seguidores del muísmo y cristianos que se han documentado. Igualmente de las terribles condiciones de los campos de prisioneros y de la diversas formas de maltrato físico.
No todas las creencias son perseguidas con la misma tenacidad y barbarie. Los seguidores del muísmo y los cristianos son considerados como la clase política más peligrosa y sufren la persecución más intensa y violenta.
Existen dos sistemas para condenar a los acusados de ser creyentes o practicantes religiosos. Uno es un proceso público que llevan el Ministerio de Seguridad Social y la Fiscalía. Las sentencias a los seguidores del muísmo van desde seis meses en un campo de trabajos forzados hasta tres o más años en un centro de reeducación. En algunos casos, los condenan a muerte.
El otro sistema de enjuiciamiento se aplica exclusivamente a los cristianos y es secreto. Lo maneja el Ministerio de Seguridad del Estado. Las sentencias van desde quince años hasta cadena perpetua en un campo de prisioneros, y abrcan a hasta tres generaciones de la familia inmediata del declarado culpable. Los fusilamientos son frecuentes. Una mujer cristiana y su nieto fueron fusilados en 2011 en la provincia de Hamgyong del Norte. En 2015, otros seis cristianos fueron condenados al paredón en la provincia de Hwanghae del Sur.
Mientras son sometidos a juicio sufren el escarnio público y reciben palizas a discreción. El informe de Korea Future seña que las torturas a cristianos incluyen colgarlos de barras de acero y ser golpeados con un palo; colgarlo por las piernas; les atan el cuerpo fuertemente con palos; los obligan a saltar en cuclillas y a sentarse y pararse miles de veces al día; les vierten en las fosas nasales un líquido hecho con pimiento rojo en polvo; los fuerzan a arrodillarse con una barra de madera insertada entre los huecos de las rodillas; los someten a estrangulación; los obligan a presenciar la ejecución o tortura de otros presos; los mantienen en inanición y los obligan a ingerir alimentos contaminados; los confinamientos solitarios son recurrentes; los privan del sueño y de la luz del sol; y deben permanecer sentados y quietos 12 horas al día y hasta más”. A un hombre acusado de ayudar a un mudang lo tiraron a una celda y le rompieron las piernas para empezar el tratamiento.
Advertencia tras advertencia, tortura tras tortura
En todas las conferencias y reuniones, los funcionarios advierten repetidamente a los presentes que no lean la Biblia y que denuncien a cualquier persona que tenga una Biblia. A un miembro del Partido de los Trabajadores de Corea lo ejecutaron en el aeródromo de Hyesan, frente a 3.000 personas, por poseer una Biblia.
En 2016, dentro de los centros de detención, hubo desapariciones forzadas de personas que practicaban la religión. Cualquier actividad religiosa –rezar, cantar himnos y leer la Biblia– conlleva castigos severos, pero a partir de 2021 son castigados con trabajo forzados las “actividades supersticiosas” y los “actos de superstición”.
No aceptar ni considerar al líder de la familia Kim como autoridad suprema –con una connotación casi divina y en el mismo rango de Dios– es contrario al interés nacional y motivo para enjuiciamientos y sentencias severas. La idea ‘juche’ comparte muchos análogos institucionales y prácticas comunes con las religiones tradicionales. Los edificios y espacios públicos reciben el nombre de uno de los tres Kim y los utilizan como “centros de estudio” con reuniones periódicas y obligatorias.
No se afirma explícitamente que los líderes sean dioses, pero se les describe como “seres extraordinarios”, capaces de hazañas sobrenaturales. Un desertor describió que le enseñaron que las balas disparadas contra Kim Il Sung siempre se desviaron de su curso.
En los cursos de adoctrinamiento se estudia y se interpretan intensamente, y se memorizan y recitan, las enseñanzas de Kim Il-sung, Kim Jong-il y Kim Jong-un. «Los tres nacieron del cielo», recalca la prensa oficial. El cristianismo, con su Dios único y la Santísima Trinidad, desafía y deja en entredicho el culto a la familia Kim y, sobre todo, proporciona una plataforma sin control oficial para la organización social y política de la ciudadanía.
Hambruna, suicidios y prohibiciones
Durante el mandato de Kim Jong-il, que comenzó 3 años después de la muerte de su padre en 1994, la economía empeoró y la hambruna de generalizó con las lluvias y las inundaciones. Entre 1995 y 1998 murieron de inanición entre 600.000 y 1 millón de personas. Las cifras oficiales apenas sobrepasan los 220.000 y achacan la mortandad al colapso del sistema de distribución de alimentos. No a la ineficacia del régimen.
La última estimación de la población en 2023 es 26,07 millones de habitantes. A todos se les recuerda a diario que carecen de libertad de movimiento y que hay diez actividades, cotidianas en cualquier otro país, que les pueden costar la vida o la cárcel perpetua. Aunque el régimen no ha sido igual de para garantizar las condiciones mínimas de vida digna al pueblo a que los obliga su propia constitución.
- Escuchar música extranjera, solo se puede escuchar canciones que alaben al gran líder.
- Llorar la muerte de un ser querido, a menos que se trate del líder.
- Quedarse dormido en una reunión. El ministro de Defensa lo hizo y lo mataron con un cañón antiaéreo.
- Consumir alcohol fuera de las fiestas dictaminadas para celebrar el cumpleaños de sus líderes.
- Ver canales de televisión no permitidos y contenidos no aprobados por el Estado. Diez funcionarios de altos rango figuraban entre los cincuenta fusilados por ver telenovelas surcoreanas.
- Hacer llamada telefónicas al exterior.
- Salir del país sin autorización.
- Creer en Dios o tener una Biblia.
- Poseer o vender cualquier artículo proveniente del mundo occidental o que no haya sido fabricado en Corea del Norte.
- Acceder a un portal de Internet que no sea el dirigido por el Estado.
Imágenes de misiles por arroz
Sin que la población se hubiese recuperado física y anímicamente de la terrible hambruna que estalló en los años noventa, Corea del Norte probó en 2006 su primera bomba atómica. La segunda lo hizo tres años después. Ambas le costaron fuertes sanciones internacionales, pero la tercera, el 11 de febrero de 2013 puso al mundo en alarma. En 2016, Corea del Norte se proclamó potencia atómica. Utilizó por primera vez en sus pruebas nucleares una bomba atómica.
A finales de noviembre de 1919 Kim Jong-un anunció la suspensión y el cierre de los programas nucleares y balísticos tras el ensayo de un ICBM (Kwasong-15) con capacidad para recorrer 13.000 km y alcanzar cualquier ciudad en territorio continental americano, pero no se trataba de una señal de paz. A lo largo de 2020 no cesó de realizar ensayos de misiles de corto alcance.
Poco le importa que el régimen de sanciones en su contra sea el más severo y amplio de cuantos existen en la actualidad en el marco de Naciones Unidas. La Resolución del CSNU 1718 de 2006 estableció un primer régimen de limitación de exportaciones de material militar y el establecimiento del Comité de Sanciones y el Panel de Expertos para el seguimiento de su aplicación. Incluye sanciones económico-comerciales con embargos de metales y minerales, embargo de divisas, artículos de lujo, de armas, congelación de activos, repatriación de trabajadores norcoreanos en el extranjero, etc.
Sus relaciones internacionales, no siempre fluidas, se limitan a unos pocos países. República Popular China, Rusia, Cuba, Venezuela, Nicaragua, la Unión Europea –menos Francia– y Etiopía, Eritrea, RDC, Uganda, Zimbabue, Pakistán, Siria, Egipto, Myanmar y Vietnam, entre otros países asiáticos y africanos.
El desafío militar mata de hambre
En febrero de 2023 en la celebración del 75 aniversario del Ejército de Corea del Norte, hubo un colosal desfile militar en la que se mostraron varias líneas de misiles balísticos intercontinentales que pueden alcanzar el territorio continental estadounidense. Los avances misilísticos de Corea del Norte no solo deben preocupar –disuadir– a sus rivales regionales. El alcance balístico de Corea del Norte pasó de 1.200 kilómetros en 1990 a los actuales 12.000 kilómetros. Suficiente para atacar con consecuencias la mitad del mundo.
Este año Corea del Norte ha probado más de 17 lanzamientos de misiles. Uno fue en primera quincena de abril. Recorrió 1.000 kilómetros y causó gran confusión. Japón emitió una orden de evacuación de la isla de Hokkaido, pero la levantó media hora después al constatar que el misil no había caído cerca de la isla. Estados Unidos alertó que el lanzamiento aumentaba inútilmente las tensiones y el riesgo de desestabilizar la seguridad en la región. Días antes Jong-un le había ordenado al Ejército adoptar un estilo «más práctico y ofensivo de disuasión de guerra». En junio pasado, después de protestar por las maniobras con fuego real que realizaban fuerzas estadounidense y de Corea del Sur, Pyongyang lanzó dos misiles balísticos de corto alcance al mar de Japón.
Sin duda alguna, Corea del Norte debe destinar un gran presupuesto a su programa misilístico militar, su aparente objetivo es proteger a la nación norcoreana, su población, su cultura y su soberanía territorial. Salvo las construcciones monumentales en la capital y su exitoso programa nuclear, lo más que abunda en sus 120.540 km2 se superficie es pobreza, hambre y ausencia de esperanza; y miedo. Mucho miedo, terror.
Abrigos y mensajes
Mientras, la prensa occidental no centró su mirada en el posible misil de combustible sólido que Kim Jong-un probará antes de fin de año, sino en la presencia de la hija más pequeña del tirano. Lo acompañaba por quinta vez en menos de tres meses. Kim Ju-ae, de unos 10 años, asistió en la víspera del desfile, a un banquete para los altos mandos militares.
En las fotografía oficiales Ju-ae aparece en primer plano, sentada entre su madre y su padre y rodeada de militares exhibiendo todas sus condecoraciones. Suficiente para que los «expertos» la vean como la posible sucesora. Dentro de la insistencia imponer a los norcoreanos que la familia Kim procede de los cielos, de un linaje sagrado, y que solo ellos pueden dirigir el país, a Jun-ae la subieron de categoría y le reservaron el adjetivo «hija respetada».
No importa la cantidad de dinero que Corea del Norte gaste en su arsenal militar disuasivo y ni Jun-ae luzca una chaqueta de terciopelo impermeable –negra y con capucha– , rellena de plumón y plumas y con el icónico motivo cannage bordado (una prenda de la firma Christian Dior de 2.600 euros), ni que decena miles de activistas y funcionarios pidan una venganza despiadada contra Estados Unidos, no reina la felicidad entre la población.
Todavía no ha cesado la muy precaria situación alimentaria –la hambruna– que comenzó en 1994, aunque las maquilladas cifras de la FAO digan que solo persiste cierta malnutrición y que la desnutrición disminuye constantemente.
Desde antes de la implosión de la Unión Soviética y salvo un periodo de poco más de 15 años de amplio apoyo soviético y chino en la parte más intensa de la guerra fría, la autosuficiencia de la idea «juche» ha mostrado a cabalidad su ineficacia. Muestra modernas carreteras vacías de automóviles e intransitables caminos de tierra, escasez de combustible, poca superficie cultivable y alta dependencia de los cultivos de arroz administrados por cooperativas. Y desde hace un tiempo se han incrementado los crímenes violentos y se han triplicado las muertes por inanición. Se ha hecho extremadamente difícil llegar a fin de mes.
Pese a la órdenes Jong-un a los funcionarios de establecer medidas preventivas, las cifras de suicidas han seguido aumentando. Su origen está en la pobreza extrema y el hambre. Familias enteras se suicidan para escapar de una vida insoportable y sin futuro. En Chongjin y el condado cercano de Kyongsong se han suicidado 35 personas este año.
Los funcionarios se han sorprendido de que los suicidas dejen notas en las que critican al sistema social y político que los condena a morir de hambre. Un atrevimiento que se paga con cadena perpetua o fusilamiento si se llegara a decir en público. El suicidio es una medida desesperada. En la ciudad de Hyesan, un niño de 10 años y la abuela, con quien vivía después de que sus padres murieran de hambre, se mataron con veneno de ratas. Y otra familia de cuatro personas que después de cenar unos pocos granos de arroz ingirieron cianuro de potasio. Asumieron el suicidio en familia es un acto final de desafío contra un sistema sin esperanza.
Los precios de los alimentos son desproporcionadamente altos debido a la escasez que generó el cierre de la frontera con China debido a un brote de COVID-19. Preocupado, y sin solución en mano, Kim Jong-un se guareció en la prohibición y en la búsquedas de culpables. En un mensaje confidencial enteró al funcionariado y a la burocracia en general de que estaba prohibido suicidarse y que los funcionarios responsables rendirían cuentas. Les dejó claro que «suicidio es un claro desafío social y una traición contra el país». Más claro: «Muérete de hambre, pero no te mates que afeas la idea juche».
Las manifestaciones son grandes ceremonias religiosas
En las escuelas de Corea del Norte se ensalza tanto a Kim Il-sung como al hijo. Después de la muerte del «presidente eterno», los norcoreanos se postraron y lloraron ante una estatua de bronce; escenas similares fueron transmitidas por la televisión estatal a la muerte de Kim Jong-il. Los medios de comunicación y fuentes gubernamentales de Corea del Norte dicen que es una adoración digna del héroe genuino, no una escenificación bajo amenaza de castigos y prisiones.
En junio pasado, y dentro de las protesta contra las maniobras militares conjuntas de Estados Unidos y Corea del Sur, más de 20.000 norcoreanos fueron congregados en un estadio deportivo para advertirle a Estados Unidos que su territorio continental está dentro del rango de ataque de los misiles nucleares de Kim Jong-un. La Agencia Central de Noticias de Corea del Norte calculó en 120.000 los participantes en Pyongyang que clamaban una venganza despiadada contra los imperialistas estadounidenses.
Fue una gran ceremonia religiosa. Una comunión de iguales. Una enorme procesión de feligreses que levantaban los puños y marchaban junto a las imágenes de misiles nucleares de las pancartas. Su devoción era tanta o mayor a la que expresan los católicos a la Virgen del Pilar, a la Macarena o al Nazareno.
Las fotos publicadas por el periódico Rodong Sinmun de Corea del Norte muestran a los miles de asistentes con carteles que dicen: «Fuera los invasores imperialistas estadounidenses» y «Todo el territorio continental estadounidense está dentro de nuestro rango de ataque».