La acción del hombre mantiene una influencia cada vez mayor en la alteración del clima. Y el desarrollo de los pueblos sigue asociado lamentablemente a la emisión de gases de efecto invernadero. No solo con la quema de combustibles, la tala de bosques, los procesos industriales, el petróleo y la minería. También los desechos de alimentos dañan ampliamente el ecosistema y contribuyen al calentamiento global.
Las enormes cantidades de gases, producidos por estos procesos, se añaden a los que se liberan de forma natural en la atmósfera, aumentando el efecto invernadero y las altas temperaturas. Hoy, como cada 24 de octubre, se celebra el Día Internacional contra el Cambio Climático y el Calentamiento Global.
La ONU ideó esta fecha para llamar la atención sobre el trabajo del hombre en el deterioro del medio ambiente. Y cómo su compromiso y esfuerzo puede revertirlas en bien de las futuras generaciones.
La FAO, una dependencia de Naciones Unidas, estima que un tercio de los alimentos se pierden o se desperdician cada año en el mundo. Si, con tanta pobreza extrema y hambruna en el mundo. Además, estos desechos reflejan un mal uso de los recursos y un impacto ambiental negativo.
La producción de alimentos es la principal fuente de gases de efecto invernadero en la atmósfera. Solo la agricultura y la ganadería generan más del 20% de las emisiones de CO2 del planeta, por encima de la industria y del transporte. Por esta razón, cada vez que se desperdicia un producto alimenticio es un añadido al calentamiento global.
Entretanto, los desechos de comida que van a los vertederos causan entre el 8-10% de las emisiones de gases de efecto invernadero responsables del calentamiento global, apunta la ONU.
Incidencia de los alimentos en el calentamiento global
La huella ambiental del desperdicio de alimentos en el calentamiento global se mide a través de cuatro indicadores, según la FAO. La del carbono en los alimentos, medida por la cantidad total de gases de efecto invernadero que se emite en su ciclo de vida, expresada en equivalente de dióxido de carbono (CO2). Si el desperdicio de alimentos fuera un país, sería el tercer emisor mundial de gases de efecto invernadero.
También está la huella del agua dulce utilizada en todas las etapas de la cadena de suministro de un producto. Y la de la ocupación del suelo. Aunque no existe un método consensuado para cuantificar la huella de tierra total de la producción alimentaria, la FAO la calcula a partir de la superficie de tierra necesaria para producir los alimentos.
La mayor parte de la expansión histórica de las zonas agrícolas se ha debido a la deforestación, a pesar de que los bosques desempeñan un papel fundamental en la sostenibilidad ambiental. En consecuencia, el uso de la tierra es crítico en lo relativo al cambio climático, la biodiversidad y los servicios ecosistémicos.
Asimismo, las superficies ocupadas por el desperdicio de alimentos se pueden comparar con las áreas de los países más grandes del mundo. El desperdicio de alimentos es segundo después de Rusia.
La biodiversidad, que a su vez puede verse afectada por las tres anteriores. El impacto del desperdicio de los alimentos en el calentamiento global y en la biodiversidad es evaluado a través de la deforestación debido a la agricultura. Así como la lista de especies en vía de extinción y el índice trófico marino.
En general, el 66% de las especies clasificadas como vulnerables, en peligro de extinción o en peligro crítico están amenazadas por la agricultura. En la mayoría de las regiones marítimas, incluidos los mares de Europa, la pesca ha disminuido o colapsado. Asimismo, dos tercios de los mares sufren una pérdida de diversidad de peces.
Españoles desperdician frutas y verduras
En la apuesta común por reducir el cambo climático y el calentamiento global, los países han establecido compromisos y metas.
España ha convenido reducir el desperdicio alimentario a la mitad para 2030, en el marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU.
Sin embargo, los hogares españoles tiraron a la basura 1.352 millones de kg/l de alimentos y bebidas, indicó el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación en 2019. Los productos que más se desecharon fueron los frescos como las frutas (el 30,8% del volumen desperdiciado de productos sin utilizar), seguidas de las verduras y hortalizas (13,5%) y los lácteos (12,6%).
Mientras tanto, los hogares con personas de menos de 50 años y las parejas con hijos fueron los que más desperdiciaron productos sin haberlos utilizado. Este comportamiento se observó en el Levante y el área metropolitana de Madrid. Por lo tanto, para arreglar el cambio climático también se hace indispensable optimizar el sistema alimentario.
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