El 9 de septiembre participé en la presentación, en Madrid, de la fundación Foro Libertad y Alternativa. Tras las brillantes intervenciones de Fernando García-Capelo Villalva, Alejo Vidal-Quadras Roca e Inma Castilla de Cortázar Larrea, me correspondió tomar la palabra como orador de cierre. Como señala el Manifiesto Fundacional de este movimiento, Libertad y Alternativa se ha propuesto constituirse en un factor que articule la lucha, ahora mismo dispersa y atomizada, en defensa la democracia liberal, el imperio de la ley, los derechos humanos, la economía de mercado y, en términos generales, las libertades ciudadanas y políticas.
Me enfoqué en ofrecer a los asistentes, un panorama del estado de la democracia y las libertades, en varios países de América Latina. Como sabemos, las realidades hoy y las perspectivas para los próximos meses y años son preocupantes en extremo. No seguiré aquí el mismo orden en el que expuse los casos en Madrid. Siento el deber de comenzar por Nicaragua.
La noticia de que el régimen-monstruo de Ortega y Murillo ha dictado una orden de arresto contra el escritor Sergio Ramírez significa un empeoramiento radical de la ferocidad de esa dictadura. Quiero insistir que, en términos simbólicos y políticos, Ramírez representaba el límite, el ciudadano irreprochable sobre el que no se atreverían a actuar. Pero, traspasado este umbral, todo lo que puede esperarse, de aquí en adelante, no es sino persecución, detenciones, torturas, desapariciones forzadas y asesinatos.
Un cóctel de izquierdistas y de progresismos, insólitamente enajenados de la realidad, se preparan para tomar el poder en Colombia, Brasil y Chile
En Nicaragua impera un proceso de destrucción sistemática de partidos y organizaciones políticas, de prisión de los dirigentes y candidatos, de fabricación de expedientes a cualquiera que se oponga o resista a la dictadura.
A Ramírez, que por fortuna se encuentra fuera de su país, lo acusan de incitar al odio y la violencia, la misma acusación que se utiliza en Venezuela para mantener las cárceles llenas de presos políticos. Pero el horror no se dirige solo a los políticos.
A semejanza del régimen de Maduro, también se persigue a organizaciones humanitarias y grupos que realizan trabajo social sin ánimo de lucro. Ilegalizan sus entidades, les prohíben recibir apoyo internacional, encarcelan a sus miembros y destruyen las modestas instalaciones en las que trabajan.
¿Cuáles son las consecuencias de estas tropelías? Que familias que viven en situación de pobreza o de extrema pobreza dejan de recibir apoyo por parte de las organizaciones arrasadas. El régimen aspira al poder ilimitado de la pareja criminal y se propone aniquilar toda forma de disidencia o rechazo, silenciar la sociedad, a imponer un poder total en el que nada ni nadie escape de su control.
¿Dice algo la izquierda, los grupos progresistas, los movimientos antisistema, los integrantes del Foro de Sao Paulo o el Grupo de Puebla? Ni una palabra. Son sus cómplices activos. Mientras en Nicaragua la crueldad adquiere la categoría de primera política del Estado, en Cuba los cuerpos de seguridad del castrismo prosiguen con las prácticas que han refinado en 62 años de dictadura, y que en las últimas semanas se han enfocado en el secuestro, la desaparición, los juicios secretos y sumarios, así como la tortura a músicos, artistas, periodistas y dirigentes sociales. En paralelo, se profundiza la hambruna crónica a la que han sometido a la sociedad cubana por décadas.
Los cuerpos de seguridad del castrismo en las últimas semanas se han enfocado en el secuestro, la tortura, la desaparición, los juicios secretos y sumarios de músicos, artistas, periodistas y dirigentes sociales
Mientras esto ocurre, la vida de la expresidente interina de Bolivia, Jeanine Áñez, enterrada en una mazmorra en La Paz, pende de un hilo. Está sometida y amenazada por unas instituciones controladas por Evo Morales.
En Perú, Pedro Castillo, ya ha comenzado a dar los primeros pasos en su doble propósito de arrasar con las libertades y con la actividad empresarial privada. Entretanto Gustavo Petro, en Colombia; Lula Da Silva, en Brasil, y un cóctel de izquierdistas y progresismos chilenos insólitamente enajenados de la realidad, se preparan para tomar el poder en cada uno de esos países.
En el acto de Madrid insistí, en que nos enfrentamos a una fuerza, la de los enemigos de la libertad, que no está focalizada ni actúa con una estrategia local, sino que está dispersa y activa en toda la esfera iberoamericana y más allá. Es una red inmensamente poderosa, que cuenta con el apoyo de regímenes enemigos de la democracia como China, Rusia e Irán, con el impulso permanente y corrosivo de redes sociales y medios de comunicación, y con una miríada de movimientos, supuestamente creados para luchar por “hermosas” causas, pero que no son sino tapaderas de otro propósito: la destrucción de las libertades y el Estado de derecho.
No se trata de un adversario político o ideológico, sino de un cartel internacional experto en crear situaciones de desorden público, vandalismo generalizado y violencia callejera
Esa red cuenta, además, con una entidad equivalente a una casa matriz, el Foro de Sao Paulo, la organización fundada en Brasil en 1990 y que afilia más de 120 partidos políticos, y decenas de movimientos y organizaciones de activistas, los llamados movimientos antisistema. Hábiles en la promoción del malestar, la desvirtuación de las instituciones, la creación y diseminación de noticias falsas y, como ya vimos en Chile, Ecuador y Colombia, expertos en crear situaciones de desorden público, vandalismo generalizado y violencia callejera. Al Foro de Sao Paulo ha venido a agregarse ahora el Grupo de Puebla, que es, a un mismo tiempo, derivación y continuidad del primero.
Los saqueos ocurridos en los gobiernos de los Kirchner en Argentina, de Evo Morales en Bolivia, de Rafael Correa en Ecuador, de Lula Da Silva en Brasil, de Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela, y de la pareja Ortega-Murillo en Nicaragua; los acuerdos y operaciones conjuntas de las narcoguerrillas de Colombia y el poder venezolano; los enormes tentáculos y caminos insospechados que tiene la industria del lavado de dinero, que alcanza a varios países de Europa y Asia, son elementos que nos colocan ante una perspectiva muy compleja de la lucha que debemos afrontar.
No se trata de un adversario político o ideológico, sino de un cartel internacional, cuya capacidad de disfrazarse; cuyos usos perversos de la comunicación; cuyas tácticas de reclutamiento; cuyo oportunismo para desestabilizar; y cuyas tramas de financiamiento, regidas por la opacidad, lo convierten en un voraz animal de mil cabezas, expansivo y astuto, que tiene la facultad de aparecer y reaparecer en los lugares más inesperados.
Son estos algunos de los desafíos, así lo dije en Madrid, a los que nos toca enfrentarnos hoy, mañana y a lo largo de los próximos años.