Resulta difícil imaginar nuestras vidas sin móviles. Estos dispositivos nos dan los buenos días y las buenas noches, además de acompañarnos a llevar adelante el día a día: la comunicación, planificación, entretenimiento. Los celulares ponen al alcance de nuestras manos un universo de información. Pero también nos condicionan, atan y ¿acaso alteran nuestros cerebros?
Casi tres años después de la pandemia, el uso de pantallas ha aumentado exponencialmente, en especial entre los niños. El tiempo promedio que pasan los pequeños atrapados a esas herramientas aumentó 52% desde el inicio de la crisis de salud, según un estudio publicado en JAMA Pediatrics.
Otro informe reciente encontró que los adultos en Estados Unidos revisan sus celulares 344 veces al día en promedio, una vez cada cuatro minutos, y pasan casi tres horas al día instalados viendo sus dispositivos.
El problema para muchos es que una tarea breve relacionada con el teléfono conduce a una revisión rápida de nuestro correo electrónico o redes sociales. Y de repente nos vemos absorbidos por un interminable scrolling (deslizar verticalmente en una pantalla táctil para ver contenido).
Es un círculo vicioso. Cuanto más útiles se vuelven nuestros teléfonos, más los usamos. Cuanto más los usamos, creamos más vías neuronales que nos conducen a levantar nuestros celulares para hacer cualquier tarea. Y más necesidad sentimos de revisarlos incluso cuando no se requiere.
Uso de celulares y el impacto en el cerebro
Aunque todavía no hay evidencia clara de que los teléfonos inteligentes tengan un efecto negativo a largo plazo en el cerebro, a los expertos en salud les preocupa que el uso excesivo pueda ser dañino. Especialmente para los niños cuyos cerebros aún no están completamente desarrollados.
La investigación demuestra que los celulares pueden afectar negativamente la cognición, esto es, la capacidad del ser humano para conocer por medio de la percepción y los órganos del cerebro. Es también el proceso de adquirir y aplicar conocimientos a través del pensamiento, las experiencias y los sentidos.
Con estos dispositivos, ya no necesita memorizar un número de teléfono u orientarse en la ciudad usando un mapa. El teléfono inteligente hace estas cosas por usted. La investigación muestra que esta dependencia excesiva de su teléfono puede conducir a la pereza mental.
Por otra parte, la simple distracción de revisar un teléfono puede tener consecuencias negativas. Esto no es muy sorprendente: en general, sabemos que hacer muchas cosas a la vez perjudica la memoria y el rendimiento, reseña BBC News.
Uno de los ejemplos más peligrosos es usar el celular mientras conducimos. Los investigadores encontraron que simplemente hablar por teléfono, sin enviar mensajes de texto, era suficiente para que los conductores reaccionaran más lentamente en la carretera.
También es cierto para las tareas cotidianas que implican menos riesgos. Simplemente escuchar un «ding» de notificación hizo que los participantes de un estudio se desempeñaran peor en una tarea. Casi tan mal como los participantes que hablaban o enviaban mensajes de texto por teléfono durante la tarea.
Ventajas y desventajas de los dispositivos
La mera proximidad de los celulares, al parecer, contribuyen a «drenar» nuestros cerebros. Pueden estar subconscientemente trabajando duro para inhibir el deseo de revisar estos dispositivos o monitorear constantemente el entorno para ver si debemos hacerlo. Por ejemplo, esperando una notificación.
De cualquier manera, esta atención desviada puede hacer que cualquier otra cosa sea más difícil. La única «solución», encontraron los investigadores, es colocar el dispositivo en una habitación completamente diferente.
Sin embargo, los investigadores descubrieron recientemente que también podría haber algunas ventajas en la dependencia de nuestros celulares. Se cree que depender de los teléfonos atrofia la capacidad de recordar, lo que decíamos anteriormente de la pereza mental. Pero puede que no sea tan simple.
A los voluntarios de una nueva investigación se les mostró una pantalla con círculos numerados que tenían que arrastrar hacia un lado o hacia el otro. Cuanto más alto era el número en el círculo, más se le pagaría al voluntario por moverlo hacia el lado correcto.
Durante la mitad de las pruebas, a los participantes se les permitió anotar en la pantalla qué círculos debían ir y en qué dirección. Para la otra mitad tenían que confiar solo en la memoria.
Previsiblemente, acceder a recordatorios digitales contribuyó al desempeño de los participantes. Lo inesperado es que cuando usaron los recordatorios, recordaron mejor los círculos (de alto valor) que los participantes anotaron. Y también los círculos (de bajo valor) que no habían escrito.
Los investigadores creen que, habiendo confiado la información más importante (de alto valor) a un dispositivo, las memorias de los participantes se liberaron para almacenar la información de bajo valor. Sin embargo, cuando ya no tenían acceso a los recordatorios, los recuerdos que habían creado sobre los círculos de bajo valor persistían. Pero no podían recordar los de mayor valor.
El cerebro tiene más recursos que un móvil
Pasarán años de investigación antes de que sepamos exactamente qué impacto tiene nuestra dependencia de los celulares en nuestra fuerza de voluntad, cognición a largo plazo y en nuestros cerebros.
Mientras tanto, hay otra forma en la que podemos tratar de mitigar sus efectos nocivos. Y tiene que ver con la manera en que pensamos acerca de nuestros cerebros. Tener una visión limitada o no limitada del cerebro puede ser en gran parte cultural, y es más probable que los países occidentales como EE UU consideren que la mente es limitada en comparación con otras culturas, como la India.
Es interesante repetir que su cerebro tiene más recursos de los que cree. Y que cada vez que resista la tentación de revisar el celular, se establecerán nuevas vías neuronales que harán que resistir esa tentación sea cada vez más fácil. Y quizás incluso a otras en el futuro.