POR CAMBIO16
3/7/2017
Desde que el Ejército de Irak anunció que sus fuerzas especiales habían recuperado el 29 de junio la ciudad de Mosul de las garras de Daesh, muchos expertos pronostican la inminente caída de los terroristas, que, posiblemente, culminará dentro de medio año. Mientras tanto, los yihadistas se han hecho fuertes en la ciudad siria de Raqa y han lanzado una campaña de propaganda activa entre las mujeres y los niños.
Si el destino del Estado Islámico ya parece escrito, queda pendiente la cuestión de cómo el mundo reeducará a los así llamados «cachorros del califato».
Muchos de los menores que viven en los territorios de Siria e Irak liberados de Daesh se han convertido en fanáticos religiosos. Sus vecinos los llaman ‘cachorros del califato’. Algunos creen que estos adolescentes son víctimas inconscientes; otros les consideran tan terroristas como los adultos. ¿Qué destino les espera a los menores involucrados en matanzas brutales y sangrientos ataques?
Muchos de los niños regresarán a comunidades donde se les odia por haber integrado grupos terroristas que sembraban el pánico en sus ciudades y pueblos. «Estos niños no son víctimas. Ellos mataron a nuestros familiares y amigos. Merecen morir«, recoge The Economist el testimonio de un líder de la oposición armada de Siria.
Llamamientos radicales de este tipo son comunes en comunidades que han sido testigos de las atrocidades cometidas por adolescentes. Otros residentes creen que los exmilitantes menores de edad que no hayan muerto en los campos de combate deben ir a la cárcel. Unos 2.000 yihadistas menores de edad ya se encuentran en las cárceles de Irak. «La historia sugiere, sin embargo, que estas prisiones se conviertan en caldo de cultivo para la próxima generación de militantes«, indica la publicación británica.
«Lejos de recibir atención especializada, estos niños informan, al ser entrevistados por activistas de derechos humanos, de que son sometidos a torturas por las fuerzas de seguridad iraquíes. Víctimas de abusos y abandonados, estos niños crecerán odiando al Estado», se escribe en el mismo artículo.
Los muros de contención al terrorismo
Los estereotipos religiosos, la xenofobia, la segregación, la mala gobernanza y la falta de derechos civiles juegan un papel fundamental
Rentados a la muerte
El número exacto de menores que combate en las filas de los extremistas se desconoce. Como expone el centro de estudios estadounidense Institución Brookings citando datos de la ONU, miles de niños participan en las hostilidades formando parte de los ejércitos nacionales de siete países y 50 grupos armados en todo el mundo.
La mayoría de estos niños son varones, especialmente en Oriente Medio. Sin embargo se calcula que un 40% son chicas. Los menores de edad se han visto ampliamente involucrados en conflictos armados de países africanos. En ese continente son considerados «la enfermedad más temible».
Sin embargo, los reclutadores más activos son los militantes del grupo terrorista el Estado Islámico. Bajo el califato terrorista, los yihadistas menores donan sangre para los heridos extremistas, patrullan las calles, vigilan y ejecutan a presos, realizan ataques suicidas con bombas y atraen a las filas extremistas a otros niños. La organización terrorista los recluta de maneras muy distintas tanto en las mezquitas como en las calles. En las zonas controladas por Daesh existen sus centros ‘educativos’ donde los extremistas ‘crían’ a sus futuros correligionarios, les obsequian con comida, bebida o chucherías y les hacen distribuir folletos de propaganda.
Puesto que la mayoría de las escuelas están cerradas, los chicos que no tienen nada que hacer se unen a los militantes extremistas. Otros se adhieren a los terroristas no por volutad propia, pues les toman por fuerza o los venden sus propios padres. Una familia recibe mensualmente unos 200 dólares por cada niño ‘prestado’.
El necesario rescate
La etapa más difícil es reinsertarlos en una vida normal. Los adolescentes tienen difícil iniciar una nueva existencia en lugares donde muchos recuerdan las atrocidades cometidas por ellos. Muchos niños no recurren a esa ayuda por miedo a ser detenidos por las fuerzas gubernamentales o a ser asesinados por los terroristas si desertan. Las autoridades iraquíes y sirias piensan seriamente en el establecimiento de programas de rehabilitación para los niños exmilitantes de Daesh.
Sin embargo, se precisa una importante financiación para crear puestos de trabajo en países con altas tasas de desempleo y corrupción. En Occidente ya existen los mencionados programas: no hay otra opción. «Que los cachorros yihadistas de hoy no se conviertan en leones mañana dependerá en gran medida de la duración de este interés», concluye ‘The Economist’.