Vivir en las inmediaciones de un aeropuerto casi siempre resulta una experiencia traumática por el nivel de ruido, el congestionamiento vehicular en los alrededores y la psicosis infundada debido al cine de que alguno de los cientos de aparatos que despegan y aterrizan diariamente termine en la sala de nuestras casas. Sin embargo, existe algo más perturbador y dañino: diminutas partículas que emiten los aviones y que podrían estar relacionadas con miles de casos de hipertensión, diabetes y demencia en España y Europa.
Además de dióxido de carbono, los aviones emiten otros gases, como óxidos de nitrógeno, especies oxidadas de azufre y vapor de agua, y partículas ultrafinas. Estas últimas afectan la salud de las personas, especialmente de las que viven o trabajan cerca de aeropuertos con mucho tráfico aéreo. El más reciente estudio de Transport & Environment, apoyado por Eco-union, Ecodes y Ecologistas en Acción, advierte que las partículas son aproximadamente 1.000 veces más pequeñas que un cabello y penetran profundamente en el cuerpo humano. Las han encontrado en la sangre, el cerebro y hasta en la placenta.
Para el estudio se seleccionaron 32 aeropuertos de Europa con alto tránsito aéreo. De los españoles se tomaron el Adolfo Suárez de Madrid, el Prat de Barcelona, Palma de Mallorca y la Costa del Sol de Málaga. En el conjunto de Europa, 52 millones de personas se ven afectadas. Solo en Madrid llegan a 3,8 millones.
Diminutas, pero con enormes consecuencias
Su pequeño tamaño y comportamiento a nanoescala dificultan su medición con la tecnología actual de monitoreo de calidad del aire. Se mueven de manera distinta a otras partículas finas, con patrones aleatorios más similares al de los gases. Aunque no existen estándares oficiales para medirlas o regularlas, cálculos sugieren que más del 90% de las partículas en el aire en cualquier momento dado son ultrafinas. También se cree que cada vez más sus concentraciones superan las de otros contaminantes de partículas y pueden estar vinculadas con un rango aún más amplio de efectos adversos para la salud que las partículas finas o gruesas.
Los científicos relacionan la exposición a partículas ultrafinas con el desarrollo de afecciones graves y a largo plazo, como problemas respiratorios, cardiovasculares, complicaciones en el embarazo y demencia. Consideran indiscutible que provocan estrés oxidativo a los tejidos en todo el cuerpo que pueden causar daños sistémicos, por su capacidad de penetrar profundamente en el tejido pulmonar, el torrente sanguíneo, el cerebro y casi cualquier otro órgano.
De todas las fuentes de contaminación atmosférica, la exposición a las partículas en el exterior es, por sí sola, el quinto factor de riesgo de muerte en el mundo, con 4,2 millones de fallecimientos y más de 103 millones de años de vida perdidos en función de la discapacidad. Un artículo de revisión de 2020 en medicina experimental y molecular encontró evidencia sustancial de que la exposición a partículas ultrafinas aumenta el riesgo de padecer:
- Inflamación pulmonar
- Hipertensión
- Enfermedad isquémica del corazón
- Arterosclerosis
- Ataques al corazón
- Insuficiencia cardiaca
- Tos crónica
- Daño en el nervio
- Daño cerebral
- Pérdida de la función cognitiva
- Problemas digestivos
- Diabetes
- Mayor riesgo de muchos cánceres
- Daño de la piel
Monitoreo
Las aeronaves contribuyen a la contaminación atmosférica mediante la emisión de partículas, óxidos de nitrógeno, monóxidos de carbono, hidrocarburos, compuestos orgánicos volátiles, carbono negro y dióxido de azufre. Los aviones liberan partículas diminutas a gran altitud, pero también en el despegue y el aterrizaje. Por esto los residentes en zonas cercanas a aeropuertos se ven especialmente afectados. Las personas que viven en un radio de 5 km de un aeropuerto respiran un aire que contiene, de media, entre 3.000 y 10.000 partículas ultrafinas por cm3 emitidas por los aviones.
La formación de estelas de condensación —las líneas blancas que surcan el cielo detrás de los aviones, con un importante efecto de calentamiento— también está relacionada con las emisiones partícula. Hasta la fecha, no existe ninguna normativa sobre los niveles seguros en el aire. Y eso que la Organización Mundial de la Salud advirtió hace más de 15 años que se trataba de un contaminante de preocupación emergente.
Algunas organizaciones han realizado estudios independientes de emisiones regionales de partículas ultrafinas. Buscan comprender mejor las fuentes, patrones y efectos en la salud y contribuir a futuras tecnologías y regulación de monitoreo. El monitoreo podría ayudar a aislar mejor los mecanismos de motor de combustión que conducen a sus emisiones. Con esto de allanaría el camino para desarrollar tecnologías más eficientes que reduzcan las emisiones de partículas ultrafinas por completo. Hasta que estén sujetas a nuevos estándares y regulaciones, se puede hacer poco para hacer cumplir el control de las emisiones por parte de los principales contribuyentes.
Estudio extrapolado
El informe recoge los resultados del estudio sobre partículas ultrafinas del Instituto Nacional de Salud Pública y Medio Ambiente de los Países Bajos alrededor del aeropuerto de Schiphol, Ámsterdam. Esos datos los extrapola a los 32 aeropuertos europeos más concurridos para obtener una estimación de primer nivel de los efectos en la salud de la exposición a estas partículas en la zona contigua a esos terminales. La extrapolación asume que la contaminación crece de manera lineal con el tráfico aéreo, y que se extiende de manera homogénea alrededor de cada aeropuerto.
Se evaluó la posible correlación entre la exposición a la contaminación del aeropuerto Schiphol y los efectos respiratorios, cardiovasculares, neurológicos y metabólicos, los problemas psicológicos y los resultados del embarazo. El análisis considera que se podrían asociar 280.000 casos de hipertensión arterial, 330.000 casos de diabetes y 18.000 casos de demencia en torno a los 32 principales aeropuertos europeos. Cerca de 8 millones de personas —alrededor del 16 % de la población total de España— viven en un radio de 20 km de los cuatro aeropuertos.
Los autores de la investigación consideran que los políticos han ignorado esta crisis sanitaria oculta. Han priorizado el crecimiento del sector de la aviación y los viajes de negocios sobre la salud de su propia población, a menudo la más pobre. En muchas ciudades existe una correlación entre las personas que viven cerca de un aeropuerto y los ingresos más bajos. Esto demuestra que las personas más vulnerables son las más afectadas por la contaminación atmosférica.
Mejor combustible, menor cantidad de partículas
La investigación refiere que el uso de combustible de «mejor calidad» puede reducir las partículas hasta en un 70%. La cantidad emitidas por los aviones depende en gran medida de la composición. Cuanto más limpio, menos contaminación genera al quemarse. La limpieza se realiza mediante un proceso llamado hidrotratamiento. Se utiliza desde hace décadas para eliminar el azufre de los combustibles para coches y barcos y puede costar menos de cinco céntimos por litro de combustible. Sin embargo, nunca ha servido para mejorarlo.
Otras medidas para reducir estas emisiones y mejorar la calidad del aire son la reducción del tráfico aéreo y del crecimiento exponencial de la aviación, así como el uso de tecnologías más limpias, como los combustibles de aviación sostenibles y los aviones de emisiones cero, que liberan muchos menos contaminantes.
«No es habitual que un problema alarmante que afecta a millones de personas pueda reducirse, y a bajo coste. Los humos sucios provocados por los aviones pueden reducirse drásticamente si limpiamos el combustible. Los sectores de la carretera y el transporte marítimo dieron este paso necesario hace años, pero la aviación ha estado dando largas. Se enorgullecen de su tecnología punta y de sus aviones supuestamente eficientes, pero siguen utilizando combustibles que tienen un impacto devastador en la salud de millones de europeos», afirma Marcos Raufast, de Ecodes.
No solo los aviones
Las partículas ultrafinas se emiten más comúnmente a través de la combustión de fuentes naturales o humanas. Se cree que la actividad humana es responsable de la mayor proporción debido a la prevalencia en las ciudades, donde la industrialización global y el crecimiento de la población han tenido el impacto más notable en la contaminación del aire. Se cree que la actividad humana es responsable de la mayor proporción de partículas ultrafinas debido a la industrialización global y el crecimiento de la población. Su concentraciones tienden a ser más altas durante el día. Las fuentes naturales que las producen incluyen:
- Lava volcánica y ceniza
- Humo de incendios forestales
- Aerosoles en la niebla del océano
Debido a la naturaleza temporal de estas fuentes, no se consideran particularmente problemáticas. Las corrientes de viento globales las dispersan rápidamente que en bajas concentraciones representan poca amenaza para la salud humana, con la excepción de las principales erupciones volcánicas cuyo humo puede viajar miles de millas.
Fuentes humanas, como los vehículos, aviones y la industria, pueden plantear grandes riesgos para la salud porque emiten nuevas partículas durante largos períodos de tiempo, ya que el tráfico de vehículos y la actividad industrial ocurren continuamente en todo el mundo.
Las fuentes humanas más comunes
- Escape del vehículo
- Escape diesel
- Gas natural y emisiones de biocombustibles6
- Emisiones de aviones
- Emisiones de fábrica e industriales
- Emisiones de la planta de energía
- Quema de basura
- Cigarrillos, cigarros y vapeo
- Cocina interior
- Quemas controladas
- Aspiradora en interiores
- Uso de máquinas de oficina como impresoras y copiadores