Por Mar Marín | Efe
23/10/2015
«El órgano más sensible del hombre es el bolsillo». La frase, atribuida al general Juan Domingo Perón, cobra un especial sentido en el ajustado proceso electoral que vive Argentina. Más de 32 millones de argentinos están convocados a las urnas este domingo para elegir a su próximo presidente. Y votarán con una mano en el bolsillo.
«Lo que le preocupa a la gente es qué va a ocurrir con su salario, con su trabajo y con su bolsillo en los próximos cuatro años», sostiene Mariel Fornoni, directora de la consultora Management&Fit.
En medio de una clima de incertidumbre ante un proceso electoral ajustado que abre la puerta a una segunda vuelta y en un contexto económico de estancamiento y volatilidad, alrededor de un 10% de indecisos tienen la llave de la Presidencia.
Aventajado en las encuestas va el peronista Daniel Scioli (en la imagen con Cristina Fernández), seguido del conservador Mauricio Macri y del también peronista, pero disidente, Sergio Massa.
Ninguno ha detallado en profundidad sus planes para levantar la decaída economía argentina, pero, atentos a la consigna de Perón, que presidió tres veces el país, anuncian que se ocuparán de engrosar el bolsillo del electorado.
En sus cierres de campaña, el jueves por la noche, los tres candidatos aventajados pidieron el voto de los indecisos y Scioli se adelantó a anunciar que bajará el impuesto de la renta, una de las medidas del Gobierno de Cristina Fernández que más ha molestado a la clase media argentina.
Herencia
El próximo presidente heredará una economía estancada, con amenaza de recesión, un mercado negro que ha llevado el dólar en la recta final de la campaña a 16 pesos -un 70% sobre la cotización oficial-, una inflación superior al 20% y un conflicto con fondos especulativos que aleja a Argentina de la financiación en los mercados internacionales.
Falta de confianza en las instituciones, descrédito de los índices oficiales, división del movimiento sindical y fractura social son también parte de la herencia.
A apenas dos meses de dejar el poder, la presidenta argentina, Cristina Fernández, no pierde ocasión de pedir el voto para conservar los logros de la llamada «década K». Los subsidios forman parte de su legado. El Gobierno destina cifras millonarias a este capítulo en un país donde 17,5 millones de personas viven de un cheque del Estado, bien una jubilación, una ayuda -como la Asignación Universal por Hijo- o un subsidio.
Una política que la oposición ha tildado de populista pero que ahora, en vísperas de las elecciones, ningún candidato se atreve a criticar. Todos se comprometen a mantener las ayudas públicas, aunque también a impulsar la creación de empleo para que disminuyan progresivamente.
La sombra del ajuste y la devaluación planea sobre el final de ciclo kirchnerista, mientras los argentinos mantienen el consumo amparándose en las ventajas del pago con tarjeta a plazos, y sin recargo, las llamadas «doce cuotas».
«El peso no vale nada. Los sueldos no son acordes al consumo que se debe hacer y la gente esta empeñándose hasta el último en las tarjetas. Vaya a saber qué destino tendremos», se lamenta Elsa Corbalán.
También la porteña Ludmila Fernández reconoce que votará «con la mano en el bolsillo», con la esperanza de que el próximo Gobierno «piense un poco más en la gente en forma global, no siga habiendo tanta devaluación» y que los ciudadanos puedan llegar «a final de mes no tan apretados».
Para Sebastián Patane, bonaerense, los argentinos están «preocupados por los precios de los alimentos y el coste de vida», pero priorizan tener trabajo y «en los últimos diez años ha mejorado bastante».
Una percepción que comparten algunos analistas, como Fornoni, para quien «los argentinos no creen en versiones apocalípticas de la economía, la ven en función de cómo le va a su círculo cercano. La inflación no les pesa tanto como el desempleo».
Rosendo Fraga, de Nueva Mayoría, estima que el argentino no percibe la gravedad de la situación económica por su experiencia en crisis como la de 2001. «El próximo presidente va a tener que tomar medidas rápidas de costo. Pero no hay una percepción del hombre común de que está viviendo una crisis económica», afirma.
A partir de diciembre, cuando tome posesión, el nuevo presidente tendrá que echar muchos números si, como aconsejaba Perón, quiere cuidar del bolsillo de los argentinos y empezar su mandato con buen pie.