Xulio Sousa, Universidade de Santiago de Compostela
En la década de los ochenta del siglo pasado el genetista italiano Luigi Luca Cavalli-Sforza comenzó la publicación de una serie de trabajos que descubrían la existencia de similitudes entre la diversificación y distribución territorial de grupos genéticos y de familias lingüísticas.
Desde los años cincuenta Cavalli-Sforza, formado en genética bacteriana, se había interesado por la genética de poblaciones, movido por el propósito de reconstruir la historia de dispersión de las poblaciones humanas. A lo largo de los tiempos, los humanos se han organizado en grupos que comparten tradiciones culturales, características lingüísticas y rasgos genéticos. Cavalli-Sforza sugirió que el análisis de los datos genéticos podría permitir trazar un árbol de los linajes de las poblaciones humanas y comenzar a reconocer la existencia de paralelismos entre la clasificación genética y la clasificación de las lenguas y otros rasgos culturales.
Las conclusiones de los trabajos de Cavalli-Sforza y de sus colaboradores originaron controversias que resultaron muy fructíferas para el avance de los distintos ámbitos científicos concernidos: ¿derivan las lenguas actuales de una única lengua?, ¿tienen las lenguas africanas características más arcaicas que el resto?, ¿apoyan las diferencias genéticas la singularidad lingüística de lenguas como el vasco? Como todos los trabajos sólidos y singulares, sirvieron también de acicate para muchas investigaciones interdisciplinares.
Los trabajos del grupo de Cavalli-Sforza se fundamentaban en el estudio de genes y tenían como objetivo poblaciones y familias lingüísticas de continentes enteros o bien de todo el mundo. Investigaciones posteriores comenzaron a indagar si existía también algún paralelismo entre la diversidad genética y lingüística a menor escala. En el ámbito europeo se han realizado estudios fundamentalmente en los dominios de las lenguas germánicas y románicas, muchos de ellos echando mano de un indicador menos preciso que los genes y que había sido aprovechado en lo estudios de poblaciones desde hacía tiempo: los apellidos. Como ejemplo, en 2015 un grupo de investigadores identificaron conexiones entre la fragmentación de los reinos medievales de España, los romances peninsulares y la organización regional de los apellidos contemporáneos.
Apellidos y poblaciones
El uso de los apellidos en los estudios genéticos se remonta al siglo XIX, cuando George Darwin, hijo de primos hermanos (Charles y Emma), estudió la consanguinidad en poblaciones rurales de Inglaterra a partir de la coincidencia de apellidos de los dos miembros de la misma pareja (la estimación de la isonimia). En la mayoría de las sociedades europeas, los apellidos se hicieron hereditarios a partir de la Edad Media, y desde el siglo XVIII, buena parte de los estados oficializaron su uso.
Pocos años después del estudio de Darwin, su compatriota Henry Guppy mostró que los apellidos (family names) se distribuían territorialmente de forma organizada y tenían límites de difusión similares a las fronteras políticas y naturales. Trabajos posteriores descubrieron que algunos apellidos, como los originados a partir de nombres de lugar (Ariza, Barceló, Orozco, Ares, etc.), se extendían trazando un radio que marcaba la movilidad y extensión de los grupos poblacionales. Los apellidos, como los genes, funcionan como contenedores de información que podían ser aprovechados para indagar en la historia, las vinculaciones y la distribución de las poblaciones.
Apellidos y dialectos
Siguiendo el método empleado en algunos de estos trabajos, un grupo interdisciplinar de lingüistas y matemáticos hemos emprendido el estudio de los apellidos de distintas zonas peninsulares para descubrir qué nos pueden decir estos nombres propios sobre las poblaciones que los portan. En nuestro estudio, publicado en la revista Journal of Linguistic Geography, analizamos la distribución territorial de los apellidos de Asturias.
A diferencia de trabajos previos basados en datos provinciales y más parciales, nuestra investigación parte de censos completos de los 78 municipios asturianos. Estos registros fueron filtrados de dos modos para obtener un conjunto más significativo:
- Se eliminaron aquellos apellidos que por su frecuencia dificultan el descubrimiento de las agrupaciones regionales (los más frecuentes –García, Fernández, Rodríguez, etc.- y los más raros);
- Además, se realizó un corte temporal (apellidos de personas nacidas antes de 1960) para minimizar la repercusión de los movimientos de población consecuencia de las migraciones a las ciudades.
El conjunto resultante se trató con procedimientos estadísticos que permitieron identificar las principales regiones de apellidos de Asturias.
El resultado muestra cuatro agrupaciones compactas, separadas por barreras que corren de norte a sur y que se asemejan bastante en su trazado a las isoglosas que separan las variedades lingüísticas asturianas.
Asimismo, es posible reconocer que los dos primeros grandes bloques de la fragmentación de los apellidos muestra coincidencias evidentes con la partición del territorio de Asturias entre un área lingüística occidental, con características compartidas con el gallego, y otras tres zonas, identificadas con trazos exclusivos del asturiano.
Un campo de datos a explotar
Los lingüistas interesados por la variación lingüística investigamos los datos con la intención de descubrir las causas que ayuden a comprender cómo y por qué divergen las lenguas. El estudio de la distribución de apellidos en una población permite obtener información sobre su movilidad y sobre la extensión de las relaciones grupales.
Las características lingüísticas se difunden socialmente en la interacción y, por lo tanto, son dependientes de las relaciones y movimientos de las comunidades, que pueden ser observadas a partir de la información proporcionada por los apellidos.
Los resultados destacados en nuestro trabajo dan cuenta de que las similitudes entre las dos clases de datos pueden ser consecuencia de formas de ocupación del territorio del pasado. Con seguridad, la cooperación de investigadores de distintas disciplinas contribuirá a continuar explotando todo el valor informativo de esta clase tan peculiar de nombres propios.
Xulio Sousa, Profesor titular e investigador, Universidade de Santiago de Compostela
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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