Desde la Antigüedad, el ser humano ha tenido una relación paradójica con los animales. Unos han sido celebrados y hasta endiosados, otros se convirtieron en compañeros y mascotas, y muchos otros, la mayoría, han sido vistos como un medio para un fin. Los animales pueden convertirse en comida, ser usados como medio de transporte, su piel sirve para fabricar ropa y hasta pueden servir de entretenimiento. Así, han sido explotados en muchas industrias y la mayoría de las veces sin consideración.
Esa idea de explotación hacia los animales es lo que se conoce como “especismo”, un término acuñado en 1970. Según el Diccionario de la Real Academia Española, el especismo es la “discriminación de los animales por considerarlos especies inferiores” y la “creencia según la cual el ser humano es superior al resto de los animales, y por ello puede utilizarlos en beneficio propio”.
Precisamente desde la década de los 70, el movimiento por la defensa de los animales, gracias a la influencia de obras como Liberación animal del filósofo australiano Peter Singer, comenzó a ganar peso en todo el mundo y la idea de tratar a los animales con ética y respeto, aunque sea para después comerlos, provocó que los gobiernos se interesaran en promulgar leyes por el bienestar animal. Sin embargo, a pesar de las legislaciones y el gran avance en la consciencia de la población, los animales siguen siendo día a día objeto de prácticas crueles que, en muchos casos, podrían evitarse.
La experimentación animal
La experimentación con animales es una de las prácticas que más controversia genera desde el punto de vista ético. Se estima que se utilizan hasta 115 millones de animales en investigaciones que van desde pruebas de cosméticos hasta biomedicina. Entre los animales más utilizados se encuentran ratones, ratas, peces, conejos, cerdos de Guinea, animales de granja, perros, gatos y primates como monos y chimpancés en todo el mundo.
Muchos científicos y expertos defienden que la experimentación con animales ha sido clave para el desarrollo de la medicina. En 2015, la Confederación de Sociedades Científicas de España (COSCE) lanzó un informe en el que argumentaba que la experimentación con animales había sido crucial, por ejemplo, para identificar el virus del sida, producir terapias antirretrovirales o desarrollar la vacuna contra el virus del papiloma humano.
Sin embargo, organizaciones como PETA (Personas por el Trato Ético en los Animales, por sus siglas en inglés) o The Humane Society International aseguran que los animales utilizados en los laboratorios generalmente son sometidos a procedimientos que son considerados crueles y antiéticos como encierro forzado, descargas eléctricas, administración de drogas, inanición, ser quemados, disparados o envenenados, provocar daños en su tejido cerebral o ser manipulados genéticamente. Asimismo, se ha cuestionado la utilidad de la vivisección en centros educativos.
La UE pionera
En la Unión Europea, la investigación con animales está altamente regulada. La Directiva 2010/63/UE, tiene como objetivo “aumentar el bienestar de los animales cuyo uso es necesario para la investigación científica”. Para ello, la legislación desarrolló el principio de las tres R: reemplazar, reducir y refinar. Es decir, usar cultivos celulares o simulaciones informáticas en vez de animales cuando sea posible. Así como reducir el número de animales utilizados a los estrictamente necesarios y refinar los métodos para mejorar su bienestar.
Igualmente, la experimentación con animales no está al alcance de cualquiera. En Europa, el científico debe redactar una propuesta de experimento de forma precisa, incluyendo el número de animales necesarios y el detalle de los procedimientos a utilizarse. Este anteproyecto debe pasar por tres comités antes de su aprobación: en el mismo centro de investigación, un consejo independiente externo y, en el caso de España, la última palabra la tienen las consejerías de Medio Ambiente, Agricultura o Sanidad de las comunidades autónomas.
La crueldad detrás del maquillaje
Aunque la utilidad de la experimentación en animales para la biomedicina todavía es discutible, en lo que sí parece haber más consenso es en prohibir el uso de animales para probar cosméticos. En la UE, Guatemala, Islandia, India, Israel, Nueva Zelanda, Noruega, Serbia, Suiza y Turquía está prohibido el testeo. Pero todavía es legal en el 80% de los países del mundo, mientras que China pide específicamente la prueba en animales. Por esta razón muchas compañías mantienen esa práctica si quieren vender en el gigante asiático.
La UE prohibió la utilización de animales en pruebas para productos cosméticos en el año 2004 y para 2009, también para los ingredientes. Mientras que en el 2013, prohibió la comercialización de productos que usen animales para hacer sus pruebas. Hace un año el Parlamento Europeo adoptó una resolución en la que se pide la eliminación de los ensayos con animales en la industria cosmética en todo el mundo.
Pero, por ahora, estos ensayos siguen siendo habituales. Sus víctimas son sobre todo: ratones, ratas, cerdos y conejos. Entre las prácticas más comunes, según la Humane Society, están: restregar químicos en los ojos y en la piel sin ningún tipo de anestesia, estudios de alimentación forzada que duran semanas para detectar signos de enfermedad o riesgos específicos, y, finalmente, estudios de “dosis letales”, en los que los animales deben tragar grandes cantidades de químicos para determinar qué dosis causa la muerte.
Asimismo, según esta misma organización, es muy probable que al final de la prueba se asesinen a los animales sin ningún tipo de aturdimiento. En los Estados Unidos, y otros países, los animales que son parte de este tipo de testeos no se incluyen en las estadísticas oficiales y, por lo tanto, no cuentan en la protección de la Ley de Bienestar Animal.
El sufrimiento del matadero
Otra de las industrias que ha estado en el ojo del huracán por el maltrato animal ha sido la cárnica. Sin duda, lo que ha salido a la luz de las condiciones de mataderos y granjas industriales, tanto en España como en el mundo, son historias e imágenes de películas de terror. Desde el sacrificio de vacas preñadas al degüello de animales conscientes, todas prácticas prohibidas por la ley europea y española, son procedimientos más comunes de lo que deberían. Aitor Garmendia, autor de Tras los muros, realizó una investigación de casi dos años en las que fotografió y documentó cómo es el paso de los animales por el matadero.
Garmendia denuncia maltratos que van desde hacinar a los animales en los camiones de transporte entre su propio excremento y orina hasta no aplicar correctamente los métodos de aturdimiento antes de matar a los animales. Asimismo, asegura que en algunos mataderos no se cumple con la presencia del veterinario para verificar que todos los procedimientos se realizan de forma legal.
Recientemente, se hizo viral un vídeo en Youtube publicado por la organización Equalia en el que se veía cómo eran básicamente torturados los animales de un matadero de Ávila. Se puede observar cómo le aplicaban descargas eléctricas a la cara de una vaca, que le caían a golpes y palazos a los corderos y que incluso los animales eran degollados sin aturdir. Sin duda, son prácticas comunes en todo el mundo y que pueden enfermar incluso a los que están dentro del sistema. Mauricio García Pereira, exempleado del matadero municipal de Limoges (Francia), que recientemente publicó el libro Maltrato animal, sufrimiento humano (ed. Península), recoge en su informe las torturas que sufren los animales que llegan todos los días a ese lugar.
Un relato de terror
García Pereira trabajó en el matadero desde el año 2010 hasta 2016 y llegó a través de una empresa de trabajo temporal. Hijo de granjeros, no le importaba trabajar con animales ni la sangre. Pero, sin duda, lo que se encontró fue mucho más fuerte de lo que esperaba. “Lo primero el olor. Un olor a putrefacción y mierda, intenso, casi insoportable. El olor de la muerte”, así comienza su relato que llega al clímax de la indignación cuando, más allá de todos los animales que se sacrificaban cada día, también estaban matando vacas preñadas.
«Una tarde del año 2013, en la tripería, el taller al que llegan las vísceras, hay algo que me llama la atención (…). De repente hay ante mí una gran bolsa de color rosa irisado; no se parece a nada que haya visto hasta el momento. Dejo el cuchillo mientras suelto una blasfemia y palpo la enorme bolsa, caliente todavía. ¡Me cago en Dios! ¿Qué es esto? He crecido en una granja y me cuesta creer lo que veo: ¡Hostia puta! ¡Un feto!«, narra en el libro.
Es en ese momento en el que empieza a tomar fotos, preguntar y documentar lo que veía. Y tres años después, en 2016, se encontró con un reportaje sobre maltrato animal que lo llevó a querer contar su historia. Así que contactó con la asociación animalista L214, que había hecho el documental, y le dejaron una cámara para contar su historia. En noviembre de ese año, las imágenes salieron a la luz y fue un escándalo en el país galo. Sin embargo, fue un escándalo con fecha de caducidad: un año. Ahora, según fuentes del matadero citadas, todo sigue igual.
El costo del abrigo de piel
La industria peletera ha sido la causante del sufrimiento de zorros, visones y martas a lo largo de la historia. El abrigo de piel, que otrora fue un símbolo de estatus, ahora se está convirtiendo en un signo de crueldad. Numerosas marcas, entre las que se encuentran gigantes como Gucci, Prada y Versace, han renunciado a utilizar pieles. Sin embargo, muchas otras firmas como Off-White, Dior o Fendi siguen siendo asiduas a ellas.
Como los mataderos, la industria peletera también es poco transparente respecto a sus prácticas. La Humane Society critica tanto la caza de zorros y visones hasta las granjas peleteras, donde sacrifican a los animales en apenas ocho meses y los confinan a cajas de 1 metro y 70 centímetros.
Se asesinan, según estimaciones, más de 100 millones de animales, entre los que también se incluyen conejos, para usar su piel. Desde el sector, argumentan a favor que el uso de pieles naturales es mucho menos contaminante que el de fauxfur o piel sintética. Asimismo, desde la Spanish Fur Association se defiende que se han tomado muy en serio las críticas y se trabaja en las granjas para cuidar a los animales lo mejor posible.
Es necesaria una reflexión
Sin embargo, para las organizaciones, estas declaraciones son puro marketing y greenwashing. A pesar de las regulaciones y los escándalos públicos a los que muchas de las empresas y compañías se han visto sometidas, en la mayoría de los casos no existe una verdadera penalización. Aunque los miembros de la industria cárnica o la peletera emitan comunicados en los que dicen que no van a seguir llevando a cabo procedimientos que dañen a los animales, estos siguen violando las normas, que incluso algunos animalistas consideran laxas, amparados por su poder económico. Estas son industrias que mueven millones de dólares.
El debate sobre si los seres humanos deben o no utilizar animales para su propio beneficio apenas empieza. Sin duda, la cuestión no es sencilla. Pero se podría comenzar por considerar que si no es necesario, ¿por qué se habría de infligir dolor a otro ser vivo que siente tanto como lo haría cualquier humano? Si de algo ha servido la experimentación en animales es, precisamente, para determinar que los mamíferos tienen circuitos neuronales homólogos y todos son capaces de sufrir.
Desde ese punto de vista, utilizar animales en investigación científica, siempre que esté justificada y no sea cruel, al menos se hace con el propósito de que tenga una utilidad para la humanidad y para los propios animales, como lo han sido los estudios del ébola en primates. Pero despellejar a un animal vivo solo para hacer un abrigo de piel, que costará casi 8.000 euros, es algo perfectamente evitable. Y si, finalmente, los animales terminarán en un plato de comida, ¿es muy diferente si esa vaca sufrió en el matadero o fue sacrificada con dignidad? ¿Hay realmente una forma ética de matar animales? Tal vez las respuestas no sean sencillas pero al menos, hay que hacerse las preguntas.
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