Suecia, Dinamarca, Noruega, Finlandia e Islandia dan un giro y no quieren que se les siga viendo como amables y receptivos con la inmigración
La ola de rechazo que comenzó en Hungría y Polonia, se sigue extendiendo por Europa. La crisis migratoria es global. La Organización Internacional para las Migraciones estima que el mundo alberga 281 millones de migrantes. Un récord en la era moderna. A esta cifra se suman otros 117 millones de personas desplazadas por catástrofes naturales, violencia y conflictos de todo tipo en los cinco continentes. Con conflictos en África y en el Medio Oriente, desastres naturales ocasionados por el calentamiento global y crisis políticas por el avance inusitado del populismo.
Los beneficios sociales y la estabilidad política y económica alcanzados por Estado de la Unión Europea la han convertido en el principal destino para los migrantes que huyen de la pobreza, la violencia y las persecuciones políticas o religiosas en sus países. En 2023, la OIM registró 264.000 entradas irregulares a la Unión Europea. Un aumento del 6,6% respecto al año anterior. En 2021 la cifra alcanzó 150.000 migrantes irregulares.
En 2022, la UE emitió casi 3,7 millones de permisos de residencia, más que en 2021 (2,9 millones) y que en 2019 (3 millones). Se presentaron 875.000 solicitudes de asilo en 2022, un incremento del 52% en comparación con 2021 . Están excluidos los ucranianos. Si se incluyen los europeos que migran dentro de Europa, la proporción de extranjeros que residen en la UE asciende al 12,5%. Tres cuartas partes viven en Alemania, España, Francia e Italia. Un indicador relevante de la diversidad cultural y demográfica de Europa.
Los amigables países escandinavos
Los países nórdicos no son los que tienen las más altas tasas de inmigrantes en Europa en términos reales. Pero en los últimos años ha registrado un crecimiento explosivo en razón a su población. La crisis migratoria de 2015 marcó un antes y un después.
Suecia es el que tiene la tasa más alta, con 10,5 millones de habitantes, el 21% son inmigrantes no europeos. Especialmente refugiados de Siria y otros países en crisis. En el otro extremo, el que tiene menos es Finlandia de los 5,5 millones de habitantes el 10% son inmigrantes no europeos.
Su fama de países amigables proviene de sus leyes migratorias. Alabadas en su momento por sus ideas progresistas, su modelo de sociedad del bienestar y por sus políticas liberales frente a la acogida de personas refugiadas.
Con el reciente ascenso de los partidos antinmigrantes, se produjo un giro. Suecia, Dinamarca, Noruega, Finlandia e Islandia, quieren detener el flujo migratorio a sus territorios. Ya no quieren ser vistos como amigables con refugiados, ni receptivos a solicitudes de asilo.
Esta respuesta coordinada de los países nórdicos contra la inmigración ilegal descontrolada se produce después de años de políticas liberales que contribuyeron al «efecto llamada». Ahora se ha impuesto la “línea dura” que propuso y aplica Dinamarca desde el 2019.
Cambio de paradigma
El giro de los países nórdicos en sus políticas migratorias se materializó en el acuerdo entre los ministros de Justicia e Inmigración de Dinamarca, Suecia, Noruega, Finlandia e Islandia que los obliga a colaborar en materia de deportaciones y la creación de programas de retorno a los países de origen.
El aumento de la inmigración en los últimos años ha generado tensiones sociales e impactado los sistemas de bienestar de los países. Asimismo, la radicalización religiosa islámica y el crimen organizado requieren medidas más restrictivas.
Dinamarca, que en 1983 aprobó la ley de extranjería más liberal de Europa, ha impuesto duras restricciones y se ha convertido en el ejemplo para la implementación de políticas antiinmigración.
La pionera en el cambio de política es la socialdemócrata Mette Frederiksen, la primera ministra danesa, que en 2019 estableció la meta de reducir a cero la llegada de solicitantes de asilo. En 2020, el gobierno danés fue el primero en revocar permisos de residencia de refugiados sirios de la región de Damasco con el argumento de que era seguro para ellos regresar. Dinamarca también aprobó una ley para construir centros de recepción de solicitantes de asilo fuera de la UE, en terceros países, como Ruanda. Aún no se ha aplicado.
Inseguridad ante las pandillas
El gobierno de Suecia, liderado por el conservador Ulf Kristersson, está comprometido a ponerle fin a la crisis de inseguridad relacionada con pandillas de migrantes que atribuye a una una integración fallida de una política de inmigración irresponsable.
El gobierno de Finlandia, que encabeza Petteri Orpo con el Partido de los Finlandeses, también ha endurecido las políticas migratorias. Una propuesta es restringir a los inmigrantes sin permiso de residencia los servicios de salud y seguridad social. Orpo cerrará los cuatro principales pasos en la frontera oriental ante el aumento de refugiados procedentes de Rusia.
La ex primer ministra de Suecia, Magdalena Andersson, señaló que el país mantiene sociedades paralelas. El 24% de la población es de origen extranjero. Llevan una vida aparte porque la integración de los inmigrantes no funcionó. En consecuencia, redujo la cuota de solicitantes de asilo aceptados anualmente y de permisos de residencia temporales para refugiados.
Sin la cultura de bienvenida
El acuerdo de los países nórdicos pretende acelerar las deportaciones de quienes se les ha denegado la protección, en cooperación con Frontex, la agencia de protección de fronteras de la UE. También incluye el aumento de las ayudas a los programas de retorno voluntario para inmigrantes en situación ilegal del norte de África, y programas de asistencia y reintegración de retornados voluntarios.
Sin embargo, ACNUR y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos cuestiona la ley danesa, aún por implementar, que permite el establecimiento de centros de recepción para solicitantes de asilo en países socios, como Ruanda.
El gobierno sueco, liderado por Ulf Kristersson, inició una campaña internacional para desalentar la llegada de solicitantes de asilo, desea cambiar la percepción de Suecia como un país acogedor.
Noruega adopta medidas como la deportación de solicitantes de asilo a Rusia como lo hizo antes Dinamarca con los sirios. Islandia, la de venezolanos con el argumento de que su país es seguro.
A expertos académicos y a las organizaciones defensores de derechos humanos les preocupa que las nuevas políticas migratorias aumenten el racismo y los discursos de odio. No se refieren a los impactos al bienestar de los ciudadanos de los países nórdicos ni a su condición de víctimas de radicalismos religiosos, no integración y delincuencia de pandilleros.
Katrine Syppli Kohl, investigadora en ciencias sociales de la Universidad de Copenhague, sostiene que las restricciones migratorias tienen un impacto negativo en la cohesión social y en la integración de las minorías en los países nórdicos y que se socavan derechos humanos.
Dinamarca tras la línea dura
La tendencia reduccionista a polarizar ha convertido la compleja crisis migratoria en un punto de confrontación entre la izquierda «progresista» y la derecha «conservadora». Pero las raíces detrás de la reacción son mucho más profundas. Los movimientos migratorios no son un fenómeno novedoso en Europa. En los siglos pasados, las guerras movieron a los pobladores del viejo continente de un país a otro, e incluso a través de los mares. Lo novedoso es el volumen y la procedencia: los conflictos en África y la desestabilización del Medio Oriente cambiaron el panorama.
Dinamarca, pesar de ser muy liberal y tolerante en términos sociales y políticos, ha optado una postura restrictiva hacia la inmigración. La impulsa el temor a perder su propia identidad y las condiciones privilegiadas que la caracterizan. Dinamarca ha etiquetado oficialmente ciertos distritos en Copenhague y otras ciudades como guetos. Son áreas residenciales vulnerables con altos niveles de desempleo y problemas sociales y de delincuencia. Son barrios de más de 1.000 habitantes y con más de la mitad de los residentes de «origen no occidental».
Los guetos han llevado a medidas enérgicas para abordar la segregación y la desigualdad en estas áreas con más del 40% de desempleo, más del 60% de adultos sin título secundario, ingresos un 55% más bajos que la media regional y tasas de criminalidad 3 veces más altas que la media nacional. Se estima que entre 22 y 28 guetos en Dinamarca. La primera ministra Mette Frederiksen anunció un plan para eliminar los guetos en una década. La primera medida es limitar la proporción de residentes de «origen no occidental» al 30% en cada barrio.
Integración forzada
El cambio más dramático de Dinamarca ocurrió en el modelo danés de integración. Fue considerado un ejemplo de cohesión social, pero que cambió radicalmente en las últimas décadas a una estrategia de asimilación forzada mediante la disolución de los guetos de or inmigrantes no occidentales. A la clase política le preocupa mucho la formación de sociedades paralelas y la pérdida de los valores tradicionales daneses.
El temor de que los guetos se conviertan en focos de violencia, delincuencia y radicalización ha alimentado un discurso político que busca homogeneizar la sociedad danesa. También pretende limitar la influencia de las culturas minoritarias.
Aunque el enfoque ha cambiado de la integración a la asimilación, el objetivo sigue siendo el mismo: hacer que los inmigrantes vivan como el resto de los daneses.
Para impulsar la integración, el gobierno ha tomado medidas para inculcar «valores daneses» y reducir la distancia cultural entre los daneses y los inmigrantes. Así, impuso la obligación de enviar los niños a guardería desde los 12 meses y limitó el número de inmigrantes en las instituciones de educación infantil.
Suecia cierra las puertas
Suecia se encuentra en una encrucijada. La llegada masiva de inmigrantes ha transformado su tejido social. Hay un intenso debate sobre los límites de la integración. A lo largo de su historia, Suecia ha alternado entre políticas de apertura y cierre de fronteras en respuesta a las necesidades económicas y tensiones sociales. Ha mantenido un delicado equilibrio entre la acogida de inmigrantes y la preservación de su identidad nacional. Finalizada la Segunda Guerra Mundial, experimentó un crecimiento económico sin precedentes impulsado por la industrialización que demandó de mano de obra. Recurrió a la inmigración, primero de países nórdicos, luego de Europa del Este, Oriente Medio y África.
La inmigración ha tenido un impacto significativo en su demografía. En 1945, el porcentaje de población inmigrante era del 2%, en 1970 alcanzaba el 7%. La apertura de fronteras a refugiados y la promoción de políticas de asimilación a favor del multiculturalismo estimularon la venida de personas de diversas nacionalidades. Hoy casi el 22% de la población tiene ascendientes extranjeros.
Hasta 2015, la mayor minoría étnica eran los finlandeses. A raíz de la guerra de Irak y de la crisis migratoria siria, los del Oriente Medio pasaron a ser el mayor grupo de inmigrantes. Aunque el sistema impulsó el crecimiento económico, también llevó al aislamiento de grupos sociales en áreas de bajos ingresos y sin posibilidades de desarrollo o integración social.
Crimen y violencia en ascenso
Suecia enfrenta hoy un preocupante aumento de la criminalidad organizada y la radicalización religiosa. Su reputación de país seguro, ha desaparecido en amplias áreas urbanas con altas concentraciones de inmigrantes. No solo se ha incrementado la violencia y la delincuencia, sino que también han surgidos problemas complejos y multifacéticos. Desde la segregación social, la desigualdad económica y la falta de oportunidades hasta el reclutamiento de los jóvenes por bandas criminales o grupos extremistas.
El crimen organizado ha crecido en ciudades como Malmö, donde las pandilla trafican drogas y personas. y han incrementado los enfrentamientos armados y los asesinatos relacionados con disputas entre grupos criminales. En 2022 hubo 391 incidentes. La percepción pública sobre la seguridad ha cambiado drásticamente. La tasa general de homicidios en Suecia entre 2012 y 2022 se incrementó en un 53%.
Curiosamente, las mafias y pandillas las dirigen ciertos grupos étnicos de origen balcánico o de Europa del Este, no del Medio Oriente, como la Yugo Mafia, K-Falangen, Naserligan, Legión Werefolf y Gangsters, pero sus hombres de combate son reclutados entre migrantes pobres de cualquier país de origen.
Miedo a la pérdida de la identidad
La sensación de temor e inseguridad es emblemática en Dinamarca y Suecia, debido al tamaño de sus economías y el número de habitantes. pobladores. Pero esa percepción de inseguridad ha permeado toda la región.
Los nórdicos sienten que su identidad puede perderse, que los inmigrantes rechazan sus valores y no tienen deseo alguno de adaptarse.
Hay realidades en contra. Sus tasas de natalidad y de fertilidad son decrecientes, la población envejece y necesitan mano de obra para mantener su aparato productivo y su reputado bienestar social. Necesitan inmigrantes. Sin ellos su población decrece y también su economía. Pero necesitan mano de obra calificada que interiorice los valores y principios occidentales. La migración del medio oriente no garantiza ni lo uno, ni lo otro.
Los recientes de crímenes violentos perpetrados por refugiados en la Unión Europea alimentan el rechazo. Son los ejemplos que atizan la xenofobia. También el temor a ser reemplazados como sociedad.
Crece esa percepción de que hay una invasión silenciosa. Los amigables países nórdicos cierran las puertas. Otros más harán lo mismo, pero las oleadas migratorias no cesan, huyen de la violencia, del hambre, del cambio climático.