Por Óscar Abou-Kassem | Foto: Tomás Canet
30/05/2016
El pájaro loco está eufórico. Reinventó su carrera hace diez años y ahora está en plena forma. Acaba de publicar Viento del Este (Warner Music) y se lanza a una gira que hará cumbre en Las Ventas el 24 de septiembre. Loquillo (Barcelona, 1960), superviviente de su generación, ha defendido más que nadie la esencia de su música con su ‘rock and roll actitud’ durante años muy duros. Ahora el rocker recoge encantado el reconocimiento de músicos y público de una generación posterior.
En el mundo que conocemos, una canción de su nuevo disco, se pregunta: “¿Dónde estará Europa, la España que ganamos y perdimos?” ¿Qué quiere contar ahí?
Habla del desencanto de una generación a la que se le prometió una España diferente a la que había conocido. Un país moderno donde la cultura y la educación eran piezas fundamentales, y una Europa que era una especie de EEUU sin fronteras, con un concepto común. Esto se ha quedado en lo que ahora se puede ver. Todo eso que nos prometieron ha resultado ser no sólo una mentira: se les ha ido de las manos.
Grabando este disco, ¿qué canciones ha disfrutado más?
Emocionalmente todas, porque he tardado siete años desde mi último disco de estudio con temas originales que fue Balmoral. Las canciones conforman lo vivido en estos siete años que han sido muy duros para todos. Para mí también, porque he tenido una situación personal complicada. Primero se mueren los padres y ahora comienzan a hacerlo los amigos. La vida cambia mucho cuando empiezan a ocurrir ese tipo de cosas y las canciones también son distintas. Los discos reflejan momentos vitales y cada uno de los que he hecho refleja un momento.
En otra canción, Acto de fe, dice que “los golpes ahora hacen daño”, que no es como antes, que antes usted era “feo, fuerte y formal” y que ahora es otra cosa.
Sí. Los golpes hacen daño. Siempre he sido un buen fajador. Lo que ocurre es que vivimos en un mundo cada vez menos emocional. Yo soy Sagitario y, por tanto, pasional, emocional e intenso. Los de mi signo somos un puto coñazo, pero tenemos algo muy bueno y es que siempre, en medio del caos, nos abrimos caminos. No sé hacer las cosas de otra manera y voy sumando golpes. Me gustaría ser mucho más frío pero no lo soy. Por eso mi defensa siempre es la sonrisa y la música que vaya hacia arriba. Yo creo que la gente que suele ser muy feliz acaba haciendo discos muy oscuros, no sé por qué razón. Mi padre, que estuvo en la Guerra Civil, en campos de concentración y en la cárcel, siempre me decía que la mejor manera de enfrentarse a las desgracias y a las cosas malas de la vida era con una sonrisa aunque fuera de medio lao. Ese fue su baluarte para seguir vivo. Yo después de una serie de discos a los que llamo de aprendizaje –como fueron los de Alberto y el de Sabino– decidí recuperar el ADN y cambié el sistema de trabajo que llevaba anteriormente para hacerlo en equipo, buscar las personas adecuadas y hacer un primer disco que recuperase el ADN: visceral, orgánico, hecho en una semana o diez días y volver a empezar de cero. Este es el primer disco de la nueva era y con los músicos que he querido trabajar siempre, que no son músicos exactamente son artistas que tienen su propia carrera, como Igor [Paskual], Mario Cobo o Alfonso Alcalá.
¿Qué le pareció Igor la primera vez que lo conoció?
Lo puse de telonero sin haberlo visto. Me llamaron de una banda de glam, unos tipos que salían pintados al escenario, y dije: “No me puedo creer que esto ocurra en 2001”. Pensé: “Dios mío, hay vida en Marte, alguien que sale así”. Por eso le pedí que fuera mi telonero en Madrid. Lo primero que hizo fue provocar al público con insultos y yo dije: “Quiero a este tío”, y no paré hasta conseguirlo.
¿Ha hecho caso al consejo de Pepe Risi? ¿Ya no pretende convencer a la gente de que le tiene que gustar el rock and roll?
He visto a muchos que odiaban a Bruce Springsteen. Les parecía chabacano o igual les recordaba lo que eran ellos. Pero cuando se han visto en situaciones difíciles Springsteen ha entrado en su vida y les ha dado el up para seguir vivos. Es como decir que no te gusta John Cougar. Si has nacido en una pequeña localidad de campo, que no te guste Small Town… A veces esas cosas son postureo. Uno tiene que tener claro de dónde viene y qué es. Tú puedes aprender mucho y eso te puede servir para ser mejor, y puedes leer libros… Pero hacer de la lectura un “yo soy diferente a ti porque yo leo y tú no”… Yo la gente más culta que he conocido es la más burra.
Mirando atrás en su carrera, ¿se arrepiente de algo?
Me he arruinado dos veces pero saqué proyectos adelante que no podrían haber salido de una compañía de discos, como Mujeres en pie de guerra. Me fui de una discográfica, hipotequé mi casa y pagué el finiquito de una firma para venirme a Warner para que pudiera salir aquí el disco. Utilizo los sponsors y la publicidad para poder pagarme proyectos extraños. Uso algo que inventó John Cassavetes: hago películas generalistas para poder sacar otras independientes. Hubiera sido un poco más malo, hubiera vendido sustancias todavía no legalizadas, como dice Calamaro, para sacar discos. Pero he encontrado otra fórmula que está más al alcance y es menos arriesgada, que es conseguir publicidades.
¿Está ahora donde pensaba hace unos años que estaría?
Por romanticismo, puedo llevar dos años de retraso, tres como mucho. Por no haber cortado en su momento mi trayectoria con Trogloditas. Por romanticismo, insisto, aguanté unos años que no tenía que haberlo hecho. Pero quizá no estaba preparado. Empezar una carrera de cero con 45 años es brutal. Es asombroso poder hacer eso.
¿Qué le parece que en sus conciertos haya veinteañeros en las primeras filas? ¿Qué siente al haber conectado con esa generación?
Que los padres son muy inteligentes y que he hecho algo muy bueno: hacer conciertos gratuitos. Esto es algo que a los promotores les parece fatal y a muchos artistas de este país también. Pero yo sentía que había un público joven que no tenía acceso al rock porque no se le había dejado entrar en los conciertos y que la mejor manera de acercarse a él era viéndome en directo. Me puedo ahorrar al año 10 o 15 conciertos de pago, porque prefiero que me vea un montón de gente. Para mí no es un sacrificio, es un gusto. Forma parte del rock and roll, desde escaparte de casa para ver un concierto hasta romper algo en un hotel porque vas de estrella por la vida. Son cosas sanas que hay que hacer. Forma parte del crecimiento personal.
¿Cómo recuerda el concierto de 1989, el de Sot de Migdia, en Barcelona? Tiene el récord con 125.000 personas.
Los teloneros en aquella época eran Héroes del Silencio. Es un dato que la gente desconoce o que no quiere decir. Teníamos un equipo para que nos vieran 2.000 personas. Yo no sé qué pasó. Sé que le pagué la campaña a Izquierda Unida. La entrada eran mil pesetas para Iniciativa per Catalunya y el Partido Comunista (PCE). Le dije a Joan Ribó, que entonces era el capo: “Os he pagado la campaña”. Claro, 140.000 personas a talego… Nosotros cobrábamos 1.800.000 pesetas, o sea que se forraron. Pagué todas las deudas del PCE de la historia. Aquello fue descomunal. Tengo una cinta de ese día en directo y es acojonante. La grabación es alucinante. Además, fue el gran momento de la banda. Ese fue el up. El down, en cambio, lo tuvimos en 1991 en las Ventas, cuando la banda ya estaba totalmente desfasada después de dos años y medio de gira continua. Hay una etapa de mi vida de la que no me acuerdo de nada, lo cual me parece estupendo porque eso quiere decir que la viví. Fueron mis 29-30 años y los viví que te cagas. Hubiese sido terrible intentar eso ahora con 55. Así les va a algunos. Yo todo eso ya lo hice.
Ahora vuelve a la Las Ventas de Madrid en septiembre, ¿cómo ve ese concierto?
Yo voy a decir lo que decía Johan Cruyff: “Salgan ustedes y disfruten”. Además, me voy a permitir pegarme mi fiesta particular. Tendré un DJ con la música que me gusta para que la gente disfrute antes de que empiece el concierto. Va a ser una jornada para que la gente vaya a pasárselo bien. En tiempos duros hay que dar festival a la gente.
Usted que ha cantado con muchos artistas legendarios, ¿le queda alguno con el que le gustaría haber hecho algo?
He estado con muchos de mis ídolos. Soy muy tímido para eso, me convierto en un fan. Pero no en un fan plasta, sino en un flan fan. No me hago pequeño. Me quedo mudo.
En los 80 decían que iba de chulo, pero usted dice que era timidez.
Sí. Era un escudo protector. Me ponía en esa pose y además quedaba de puta madre. Entonces yo era miope y me decían: “¿No me has visto? Claro, tú como eres una estrella no saludas a nadie”. La verdad es que no veía ni a Dios. Pero me ha ido bien. Me he librado de muchos plastas. Me fue muy bien porque durante mis inicios veía sólo las cinco filas y, como siempre estaban llenas, me sentía más seguro.
¿Cuánto dura su proceso de aislamiento para prepararse un concierto?
Dos horas. Hay un ritual completo de cómo me visto. En eso soy muy torero. Me gusta tener algo que tenga que ver con mi pasado o un amigo de mis tiempos de rocker, de pandillero, o bien algún fetiche de esa época.
¿Qué imagen piensa que transmite a la gente?
Hace mucho tiempo que dejé de pensar en ello. Para unos soy un tipo que vive su propia canción, para otros canto grandes canciones, o soy un ejemplo de fortaleza y voluntad -que es lo que me gustaría que se quedara–. Hay quien piensa que si Loquillo no existiera habría que inventarlo porque con alguien tendrían que meterse. Hay algo que se debe tener en cuenta. Antes de dedicarme a esto hice radio, después prensa -escribí en Star, mítica revista- y después fui promotor de compañía. Por eso, sé como funcionan las cosas, lo que me ayudó muchísimo a entender el negocio.
El negocio, ¿no cree que ha sido muy duro con gente como usted o Jaime Urrutia, y no tan duro con otros tanto de aquí como de fuera?
Afortunadamente el tiempo pone las cosas en su sitio. Lo que ocurre es que hay que tener una voluntad de hierro y hay mucha gente que no ha tenido la paciencia y la esperanza de aguantar y, de repente, ha dilapidado su carrera. Eso es muy duro. Quizás no han visto Una historia del Bronx cuando Robert de Niro le dice a su hijo: “Nada peor que el talento malgastado”. El poco talento que tengo lo he aprovechado muy bien. Sin embargo, conozco a gente con mucho talento que lo ha malgastado en no saber esperar, en no saber aguantar los golpes.
¿Cree que se está acabando en nuestro país la cultura del todo gratis?
Se ha demostrado que el todo gratis sólo sirve para que el talento se vaya a la mierda. Margaritas para los cerdos. Ahora dicen que tecnológicamente se puede hacer todo. Se puede grabar un disco en casa, pero hace falta tener talento y buenas canciones. Hubo un momento en que aquí valía todo. La red era un lugar en el que todo cabía. Luego llegaron los desencantos. Por un lado, el famoso grupo que lo lanzaba todo a internet, lo vendía todo y entonces ya no quería lanzarlo. Después hubo el cambio de mano del dinero, de las compañías discográficas a las compañías en la red. Ese trámite fue la piratería, que es el precio que se paga para que el dinero cambiase de mano. Pasamos del todo gratis a que las compañías de telefonía móvil se hayan adueñado de todo el mercado. Esto va a caer cuando el año que viene haya un nuevo gobierno y empiecen a salir leyes contra la piratería. Lo que más me jode de todo esto es que los perjudicados han sido los autores, los artistas y los ejecutantes, no las compañías.
¿Y ve futuro para ustedes, los músicos?
Es evidente que voy a seguir haciendo discos. Tengo una trayectoria larga que me convierte en un clásico de la música española, si no lo soy ya. Pero las nuevas generaciones, ¿qué? Es que no hay relevo en todo el mundo. ¿Alguien me quiere comparar Coldplay con los Rolling Stones o Bob Dylan? No. Incluso Paul McCartney. Cuando se acabe todo eso, ¿qué va a quedar? Esto es muy serio. El rock and roll se va a convertir en una música del siglo XX que será tocada por orquestas como la sinfónica, con músicos muy buenos que interpretarán lo que será la música clásica del siglo XXII. Este es el panorama. No se fomenta para nada la cultura. No sólo la música. No hay novelistas, ni intelectuales. Me da por reconocer que somos la última generación.
¿Usted no ve a nadie a quien darle el relevo?
Yo se lo digo muchas veces a Igor –que tiene 40 años–: “Tú tienes mucho talento, como Leiva. Recogeréis eso”. Nosotros fuimos fruto de una época límite. Salimos de una dictadura y nos metimos en una democracia. Y somos hijos de la tierra de nadie. Ahora vivimos en la dictadura de lo políticamente correcto. Por ejemplo, tuve la suerte de tener una educación sexual libre. Podía follar. Los adolescentes que han venido después tenían miedo a todo: al sexo o a encontrar un trabajo. Políticamente había gente muy buena. Estuve en Los Verdes, que fue una primera aproximación de cambio. Recogían a mucha gente que estaba en partidos políticos tradicionales de izquierdas pero a los que no les dejaban pasar. Eso afortunadamente ya ha explosionado. Hay una generación nueva, que tendrá sus errores pero hasta ahora los partidos políticos eran también inmovilistas. En la música igual. Pasamos de escuchar a Los Planetas y Gabinete Caligari en una emisora de radio a escuchar a Bisbal. Fue una involución.
¿Cree que en este país sale caro decir lo que uno piensa?
Carísimo. Que se lo pregunten a Javier Krahe o a Luis Eduardo Aute.
¿Y a usted?
Yo estoy acostumbrado. Me llamaron proetarra cuando hice Los ojos vendados con Amnistía Internacional. O españolista en Cataluña.
¿Se ha sentido utilizado políticamente por Cataluña?
Más que utilizado, he caído en la trampa. Me han podido mis antecedentes familiares. ¿Qué ha pasado en este país en el que uno no puede expresarse libremente? Yo no puedo hablar de según qué temas. He metido en líos a mucha gente. Se paga un precio muy alto. He apoyado al PSOE, a Izquierda Unida y la última vez a Los Verdes. Mi postura es la disidencia como profesión y creo que estamos en un momento político en el que la postura es hacer lo posible por tener la cabeza fría y tener sentido común. Ahora que los políticos quieren ser estrellas del rock no te conviertas tú en político. Ahora que desde intelectuales a tertulianos, todos dicen tener la solución para este país, yo creo que hay que confiar en los políticos que se creen este país. Periodistas, contertulios, músicos y escritores debemos dejar a los políticos que trabajen. Estamos llegando a unos niveles de locura colectiva tan elevados que no hace ningún bien a la situación que estamos viviendo. No quiero caer en el error de dar titulares a diestro y siniestro para que mi música no vaya a ninguna parte y para no caer en esa chabacanería de la que se están llenando los periódicos: A ver quien la dice más grande, a ver quién se pasa más, a ver quién insulta más… ¡Basta!
¿Dónde vive?
Mi vida transcurre entre Madrid, San Sebastián y Barcelona. San Sebastián me da perspectiva. No es Barcelona ni Madrid. Por otro lado, Zaragoza es la ciudad donde tengo centralizada toda mi producción. Son cuatro lugares distintos que me hacen tener una perspectiva muy amplia, los ojos abiertos y las orejas en su sitio. Hay que ir donde pasan las cosas. Pero siempre que vivo en una ciudad lo hago en el centro. Es una vacilada, pero tengo las mismas chupas en Madrid, en Barcelona o en San Sebastián.
¿Alguna manía que pueda confesar?
Soy de los que colecciono los juguetes de mi niñez. Tengo todas las revistas de mi adolescencia, desde los álbumes de Los Cinco a los originales de Tintín, o las ediciones Vértice de la Marvel de los años 70. He tenido que decir basta. Toda mi casa es un frikismo que te cagas, lo que pasa es que es muy divertida.
¿Por qué no escribe más?
He tenido mala suerte con las dos novelas. La primera la edité y la editorial se fue a la mierda. En Ediciones B he publicado Barcelona Ciudad pero también han tenido muchos problemas. Espero que con mi nueva novela pueda estar en una editorial que consiga mayor rédito Va a superar, creo yo, todo lo anterior. Quizás porque ya he encontrado la manera. Pero será bonito lanzar las tres para verlas juntas. Para ver cómo fue esa década del 75 al 86, en la que pasaron muchas cosas. A veces pasan cosas.
Le quería preguntar por el baloncesto, una de sus pasiones…
En este libro que se ha puesto de moda, que Pablo Iglesias le regaló a Pedro Sánchez –Historia del Baloncesto Español– escribo el epílogo. Es una coña porque en la lista de los autores salgo el primero.
¿Está enganchado a alguna serie?
Hay dos fundamentales. House of Cards es una. Y, por cuestiones personales, Peaky Blinders, me recuerda un poco al barrio.