Algunas empresas presentan una imagen de sostenibilidad, pero explotan a los trabajadores de las líneas de producción
Los alimentos ecológicos son sinónimo de salud y sostenibilidad. Los consumidores los eligen por sus beneficios nutricionales y su menor impacto ambiental. Sin embargo, detrás de esta imagen verde y saludable se esconde una realidad menos conocida: las pésimas condiciones laborales de los trabajadores que producen estos alimentos, que en su mayoría son migrantes.
Un claro ejemplo ocurre en la Unión Europea con la migración agrícola en Alemania. Muchos de los que llegan a ese país lo hacen como mano de obra para la producción de alimentos ecológicos. La gran mayoría no goza de las protecciones sociales ni laborales que los consumidores esperan que tengan quienes laboran en ese sector por sus características especiales. A menudo se enfrentan a largas jornadas laborales, bajos salarios y condiciones de vida precarias, sin importar si es comunitario o extracomunitario.
El auge de los alimentos ecológicos ha llevado a un aumento en la demanda de mano de obra barata, lo que ha resultado en la explotación de trabajadores vulnerables. Algunas empresas, en su afán por maximizar beneficios, recurren a prácticas laborales cuestionables.
La industria alimentaria en Europa probablemente colapsaría sin esa mano de obra migrante. Una periodista encubierta como trabajadora agrícola en Alemania conoció de cerca lo que viven esas personas en el día a día en una granja de ese país.
“Respondí a un anuncio y de las llamadas telefónicas de seguimiento, supe que estaría trabajando siete días a la semana, que garantizaban trabajo durante al menos 10 horas al día y que me pagarían 6,20 euros por hora. Tendría que pagarle a la agencia una tarifa de 200 euros y una suma única de 105 euros por mi cama. Compraría y cocinaría mi propia comida. También me dijeron que trajera botas y guantes de goma”, relata.
Reglas laborales al margen
El primer día de trabajo llegó a un gran depósito de embalaje donde había unas 30 mujeres junto a cintas transportadoras, clasificando verduras para ensaladas que entran en máquinas para envolverlas. Al final de la jornada conoció de boca de esas mujeres que se trabaja un cierto número de horas, pero se registra un número menor. Como resultado, cumples con los requisitos legales de horas y el salario mínimo por hora.
“El contrato que firmo alrededor del tercer día probablemente corresponde al código laboral alemán. Pero recibo dos hojas de informes de trabajo. En uno escribo las horas reales trabajadas y en el otro, la hoja oficial, firmo las que se registran: un máximo de 10 horas de trabajo al día, seis días a la semana”, explica.
Expresa que una de las peores cosas del trabajo es que nadie puede decirte cuándo terminará el turno. Cuando preguntó si librarían la tarde del domingo, una compañera fue muy explícita en su respuesta: “No hay horas de trabajo, no hay lunes a viernes. Aquí solo te dicen que vayas a trabajar, y nunca se sabe cuándo va a terminar”.
Penurias más allá de lo laboral
La periodista relata las dolencias físicas que te provoca el extenuante trabajo: “Me duele el pulgar como el infierno, mis manos están completamente entumecidas, me duele la muñeca y tengo que escribir a casa para obtener ibuprofeno. El dolor proviene de cortar verduras grandes y duras lo más rápido posible, de llevar cajas pesadas llenas de verduras y de tener las manos perpetuamente mojadas”.
Asegura que es físicamente exigente y se está de pie durante 14 horas al día. “Hay al menos una o dos horas de limpieza y cocción de la comida y luego aún más limpieza antes de acostarse. Compartimos un baño, por lo que está lleno por la mañana y por la noche. Mi ropa de trabajo ya apesta, probablemente de las cebollas, pero solo hay una lavadora, así que tendré que esperar hasta la noche, cuando la máquina esté libre”.
Durante las últimas tres semanas en las que estuvo encubierta, las demandas se volvieron más exigentes por algo sobrevenido. Por una venta de ensaladas en los supermercados, la gerencia resolvió que había que trabajar muy duro en el campo para obtener la mayor cantidad posible de hortalizas antes del anochecer. Con la amenaza de que cuando regresaran del campo por la noche, los enviarán a trabajar a la sala de embalaje. “Después de 12 horas, uno de los jefes encendió las luces del tractor y seguimos trabajando en el centro de atención, a pesar de que todos estamos tan cansados que nos estábamos tambaleando”.
Inspecciones superficiales y trabajadores bajo coacción
La periodista indica que un domingo por la mañana hubo una visita de la inspección de trabajo. La rutina era que cuando los inspectores preguntaran cuántas horas al día trabajan, debían decir nueve o diez, y lo más importante, que contaban con dos descansos.
Dice que lo más sorprendente es que estuvo rodeada por personas que voluntariamente pasan 14 horas al día en el trabajo, y están agradecidos por esas horas pese a la explotación laboral de la que son objeto. “Al menos ganaremos más”, le decían.
“Mis compañeros de trabajo esperan hacer realidad sus sueños de comprar un apartamento, mantener su vejez, ayudar a sus hijos. Pero algunas personas se quedan para siempre porque el trabajo destruye sus vidas en casa. Los días que no están trabajando, beben”. Dejó la granja después de un mes encubierta y recibió un pago en efectivo de 1.500 euros.
En su última tarde miró la tienda donde las verduras, ensaladas y brócoli de la granja se venden al público. “La tienda parece un paraíso orgánico; es hermoso y rústico y huele bien. Las verduras llevan una etiqueta para decir de dónde vienen. A menudo, la etiqueta dice Alemania, pero debido a que la tienda está en el lugar, hace que parezca que el producto se cultiva realmente en la granja. Sin embargo, todo, a excepción de las ensaladas y el brócoli, se compra al por mayor y, a menudo, se separa de trozos podridos de verduras y se lava bien”.
Contradicción nada ecológica
Esta situación pone en evidencia una contradicción en la industria de los alimentos ecológicos. Mientras que los productos se venden a precios premium y se promocionan como éticos y sostenibles, los trabajadores que los producen no siempre reciben un trato justo y son víctimas de explotación laboral. La falta de regulaciones estrictas y la supervisión insuficiente permiten que la explotación laboral continúe y afecten a miles de trabajadores migrantes en todo el mundo.
Es importante que los consumidores tomen conciencia de esta realidad y exijan transparencia y justicia en toda la cadena de producción de alimentos ecológicos. Solo así se podrá garantizar que estos productos no solo sean buenos para la salud y el medio ambiente, sino también para quienes los producen.
Para mejorar las condiciones de los trabajadores agrícolas, es esencial implementar una serie de medidas que aborden tanto las políticas laborales como las prácticas empresariales. En primer lugar, los gobiernos deben establecer y hacer cumplir regulaciones laborales estrictas que protejan a estos trabajadores. Que garanticen salarios justos, límites en las horas laborables y condiciones de trabajo seguras y saludables. La supervisión regular y las inspecciones son necesarias para asegurar el cumplimiento de estas normas.
Las certificaciones de comercio justo y otras etiquetas éticas pueden ayudar a que haya un cambio. Estas certificaciones deben incluir criterios rigurosos para las condiciones laborales y ser auditadas regularmente por terceros independientes. Los consumidores pueden apoyar estas iniciativas eligiendo productos con estas certificaciones, lo que a su vez presiona a las empresas a mantener altos estándares laborales.
Datos de la migración laboral
- Es cada vez más importante en un mundo globalizado.
- Está relacionada con la falta de trabajo decente, las crisis económicas y geopolíticas.
- Está vinculada con el envejecimiento de la población y la disminución de la mano de obra.
- Puede tener consecuencias como la explotación laboral del migrante, la xenofobia, la discriminación, y la pérdida de empleos para los trabajadores menos calificados.
- Los factores de atracción para los trabajadores migrantes son salarios más altos, mejores oportunidades de empleo, un nivel de vida más alto, y oportunidades educativas.
- En los Estados Árabes, representa el 41,4% de la fuerza de trabajo.
- La tasa de participación de los migrantes en la fuerza de trabajo es mayor que la de los no migrantes.
Transparencia y organización sindica
La transparencia en la cadena de suministro es otro aspecto fundamental. Las empresas deben ser abiertas sobre sus prácticas laborales y la cadena de suministro. Publicar informes detallados sobre las condiciones de sus trabajadores y las de sus proveedores. Esta transparencia permite a los consumidores tomar decisiones informadas y exigir mejores prácticas.
Los trabajadores agrícolas deben tener acceso a formar sindicatos u otras formas de representación. Así podrán evitar la explotación laboral, negociar mejores condiciones y salarios, y proporcionar un mecanismo para resolver disputas. Las empresas deben asumir la responsabilidad de garantizar condiciones justas en toda su cadena de suministro. Esto incluye no solo cumplir con las leyes locales, sino también adoptar estándares internacionales de derechos laborales. Las políticas de responsabilidad social corporativa deben ser una parte integral de la estrategia empresarial.
Los gobiernos y organizaciones internacionales pueden ofrecer incentivos a las empresas que demuestren buenas prácticas laborales, como beneficios fiscales, acceso a mercados preferenciales o reconocimiento público. Estos incentivos pueden motivarlas a adoptar y mantener estándares laborales elevados.
Otros trabajadores en igual situación
Varios sectores enfrentan desafíos similares en cuanto a condiciones laborales, en especial aquellos que dependen de mano de obra intensiva y tienen cadenas de suministro globales. La industria textil y de la moda es un claro ejemplo. Los trabajadores en fábricas de ropa, con más énfasis en países en desarrollo, a menudo enfrentan largas horas de trabajo, salarios bajos y condiciones de trabajo inseguras. La presión para producir ropa barata y rápida exacerba estos problemas.
Igual situación atraviesan pescadores y trabajadores en plantas de procesamiento de pescado. La explotación laboral y el trabajo forzado son problemas comunes en esta industria. Los trabajadores en fábricas de componentes electrónicos, como los que ensamblan teléfonos móviles y otros dispositivos, también se desenvuelven en condiciones precarias, con preocupaciones sobre la exposición a sustancias tóxicas y la falta de derechos laborales.
Los mineros artesanales y de pequeña escala están expuestos a riesgos significativos para su salud y seguridad. La explotación laboral y el trabajo infantil son problemas graves en este sector. También los trabajadores de la construcción que proyectos grandes y en países con regulaciones laborales laxas, a menudo cumplen faenas peligrosas, con salarios bajos y falta de protección social.
Los trabajadores en hoteles, restaurantes y otros servicios turísticos son otro ejemplo de subempleos e inestabilidad, mucho más en destinos turísticos populares. En algunos países, los trabajadores de la salud afrontan condiciones estresantes y precarios sueldos.