La defensa de los derechos humanos nunca ha sido un tema fácil. Aunque parece simple y lógica la base de la Declaración Universal de Derechos Humanos de que «todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos», la historia nos ha demostrado lo complicado que puede ser aplicar el precepto y el alto precio que han tenido que pagar muchos debido a la discriminación por sexo, creencia, raza o condición social.
Pero actualmente la situación tiende a enmarañarse aún más. No solo por el surgimiento de un sin fin de nuevas minorías que buscan dejar claro su libertad para decidir cómo se perciben ante el mundo y hacerse escuchar. También por los conflictos que surgen cuando en esa búsqueda de reconocimiento, algunos de esos grupos hacen lo mismo contra lo que luchan, e irrespetan a otras personas por sus creencias o manera de vivir.
En este punto es que cobra importancia aquella regla general para vivir plenamente los derechos humanos que consiste en que «tus derechos terminan donde empiezan los derechos de los demás». Esto significa que cuando tus palabras o acciones afectan la vida de otra persona, es ahí donde se pueden identificar tus límites. El filósofo Jean-Paul Sartre lo manifestaba también con una frase similar: «Mi libertad se termina donde empieza la de los demás».
Abuso o derecho
En el sitio web UnHerd, Maya Forstater, directora la organización de derechos humanos Sex Masters, aborda un episodio de la vida cotidiana como el uso de baños públicos puede escalar a conflicto cuando desde cada parcela se defienden los derechos propios como más importantes que los de otros. El texto plantea básicamente que ir hacia la neutralidad de género no es inclusivo. Asegura que Cada vez más lugares, escuelas y oficinas están adoptando instalaciones “neutrales en cuanto al género” (espacios mixtos) o reglas “inclusivas en cuanto al género” (ve donde quieras). Esto se hace ya sea por una convicción de moda de que esta es la dirección futura o para evitar conflictos entre quienes insisten en que el género es fluido y quienes afirman que el sexo es lo que importa.
Forstater precisa que Sex Matters realizó una encuesta para averiguar cómo se sienten las personas al respecto. La respuesta fue asombrosa. En poco más de una semana, recibimos más de 7.000 respuestas, 9 de cada 10 de ellas de mujeres. Muchas incluyeron detalles sobre cómo la pérdida de espacios cotidianos separados por sexos afectaba sus vidas.
Resume que las mujeres hablaron de dejar de nadar o ir al gimnasio, de evitar ciertos bares, cafeterías y lugares, así como de cambiar sus rutas de carrera. Los padres escribieron sobre sus hijas que evitaban beber agua en la escuela. Los trabajadores de oficina mencionaron tener que ir a otro piso para encontrar privacidad lejos de colegas “no binarios” que se visten como el sexo opuesto. La pérdida de espacios cotidianos separados por sexos y la erosión de reglas claras hacen que cada parte de la vida pública parezca un callejón oscuro. Que es lo opuesto a la inclusión.
Conceptos, ahí está parte del dilema
Ya la cuestión no es como antes. De un tiempo para acá conceptos tan variados como numerosos han llegado para definir qué es el ser humano. Lesbiana, gay, transgénero, transexual, bisexual, intersexual, queer o sin etiquetas, no binario. A ciencia cierta no se sabe qué tan nuevos son, pero han cobrado protagonismo en el campo de los derechos humanos y de la sociedad en general. Todas relacionadas con las orientaciones sexuales de los individuos que van más allá de las más conocidas: heterosexualidad y homosexualidad. Así tenemos la bisexualidad, la pansexualidad, demisexualidad, lithsexualidad, autosexualidad, antrosexualida, polisexualidad y asexualidad-
Pero para comprender estos conceptos, es necesario distinguir entre identidad de género y orientación sexual. La primera puede definirse como la percepción subjetiva de una persona sobre su género. Esta muchas veces no coincide con el sexo al nacer. De igual forma, la identidad de género no es binaria, es decir, no solo engloba al concepto de hombre o mujer. Mientras que la orientación sexual hace referencia a la atracción afectiva y sexual hacia otras personas.
Muchas complicaciones para comprender toda esta maraña de adjetivos surge cuando se combinan identidad de género y la orientación sexual. Por eso conocer estos términos y conceptos puede ser fundamental para cultivar un ambiente diverso, igualitario y respetuoso en el ámbito personal y profesional. Sin menospreciar los derechos de ninguno y respetando primordialmente el respeto al contrato social que firmamos cuando vivimos en una sociedad.
Estereotipos de género
Las sociedades tiene ideas preconcebidas sobre qué se espera de hombres y mujeres en cuanto a su comportamiento, vestimenta y presentación. Los roles de género definen cómo se espera que actuemos, hablemos, nos vistamos, nos arreglemos y nos comportemos según nuestro sexo. Por ejemplo, se espera que las mujeres y las niñas se vistan de forma femenina y que sean educadas, complacientes y maternales. A su vez, se busca que los hombres sean fuertes, agresivos e intrépidos.
Las expectativas son distintas en cada sociedad, grupo étnico y cultura. También su visión puede cambiar con el tiempo. Ahora, si el género se asume a través de estereotipos puede hacer que se trate de manera desigual e injusta a otras personas. Un estereotipo es un prejuicio o creencia ampliamente aceptado sobre una persona o sobre un grupo, que suele ser una simplificación excesiva y que no siempre es preciso.
Hay estereotipos relacionados con la personalidad. Por ejemplo, se espera que las mujeres sean complacientes y emotivas, y que los hombres sean seguros de sí mismos y agresivos. También existen los relacionados con comportamientos domésticos como que las mujeres se encarguen de los niños, cocinen y limpien la casa, mientras que los hombres les tocan las finanzas, el automóvil y las reparaciones del hogar.
Otro se refieren a ocupaciones: las mujeres se dedican más a la docencia y la enfermería, y los hombres a la medicina, a la ingeniería o a volar aviones.
Por último los que se basan en el aspecto físico. Se espera que las mujeres sean delgadas y elegantes, y que los hombres sean altos y musculosos. y que ambos se arreglen según su estereotipo: hombres con pantalones y pelo corto, y mujeres con vestidos y maquillaje.
Exageración estereotipada
La hiperfeminidad es una forma de exagerar los estereotipos de comportamiento que se consideran femeninos. Pueden ser comportamientos pasivos, ingenuos, de inocencia sexual, suaves, coquetos, delicados, maternales y complacientes. La hipermasculinidad es todo lo contrario y busca maximizar lo que consideran masculino. Creen que deben competir con otros hombres y dominar a las personas femeninas con comportamientos agresivos y astutos, tener mucha experiencia sexual, ser poco sensibles, físicamente imponentes, ambiciosos y exigentes.
La exageración de los estereotipos de género dificultan las relaciones. Las personas hiperfemeninas tienen más probabilidades de soportar el abuso físico y emocional de parte de sus parejas. Las personas hipermasculinas tienen más probabilidades de ser física y emocionalmente violentas con sus parejas.
Estos extremos son dañinos porque no permiten que se expresen completamente pensamientos ni emociones. Por ejemplo, creer que personas masculinas no deben llorar o expresar emociones. O pensar que el sexo femenino no debe ser independiente, inteligente o firme. Romper con los estereotipos de género hace que las personas puedan ser tal como son.
El debate
Actualmente el gran debate se centra en definir quién establece el género de cada persona y cuáles son las consecuencias en términos legales y políticos. España, por ejemplo, aprobó el año pasado la Ley trans que estipula la autodeterminación del género. En otras palabras, cualquier persona puede establecer su género y que este sea reconocido legalmente sin necesidad de atravesar ningún proceso médico o psicológico.
Algunos sectores feministas temen que la legislación priorice el género por encima del sexo y se desdibuje la categoría mujer, con consecuencias en las políticas destinadas a proteger sus derechos. Los defensores del instrumento legal aseguran que será todo lo contrario pues se trata de incluir y ganar en derechos para todos, sin ánimo de borrar a nadie.
Y no es para menos. La lucha por las reivindicaciones de las mujeres tiene muchos años. La igualdad de género, además de ser un derecho humano fundamental, es imprescindible para lograr sociedades pacíficas, con pleno potencial humano y capaces de desarrollarse de forma sostenible. ONU Mujeres considera que el empoderamiento de las mujeres estimula la productividad y el crecimiento económico.
Pero que aún queda mucho recorrido para alcanzar la plena igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres. El organismo aboga acabar con las múltiples formas de violencia de sexo y que el acceso a la educación y a la salud de calidad, a los recursos económicos y a la participación en la vida política sea igualitario tanto para mujeres y niñas como para hombres y niños. Advierte que también es fundamental lograr tanto la igualdad de oportunidades en el acceso al empleo como a posiciones de liderazgo y la toma de decisiones a todos los niveles.
Para familiarizarse
- Heterosexualidad: atracción hacia personas del sexo contrario, exclusivamente. Se trata posiblemente la clase de orientación sexual más común.
- Homosexualidad: atracción sexual dirigida exclusivamente hacia personas del mismo sexo. Los hombres homosexuales se les conoce como gays, mientras que las mujeres son lesbianas.
- Bisexualidad: atracción hacia personas del mismo sexo y del sexo contrario, aunque no necesariamente con la misma frecuencia o intensidad en uno u otro caso.
- Pansexualidad: atracción sexual hacia algunas personas, independientemente de su sexo biológico o identidad de género. La diferencia entre pansexualidad y bisexualidad es que en el segundo caso la atracción sexual se sigue experimentando a través de las categorías de género, mientras que en la pansexualidad no ocurre esto.
- Demisexualidad: se describe como la aparición de atracción sexual solo en algunos casos en los que previamente se ha establecido un fuerte vínculo emocional o íntimo.
- Lithsexualidad: atracción hacia otras personas, pero sin la necesidad de ser correspondidos.
- Autosexualidad: la atracción se experimenta hacia uno mismo, sin que esto tenga que ser sinónimo de narcisismo. Puede entenderse como una forma de alimentar afecto o amor propio.
- Antrosexualidad: experimentar la sexualidad sin saber en qué categoría identificarse y/o sin sentir la necesidad de clasificarse en ninguna de ellas.
- Polisexualidad: atracción hacia varios grupos de personas con identidades de género concretas. Según el criterio utilizado para clasificar, puede entenderse que la polisexualidad se solapa con otras orientaciones sexuales como por ejemplo la pansexualidad.
- Asexualidad: falta de atracción sexual. Muchas veces se considera que no forma parte de la diversidad de orientaciones sexuales, al ser su negación.