Josep Peñuelas –ecólogo, profesor e investigador del CSIC– considera que la pandemia de la COVID-19 es una oportunidad para que los gobiernos se replanteen el modelo económico y de producción. Aunque el actual desencadenó una crisis climática, el G20 sigue destinando un 60% más a actividades de combustibles fósiles que a inversiones sostenibles. “Vemos el problema a medio y largo plazo, por eso no actuamos como lo hemos hecho con la COVID, pero los efectos pueden ser mucho peores”, asegura
Eva Rodríguez /SINC
Un grupo de 57 científicos de todo el mundo seleccionó las 10 claves sobre ciencia del clima en 2020. Josep Peñuelas, experto en los impactos de los cambios globales antropogénicos en los ecosistemas y en la propia vida humana, es el único español que participa en este escrito.
En el documento se recogen problemas cruciales, tales como la crisis del agua que se agravará y los trastornos de salud mental que aumentarán. También se insiste en la necesidad de un nuevo contrato social y una recuperación verde, que la COVID-19 y el calentamiento global han puesto en evidencia.
Peñuelas, que es director de la Unidad de Ecología Global del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF), ha publicado numerosos estudios advirtiendo de las consecuencias presentes y futuras de la crisis climática. Actualmente, su equipo tiene abiertas varias líneas de investigación que van desde la evolución del microbioma del mundo a la teledetección del estado del planeta vía satélite.
Forma parte del grupo de expertos que ha definido los diez descubrimientos claves sobre el clima de 2020. ¿Cuál ha sido su papel?
Fui uno más de los científicos que participaron alrededor del mundo. Estamos preocupados por lo que vemos en nuestros estudios y queremos que los resultados lleguen a la opinión pública. Tienen unas implicaciones enormes sobre el bienestar de la humanidad. Lo último que pretendemos es aburrir a la sociedad, pero no podemos dejar de manifestar una y otra vez que estamos ante un problema grave para la salud del planeta, sobre todo de los humanos. En nuestro caso, nos centramos en la capacidad que tiene la biosfera de amortiguar el cambio climático.
Lo último que pretendemos es aburrir a la sociedad, pero no podemos dejar de manifestar una y otra vez que estamos ante un problema grave para la salud del planeta, sobre todo de los humanos
Año tras año escuchamos que necesitamos llegar a metas más ambiciosas para frenar esta crisis climática. ¿Se está yendo hacia ese camino?
Este año en particular deberíamos aprovechar la oportunidad que nos ha ofrecido la desgracia de la pandemia. Hemos comprobado cómo han disminuido las emisiones de gases de efecto invernadero en una cantidad muy parecida a la que necesitaríamos para llegar a lo acordado como comunidad internacional en el Acuerdo de París. Pero lo que nos tememos es que no se aproveche para lograr la equidad y la sostenibilidad de un mundo con menos pobreza, con más educación. El crecimiento ilimitado no puede continuar. Siempre digo que hay que ponerse un póster del planeta en la habitación para darse cuenta de que los recursos son limitados.
Una de las diez claves del informe es sobre los litigios sobre el clima. En Francia, por ejemplo, ha habido una condena al Estado por la inacción climática. ¿Por qué esta es una de las vías que se plantea?
El activismo social y legal está muy bien porque es otra forma de remar para descarbonizar esta sociedad, si no vamos a sufrir. A nuestros hijos y nietos les vamos a dejar graves problemas. Incluso nuestra propia generación está afectada, porque esto va rápido. Detrás de todos estos problemas medioambientales están casi siempre la pobreza y la falta de educación, que se deberían abordar del todo para solucionar los problemas ligados a la sostenibilidad de planeta, como la mayor equidad.
Equidad que no se ve ni en el caso de la crisis climática, ni tampoco en el reparto de vacunas en la pandemia. ¿Cómo se debe abordar?
Para solucionar los problemas medioambientales es básico y sería lo justo repartir mejor la riqueza. Muchísimas niñas de los países en los que trabajamos en cuanto cumplen 12 o 13 años ya dejan de ir a la escuela. Detrás de las soluciones a los problemas ambientales están, sin duda, cuestiones humanas que solucionar. Hay que cambiar del todo el paradigma sobre cómo se logra la sostenibilidad. No solo con palabras, sino también con hechos, porque los humanos somos otro animal más y miramos, sobre todo, a corto plazo.
Muchísimas niñas de los países en los que trabajamos en cuanto cumplen 12 o 13 años ya dejan de ir a la escuela. Detrás de las soluciones a los problemas ambientales están, sin duda, cuestiones humanas que solucionar
También recogen otro aspecto que coindice con la pandemia: el impacto en la salud mental. ¿Cómo podemos afrontar la crisis climática para que las ciudades y los entornos naturales amortigüen estos efectos?
Los estudios que se hacen sobre los beneficios de que la gente pasee por los bosques –que parece que tiene un componente exotérico– pueden ser reales. Observamos que los compuestos orgánicos volátiles emitidos por árboles y plantas tienen unas estructuras moleculares que pueden incidir sobre los receptores nerviosos de las personas.
Hemos evolucionado en ese entorno natural durante centenares de miles de años, es lógico que seguramente afecte a nuestro bienestar psicológico. Pero, aparte de esto, que puede ser menor, lo que conviene es tener una vida más feliz, en términos sencillos y directos. Si el cambio climático o esta pandemia actúan sobre la salud mental, llevar una vida más sostenible nos haría más felices. Vivir con menos y con más calidad.
¿Cómo ha afectado la COVID-19 sus estudios?
Nosotros normalmente monitorizamos el estado de la contaminación atmosférica en las distintas regiones del mundo. Ahora, gracias a grandes herramientas como el big data y el machine learning, podemos informar a las administraciones y gobiernos interesados en la evolución en línea de los efectos del confinamiento por la covid-19. Vemos la actividad de la población y conocemos si siguen o no las adecuadas normas de confinamiento. Con estas técnicas prevemos la evolución futura de la pandemia en diferentes regiones del mundo. Monitoreamos la actividad del planeta como si fuera un paciente.
Como vemos las consecuencias de nuestras acciones en la Tierra a medio y a largo término, no actuamos como lo hemos hecho con la COVID, pero los efectos del cambio climático pueden ser mucho peores
Durante esta pandemia hemos escuchado que las consecuencias de otra crisis global, la climática, debería preocuparnos tanto o más que las de la covid-19. ¿Por qué?
Como vemos las consecuencias de nuestras acciones en la Tierra a medio y a largo término, no actuamos como lo hemos hecho con la COVID, pero los efectos del cambio climático pueden ser mucho peores. Esta crisis, con lo desgraciada que es, ha sido una pandemia controlada. Hemos seguido teniendo suministros de agua y comida. Pero imagínate cuando tengamos problemas vinculados a esto. No hay que asustar en absoluto a la población, pero sí recordar que no hay ningún actor que sea pasivo en este planeta.
¿Qué es lo que está en nuestra mano?
Los organismos, la biosfera, en cuanto son afectados por el calentamiento global reaccionan de forma que revierte y retroalimenta el cambio climático en sí mismo. El aumento de dióxido de carbono en la atmósfera en estos últimos años ha hecho que las plantas crezcan mucho más y gracias a esto se ha captado más CO2 por a la vegetación.
Pero el reverdecimiento de la Tierra está llegando también a su límite, según un estudio que ha liderado usted.
Una vez más, el aspecto biológico indica que los recursos son limitados. Las plantas lo están notando, los humanos también, pero no actuamos en consecuencia. Hace 50 o 60 años, cuando empezó a ser más evidente las mayores emisiones de gases de efecto invernadero, esto aumentó muchísimo el CO2 –que es el alimento de las plantas– y empezaron a crecer más.
Uno de los factores que nos estaba ayudando a que hubiera menos calentamiento, la vegetación, empieza a estar ‘agotada’
Además, abandonamos ciertos territorios, hubo cambios en el uso de los suelos, de forma que el planeta se ha ido reverdeciendo a lo largo de estos últimos decenios. Gracias a eso hemos tenido menos CO2 en la atmósfera porque han actuado como sumideros de carbono, pero esto tiene un límite.
¿Cuáles son las consecuencias?
Esta capacidad de sumidero de las plantas se ha ralentizado y cada vez es menor. Para continuar creciendo necesitan otros elementos que son limitados, como el potasio. Además, muchas especies no están adaptadas a los cambios de temperatura.
A esto hay que sumarle que en algunas regiones del mundo el cambio climático se traduce en períodos de sequía y aridez, que mengua la capacidad de la vegetación en los últimos decenios. Uno de los factores que nos estaba ayudando a que hubiera menos calentamiento, la vegetación, empieza a estar ‘agotada’, por decirlo en un término antropogénico.
¿Qué otros proyectos tienen en marcha?
Con otras grandes herramientas, como las moleculares, estudiamos cómo evoluciona el microbioma del mundo o cómo se distribuye el microbiota intestinal de humanos, cerdos, vacas o pollos, que están compitiendo y desterrando a otros microorganismos que había antes.
Pero no solo trabajamos con microorganimos, artrópodos o plantas, también con los humanos, que somos un animal más. Hemos observado cómo estos grandes cambios ambientales globales afectan a la salud, al trabajo y a la biodiversidad. Nuestro campo de investigación es la ecología global, el propio planeta. Estudiamos la Tierra y sus fenómenos vitales.
Fuente: SINC Derechos: Creative Commons
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