El 25 de julio no es solo un día más. Para las mujeres afrodescendientes y sus derechos es su fecha. Es cuando se recuerda la unión por la búsqueda de mejores oportunidades y el fomento de la resiliencia ante los hechos de la Historia.
Relatos como el de la activista Rosa Parks aún son recordados. Apodada la Primera Dama de los Derechos Civiles, se consagró en la Historia de Estados Unidos el 1 de diciembre de 1955. Ese día, cuando regresaba a su casa en autobús, fue detenida. Era una época de fuerte segregación racial en ese país y en el que autobuses estaban divididos con una línea: los blancos delante y los negros detrás.
Parks se sentó en los asientos del medio, que podían usar los negros si ningún blanco los necesitaba. En el momento en que no quedaron libres más asientos para blancos, el conductor les exigió a cuatro usuarios negros, entre ellos, Parks, que se pararan para cederle los puestos a un usuario blanco que se acababa de subir. Tres lo hicieron, menos Parks, quien trabajaba por los derechos civiles de los afroamericanos.
El ejemplo de Latinoamérica
Así las cosas, 37 años después, mujeres de América Latina y el Caribe se reunieron en República Dominicana para crear el Día Internacional de las Mujeres Afrodescendientes, Afrocaribeñas y de la Diáspora.
Por eso, desde aquel 25 de julio de 1992 se celebra cada año esa fecha. Su intención es recordar la lucha de las mujeres con ascendencia africana por sus derechos y contra la discriminación racial, el sexismo, la pobreza, la exclusión.
Nada más en el continente americano hay alrededor de 70 millones de mujeres afrodescendientes, de acuerdo con el Bando Interamericano de Desarrollo (BID), pero sufren fuertes desventajas educativas, económicas y laborales.
No obstante, en esta fecha de conmemoración, España no se podía quedar atrás. Veintiocho años después, este 25 de julio de 2020, el Movimiento por la Paz (MPDL), de la Comunidad Valenciana, también se sumó a la celebración. En un video con mujeres afrodescendientes se recuerda su situación en el país. Sin embargo, también reflexionan acerca de sus aportes a la sociedad, potencialidades y resiliencia a lo largo de la Historia desde el comercio de esclavos.
De acuerdo con sus testimonios, las principales barreras y dificultades que afrontan van desde la falta de visibilidad y oportunidades hasta la de participación en todos los ámbitos. También están presentes los estereotipos raciales y el hecho de que las instituciones y los medios de comunicación siempre los describan como víctimas. A su vez, mencionan la poca posibilidad de desarrollar una buena carrera profesional, pese a que tengan un buen nivel educativo.
Llaman a que cese la criminalización nada más que por su color de piel y a que se cambie la mentalidad. De este modo, podrían integrarse y aportar más a la sociedad.
Mujeres afrodescendientes ante la COVID-19
El Movimiento por la Paz señaló que en esta época de la pandemia por la COVID-19, los afrodescendientes corren un mayor riesgo de contagio.
La disparidad tiene que ver con varios factores. Entre ellos, la marginación, la discriminación, el acceso a los servicios de salud y el tipo de trabajo que muchos de ellos ejercen. Por ejemplo, servicios de limpieza, transporte, mensajería, economía informal o que son autónomos.
En el caso específico de las mujeres afrodescendientes, hay que tomar en cuenta su situación laboral y las condiciones de las zonas donde viven algunas.
“Un alto porcentaje de mujeres afrodescendientes trabaja en ocupaciones de alto riesgo como la limpieza y el empleo informal. Y tienen más probabilidades de vivir en zonas urbanas marginales y sobrepobladas. Por tanto, están en una situación de mayor vulnerabilidad frente al impacto de la COVID-19”, destaca el MPDL.
ONU Mujeres publicó, por su parte, que para 2011 había alrededor de 200 millones de afrodescendientes en el continente americano. Millones más viven en otras partes del mundo, fuera de África.
Para ese año, Brasil era el segundo país del mundo con más habitantes negros: 95 millones. Aun así, denunciaron que había alarmantes señales de racismo y sexismo, de las que no escapaban las mujeres.
Derechos de las mujeres afrodescendientes en América Latina y el Caribe
En 2019, Judith Morrison, asesora principal de la División de Género y Diversidad del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), dio varios datos sobre la situación de las mujeres afrodescendientes en el continente americano. Datos que hablan de méritos, pero también de contradicciones.
Las mujeres afrodescendientes de Panamá, por ejemplo, tienen el nivel educativo más alto de todos los grupos raciales y étnicos de ese país. Sin embargo, devengan los salarios más bajos y ocupan las tasas de desempleo más altas.
Las mujeres afrodescendientes en las áreas urbanas de Costa Rica tienen un promedio de 10,3 años de escolaridad, la más alta de todos los costarricenses. No obstante, también afrontan una mayor probabilidad de ocupar los puestos de trabajo de menos jerarquía y de recibir pensiones más bajas (29,6%). “Esto es menos de la mitad de la tasa de pensión de los hombres blancos y 36% más bajas que las de los hombres negros”, afirmó.
Para 2010, el 60% de los estudiantes universitarios del Caribe eran mujeres. Sin embargo, “las mujeres afrocaribeñas, con una de las tasas de participación más altas de participación laboral femenina en el mundo, de 55%, están subrepresentadas en posiciones de liderazgo y ocupan solo el 10% de los cargos de alta gerencia en el Caribe”.
Morrison pidió que para eliminar las barreras que afrontan las mujeres afrodescendientes, y también las indígenas en la región, se necesita implementar políticas públicas que tomen en cuenta tanto su condición de género como de etnicidad.
Para eso, se requiere:
- Ampliar la educación superior.
- Los mercados laborales deben ser más abiertos, transparentes y meritocráticos para que puedan ingresar y competir.
- Crear un camino de liderazgo para emprendedores diversos.
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