724 millones de euros. Es la cantidad que espera recabar el Gobierno al limitar por primera vez el plástico de un solo uso y establecerle un impuesto a los envases no reutilizables, en el marco de la Ley de Residuos y Suelos Contaminados, cuya tramitación recibió luz verde por parte del Consejo de Ministros, que también aprobó la Estrategia Española de Economía Circular (España Circular 2030).
Este impuesto sigue las recomendaciones de la Comisión Europea, que ha señalado del amplio margen de actuación del país en materia de fiscalidad verde. Datos de 2017 señalan que España tiene el quinto porcentaje más bajo de ingresos medioambientales en relación con el PIB de la Unión Europea. Ese año, mientras en la UE los ingresos por la fiscalidad verde suponían 2,40%, en España se ubicaron en 1,83%.
El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico sostuvo que el impuesto es muy similar al que esperan implantar Italia y Reino Unido, será de carácter indirecto y “recaerá sobre la fabricación, importación o adquisición intracomunitaria de envases de plástico no reutilizables que vayan a ser objeto de utilización en el mercado español”. Será de 0,45 euros por kilogramo de envase.
Reducir plástico de un solo uso
Entre los productos de plástico cuyo uso deben reducirse están los vasos para bebidas, incluidos sus tapas y tapones. También los recipientes para alimentos como cajas, con o sin tapa. El objetivo es que la comercialización de estos productos caiga en un 50% en 2026 en comparación con el 2022. En 2030 debe ser del 70% con respecto al mismo 2022.
Los agentes implicados en su comercialización deben fomentar el uso de alternativas reutilizables o de otro material no plástico. Y a partir del 1 de enero de 2023 queda prohibida su distribución gratuita. En los tickets de venta debe especificarse el cobro de cada producto de plástico entregado al consumidor. Es decir, en el cobro de un café, por ejemplo, se detallará además del contenido los costos asociados al plástico entregados al cliente como vaso o tapa.
De acuerdo al texto del anteproyecto, a partir del 3 de julio de 2021 quedaría prohibida la introducción en el mercado de bastoncillos de algodón, excepto si entran en el ámbito de los productos sanitarios; cubiertos y platos; pajitas, agitadores de bebidas y palitos destinados a sujetar e ir unidos a globos, entre otros.
Dentro de estas prohibiciones también entran los recipientes y vasos para alimentos y bebidas hechos de poliestireno expandido, incluidos tapas y tapones. Y cualquier producto de plástico fabricado con plástico oxodegradable. Igual el uso de cosméticos y detergentes que contengan microplásticos añadidos intencionadamente.
“En relación con las botellas de plástico se regulan objetivos de recogida separada en dos horizontes temporales: en 2025 se deben recoger separadamente el 77% en peso con respecto al introducido en el mercado, aumentando al 90% en 2029”, señala el Ministerio.
Agua no envasada
La Ley establece que las administraciones públicas deberán adoptar las medidas que consideren pertinente para reducir el consumo de agua embotellada, a través del fomento de fuentes de agua potable que garanticen la higiene y la seguridad alimentaria. El suministro de agua debe hacerse preferiblemente en envases reutilizables, sin perjuicio de que en los centros sanitarios y educativos se permita la comercialización de envases de un solo uso.
En el sector de la hostelería y restauración debe ofrecerse siempre a los clientes la posibilidad de consumo de agua no envasada de manera gratuita como complemento a la oferta del establecimiento, con garantía de que es apta para el consumo humano y que, por lo tanto, presenta las condiciones sanitarias exigibles.
A partir de 2021 queda prohibida la destrucción de excedentes no vendidos de productos no perecederos como textiles, juguetes o aparatos eléctricos, entre otros, salvo que deban destruirse conforme a otra normativa.
También se propicia y cuantifica en el instrumento legal la necesidad de romper el vínculo entre crecimiento económico y los impactos que genera sobre el medio ambiente y la salud humana relacionados con la generación de residuos. En 2020 la reducción de residuos debe ser del 10% en relación con los generados en 2010, en 2025 un 13% y un 2030 un 15%.
Asimismo se aborda la necesidad de luchar contra el desperdicio alimentario y se insta a las administraciones competentes para que tomen medidas con el fin de frenar la generación de basura en el medio marino.
Otro de los objetivos es combatir la obsolescencia programada a través del diseño, fabricación y uso de productos eficientes en cuanto a la utilización de recursos y su durabilidad.
Economía circular, pilar central
El Consejo de Ministros también ha dado luz verde a la Estrategia Española de Economía Circular (EEEC) o España Circular 2030, que establece las bases para avanzar desde una economía lineal hacia un nuevo “modelo de producción y consumo en el que el valor de productos, materiales y recursos se mantengan en la economía durante el mayor tiempo posible; en el que se minimice la generación de residuos y se aprovechen al máximo aquellos cuya generación no se haya podido evitar”.
“España Circular 2030 marca objetivos para esta década que permitirán, entre otros, reducir en un 30% el consumo nacional de materiales, mejorar un 10% la eficiencia en el uso del agua y recortar un 15% la generación de residuos con respecto a 2010, lo que posibilitará situar las emisiones de gases de efecto invernadero del sector residuos por debajo de los 10 millones de toneladas en 2030”.
La estrategia se llevará adelante a través de planes trienales con las medidas que la Administración General del Estado desarrollará para implementar actuaciones de economía circular. El primer plan se presentará a finales de 2030 y abarcará el periodo 2012-2023.
Tras la crisis que ha dejado la COVID-19 en España, el Ejecutivo prevé que la economía circular se convierta en una palanca de desarrollo. Para la vicepresidenta cuarta y ministra Teresa Ribera la economía circular es el «pilar central» para el proceso de recuperación económica «en clave ecológica».
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