En 1969, la novela Bug Jack Barron de Norman Spinrad describía un Estados Unidos futurista en el que el uso de marihuana era no solo legal, sino también común. Sus usuarios incluían altos funcionarios electos y celebridades importantes, y la marca líder se promocionaba en la televisión. En 1972, Edwin Corley en su obra Acapulco Gold hizo otro tanto. Describió la competencia entre agencias de publicidad para asegurar la primera cuenta de marketing de cigarrillos de marihuana. Ambos libros son una muestra de que el debate sobre la legalización de la marihuana no es nuevo. Seguramente no acabará ni siquiera cuando se tome una decisión definitiva al respecto.
La marihuana (flores y hojas secas de las plantas cannabis sativa y cannabis indica) se ha utilizado durante siglos como hierba, medicina, cáñamo para fabricación de cuerdas y como droga recreativa. En Estados Unidos, se estima que el 52% de los adultos han probado la marihuana en algún momento. Aun así, esta droga es ilegal en muchos estados. Una realidad que podría cambiar, al tiempo que varios estados avanzan hacia una legalización de la marihuana.
Prohibición en peligro
Actualmente, la marihuana es ilegal en los Estados Unidos, menos en Colorado y Washington. Las principales razones para esta prohibición son de carácter moral y de salud pública. Principalmente, se debe a la preocupación constante por la violencia y el crimen asociados con la producción y distribución de la droga.
La percepción viene desde los orígenes de la introducción del uso recreativo de la marihuana en Estados Unidos, presumiblemente por inmigrantes mexicanos, a principios del siglo XX. A partir de la década de los años treinta, la marihuana se ha vinculado públicamente en varias investigaciones, y a través del cine y la literatura, con el crimen, la violencia y el comportamiento antisocial.
Se cree que las objeciones a la marihuana primero aumentaron drásticamente como parte del movimiento contra el alcohol. Otros afirman que la marihuana fue inicialmente demonizada en parte debido a los temores de los inmigrantes mexicanos asociados con la droga.
Lo cierto es que el tráfico ilegal de drogas (la marihuana entre ellas) representa un creciente problema de seguridad para Estados Unidos. En consecuencia, el Gobierno Federal reclama el derecho criminalizar el cultivo, la venta y la posesión de marihuana en todos los estados.
La Corte Suprema de Estados Unidos, en un fallo de 2005, confirmó el derecho del Gobierno Federal a prohibir el consumo de marihuana en todos los estados.
Pese a las regulaciones federales, 11 estados han votado a favor de legalizar el cultivo, uso y distribución de marihuana dentro de sus fronteras y muchos otros debaten si hacerlo o no.
Una posible solución al crimen
Quienes abogan por la legalización de la marihuana señalan que prohibirla supone una “intromisión gubernamental injustificada” en la libertad de elección individual. Aseguran que la marihuana no es más dañina para la salud de una persona que el alcohol o el tabaco, que son legales y de uso generalizado, y están regulados por la Administración de Drogas y Alimentos, la FDA.
También argumentan que la marihuana tiene beneficios médicos comprobados para los pacientes que padecen dolencias y enfermedades como cáncer, sida y glaucoma.
Pero, sobre todo, los defensores de la legalización de la marihuana aseguran que el crimen y la violencia aumentan enormemente debido a la venta y compra ilegal de la planta. “La despenalización terminaría con la necesidad de este comportamiento criminal”, subrayan.
Toman como ejemplo la famosa prohibición de alcohol de los años treinta. La consideran como la causa principal de la escalada de violencia y la fortaleza del crimen organizado en esos años.
Otras supuestas ventajas de la legalización
Los defensores de levantar la prohibición de la marihuana indican que es uno de los productos agrícolas más vendidos entre los estadounidenses. Calculan que si fuera legalizada y regulada la industria podría generar hasta 106.700 millones de dólares anuales para las administraciones locales, estatales y federales. Por lo contrario, la prohibición implica que el gobierno gaste 29.000 millones al año. Insisten en que ese dinero podría tener mejor uso en las escuelas.
O peor que el problema
Sin embargo, la legalización de la marihuana podría cambiar un problema por otro. Un creciente argumento en contra de la despenalización es que el uso abusivo o prolongado de la marihuana puede ser perjudicial para la salud y el bienestar de una persona. Además, el humo de segunda mano puede ser tan perjudicial para los demás como el de tabaco. Pero, sobre todo, se ha determinado que el consumo regular de marihuana puede llevar al consumo de drogas más duras y dañinas como la heroína, el opio y la cocaína.
Por otro lado, las personas que participan en la compra y venta ilegal de la droga tienen más probabilidades que el promedio de verse involucradas en otros delitos. Nadie puede asegurar que un mayor uso de la droga incremente la tasa de delito, pero tampoco es descartable.
Lo que dicen los hechos
Sin embargo, no hay garantía alguna de que la legalización de la marihuana reducirá los índices de criminalidad. Una revisión de las estadísticas arroja dudas sobre la afirmación de que la legalización reduce los delitos violentos. Todo lo contrario, los homicidios han aumentado en jurisdicciones flexibles con la marihuana.
Es el caso de Denver, en donde la tasa de homicidios aumenta constantemente. Pasó de 36 en 2013 a 67 en 2018. Seattle tuvo 19 homicidios en 2013, luego la tasa aumentó todos los años excepto 2016, alcanzó un pico en 2018 de 31 casos.
Incluso el Distrito de Columbia ha experimentado un resurgimiento de la violencia. Llegó a 160 homicidios en 2018 después de ver un nivel históricamente bajo de 116 casos en 2017. Los homicidios aumentaron más del 100% en enero de 2019, en comparación con enero de 2018. La justificación más frecuentemente citada para la marihuana legal, no se materializa. La reducción de los delitos violentos relacionados con las drogas no ocurre.
Tampoco hay ventajas fiscales
Además, las ventajas ficales de la legalización de la marihuana tampoco son un argumento sólido. La despenalización no elimina el mercado negro ilícito, pero en realidad puede aumentar la competencia entre las facciones rivales de los traficantes del mercado negro. La regulación estatal, los impuestos, el cultivo y la logística de la cadena de suministro hacen que los precios de la marihuana legal sean mucho más altos que su competencia ilegal y no regulada.
Entonces, el mercado ilegal persiste porque la mayoría de los usuarios no están dispuestos a pagar precios elevados solo para evitar cometer una transgresión menor. Cada vez se pide más a la policía que las ignore. Entonces, el riesgo que se corre o ser «atrapado» es muy bajo. La gente acude entonces a las ventas ilegales. Más mercado negro equivale a menos mercado legal y, por lo tanto, menos impuestos. Entonces, esta tampoco es una razón para la legalización de la marihuana.
Además, la despenalización contribuye a que bajen los precios de la marihuana ilegal en los estados legalizados. Con una menor aplicación policial de las leyes sobre la marihuana, la “prima de riesgo”, que infla artificialmente los precios de las sustancias prohibidas, queda virtualmente eliminada.
Efecto contrario
Al mismo tiempo, es probable que la demanda de marihuana haya aumentado en los estados legalizados porque el temor de los usuarios a las consecuencias legales adversas ha disminuido y los usuarios de los estados de prohibición acuden en masa a los estados legalizados en busca de marihuana legal o de menor costo.
No es sorprendente, dada esta dinámica del mercado, que haya una mayor competencia entre los comerciantes ilegales. Y cualquier policía que haya trabajado en el control de narcóticos le dirá que las interrupciones de la fuerza del mercado que aumentan la competencia a menudo conducen a un aumento de la violencia entre los participantes del mercado. El remedio es, entonces, peor que la enfermedad.
Marihuana medicinal
Simultáneamente, el debate sobre los beneficios terapéuticos de la marihuanase ha reavivado. Si bien varios estados tienen leyes activas sobre la marihuana medicinal (y un número creciente permite el uso recreativo), el Gobierno Federal la continúa clasificándola como una sustancia controlada. Eso no solo hace que su posesión sea ilegal, sino que también limita los estudios médicos sobre los posibles beneficios del cannabis.
Muchos estadounidenses, incluidos los miembros de la comunidad médica y el Congreso, ven con buenos ojos la legalización de la marihuana por motivos médicos. La marihuana se ha utilizado durante siglos como un agente medicinal natural con buenos resultados. Pero, hasta ahora, ha habido muchas restricciones los ensayos clínicos para evaluar la efectividad de la marihuana en el tratamiento de ciertas condiciones. Muchos de los obstáculos implican controlar la calidad y la dosificación del cannabis legalmente disponible para los investigadores. Además, varios de los estudios actuales no son ensayos clínicos controlados en los que se utilice un placebo o una medicina alternativa. Sin más estudios comparativos, la evidencia científica sobre los efectos terapéuticos del cannabis seguirá siendo cuestionable.
No hay argumentos sólidos
Con todos estos datos, queda claro que, a pesar del creciente impulso político y cultural a su favor, la legalización de la marihuana tiene consecuencias económicas y sociales no deseadas.
Los políticos y autoridades que comienzan a considerar como beneficiosa la legalización total harían bien en analizar críticamente el aumento de las tasas de delitos violentos en Colorado, Washington y el Distrito de Columbia.
En cuanto a su uso terapéutico, deberían medirse también sus beneficios reales y los peligros que conlleva.
Todavía está por demostrar que la legalización de la marihuana suponga una mejora desde el punto de vista de la violencia y deterioro social asociados a la criminalidad. Además, no se puede pasar por alto que se trata de una droga adictiva que acarrea a los jóvenes traumas y conflictos psicológicos irreversibles, que además atañe al orden y a la seguridad de las sociedades.
El debate está abierto. La opción entre libertad y seguridad, entre el derecho de consumir una droga altamente perturbadora y la persecución del bien común. Es necesario que la discusión se base en hechos y en evidencias, no solo en percepciones u opiniones. No es poco lo que está en juego.
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