Daniel García-Castellanos, Instituto de Geociencias de Barcelona
¿Qué pasaría si convirtiéramos todo el mar Mediterráneo en una gigantesca salina? ¿Sobreviviría su fauna? ¿Cuánto tiempo necesitaríamos para recuperarla? Parecerían preguntas intrascendentes si no fuera porque un arquitecto bávaro dedicó buena parte de su vida a ese proyecto: construir una gran presa a través del estrecho de Gibraltar y dejar que el Mediterráneo se secara para colonizar el terreno ganado al mar.
Herman Sörgel organizó conferencias y documentales y recaudó financiación hasta los años 50 para un proyecto que, pensó, fomentaría la cooperación entre África y Europa y electrificaría ambos continentes con gigantescos proyectos hidroeléctricos. Lo que Sörgel no sabía es que su sueño ya había sido realidad cinco millones y medio de años antes, a finales de la era del Mioceno, sin más proyecto detrás que el de las leyes naturales.
Cuando el Mediterráneo se secó
Desde la década de los setenta, varias generaciones de geólogos y geofísicos marinos han confirmado la existencia de una capa de sal de entre uno y tres kilómetros de espesor enterrada en la mayor parte del Mediterráneo más profundo.
Se trata de casi un millón de kilómetros cúbicos de sal que atestiguan un breve periodo de aislamiento del Mediterráneo del resto del océano. Breve en el sentido geológico, porque el episodio duró unos 190 000 años. Y no solo eso: el seco clima mediterráneo provocó la evaporación de sus aguas y expuso a la intemperie gran parte de su suelo marino tras la precipitación de toda aquella sal.
El responsable no fue ningún excéntrico arquitecto alemán sino la tectónica de placas. La cuenca mediterránea, atrapada entre dos continentes que continúan hoy aproximándose hasta dos centímetros cada año, quedó aislada del Atlántico y sus aguas se evaporaron rápidamente debido al clima árido que domina el planeta en estas latitudes.
Este escenario, conocido como la crisis de salinidad del Messiniense (el último periodo del Mioceno), es el mayor cataclismo sufrido por la Tierra desde la caída del meteorito que acabó con los dinosaurios no voladores y con la era Mesozoica hace 65 millones de años.
No es necesario ningún experimento geoingenieril para responder a la pregunta inicial: ¿cómo de resiliente es la vida marina frente a una crisis medioambiental de este calibre?
La respuesta acaba de ser publicada en la revista Science, en un estudio liderado por Konstantina Agiadi, de la Universidad de Vienna, con la colaboración del CSIC y de 25 paleontólogos de 25 institutos europeos. Tras reunir toda la información fósil del Mediterráneo de entre 11 millones y 2 millones de años, los resultados sugieren que la vida marina autóctona fue prácticamente extinguida durante el aislamiento del Mediterráneo y que la posterior recolonización por especies atlánticas dio origen a la fauna mediterránea que conocemos hoy en día.
Las especies autóctonas, las desaparecidas y las inmigrantes
Analizando estadísticamente la información de más de 750 artículos científicos hemos podido documentar 22 932 muestras de vida marina fósil que documentan 4 897 especies mediterráneas antes de la salinización del Mediterráneo. De las 779 especies posiblemente endémicas (encontradas solo en el Mediterráneo), solo 86 seguían presentes después del fenómeno salino.
A modo de ejemplo, todos los corales tropicales que abundaban en el Mediterráneo antes del gigantesco cambio medioambiental desaparecieron. En cambio, alguna especie de sardina aparentemente endémica logró sobrevivir. Un ejemplo de mamífero superviviente es el sirenio, emparentado con los actuales manatíes y dugongos (también conocidos como vacas marinas).
Debido a lo limitado y fragmentado del registro fósil, no podemos asegurar que estas especies fueran todas endémicas ni que no hubieran sobrevivido fuera del Mediterráneo, de ahí el valor de realizar este estudio de forma estadística con un gran número de especies. Pero las que lo eran, ¿dónde consiguieron sobrevivir? ¿Qué refugios encontraron para evitar el radical aumento de salinidad y temperatura?
Estas preguntas siguen sin respuesta, pero sí hemos podido constatar que los cambios de las poblaciones son debidos al reemplazo por especies atlánticas tras la reinundación, más que a una rápida adaptación al nuevo medio hipersalino. Es decir, la vida no tuvo tiempo para adaptarse y las especies extintas fueron sustituidas por otras exóticas, atlánticas.
Algunas especies icónicas como el gran tiburón blanco y el delfín aparecieron por primera vez en el Mediterráneo solo tras la crisis. Y aún más interesante: la actual mayor riqueza faunística del Mediterráneo occidental se estableció tras la reinundación, mientras que anteriormente el número de especies era mayor en el Mediterráneo oriental (mar Jónico y mar de Levante).
Lecciones sobre las extinciones masivas
El impacto del aislamiento del Mediterráneo sobre su fauna y flora fue enorme, destruyendo la mayoría de sus ecosistemas y su conectividad. Otro importante resultado que hemos obtenido estudiando aquel gigantesco experimento natural es que la recuperación en términos de número de especies duró más de 1,7 millones de años. Esta lenta recuperación de la riqueza de los ecosistemas mediterráneos proporciona la primera cuantificación detallada de la respuesta biológica estadística a un evento de extinción de esta magnitud.
La biodiversidad mediterránea actual es muy alta gracias a la presencia de numerosas especies endémicas. Nuestros resultados sugieren que esto también era así hace 6 millones de años, pero que la gran mayoría de esas especies endémicas desaparecieron durante el aislamiento y salinización del Mediterráneo.
Y quizá otra lección aprendida de este estudio sea que, por muy tentadores proyectos de geoingeniería que se nos ocurran y nos permitan soñar con mantener el actual ritmo de emisiones y de destrucción de ecosistemas, vale la pena aprovechar bien las experiencias que nos brinda el pasado geológico de la Tierra antes que experimentar con ella. El Mediterráneo, pese a mantener el océano global como reservorio de especies, tardó millones de años en recuperarse. Nadie sabe aún cuánto tardará en recuperarse la vida marina de un cambio a escala global como el que está en curso.
Daniel García-Castellanos, Earth scientist, Instituto de Geociencias de Barcelona (Geo3Bcn – CSIC)
Publicado en The Conversation. Lea el original.