La pandemia de la COVID-19 es un episodio de la humanidad que difícilmente será olvidado por muchas generaciones. Pero probablemente será olvidado a mediano plazo como otros episodios horribles que la humanidad ha sorteado.
La periodista científica Laura Spinney, autora de El jinete pálido (2018), reflexiona sobre el olvido colectivo de la pandemia de gripe española de 1918 y muchos otros temas.
La vulnerabilidad de los sistemas sanitarios europeos, la globalización, la creación de virus en laboratorios, la solidaridad, el cierre de fronteras, las noticias falsas, pagar por contenido de calidad, la gestión de la pandemia en Alemania, España e Italia. Todas las aristas del amplio crisol que compone la cotidianidad humana y que la pandemia de la COVID-19 ha impactado abrupta e inesperadamente.
La mal llamada gripe española
La mal llamada gripe española o pandemia por influenza española se cree que comenzó en la base militar de Fort Riley, Kansas en marzo de 1918. La primera ola brotó entre el Ejército de Estados Unidos en Virginia, Carolina del Sur, Georgia, Florida, Alabama y California.
La gripe comenzó a remitir en mayo de 1918, pero los soldados listos para el campo de batalla en Europa la incubaron en su largo viaje a Francia y de allí se expandió a Europa y el resto del mundo en dos nuevas oleadas. La pandemia de gripe española fue particular, porque atacó especialmente a adultos sanos y jóvenes.
Los alvéolos de los pulmones se llenaban de líquido, lo que imposibilitaba el paso de oxígeno a la sangre y los tejidos del cuerpo. La asfixia lentamente dibujaba manchas de color púrpura en los pómulos de los pacientes. Luego de horas, la piel de los enfermos se tornaba de un color azulado. El triaje consistía en mirar los pies de los enfermos. Si los pies estaban negros, el paciente estaba desahuciado.
El jinete pálido
En el libro El jinete pálido, Laura Spinney comenta que la humanidad olvidó colectivamente la pandemia de la gripe española a pesar de que podía dar lecciones. Se estima que para ese momento murieron 50 millones de personas, la autora la califica como «la peor catástrofe del siglo XX».
Si con la COVID-19 muriera la misma proporción de personas que por la influenza de 1918, el número de muertes sería de 220 millones a 440 millones. Aunque advierte que la pandemia de la COVID-19 no ha terminado ni pareciera que esas serán las cifras finales.
Las pandemias cambian al mundo y la principal lección de la COVID-19 para los gobiernos es que deben estar mejor preparados para futuras pandemias de gripe. Aunque la OMS, muchos centros de investigación y muchos gobiernos tenían planes para una próxima pandemia, eran planes que se actualizaban cada dos años y en algunos casos se descuidaron.
Para la próxima pandemia los sistemas sanitarios deben estar principalmente abastecidos con mascarillas, equipos de protección individual y equipos de ventilación. Además, de estar aptos para producir test masiva y rápidamente.
Recalca Spinney que lo realmente cierto es que vendrá otra pandemia y que lo más probable sea en forma de gripe. Las enfermedades respiratorias se transmiten con facilidad y pueden darle la vuelta al mundo con rapidez.
Forgotten Lessons From The 1918 Flu Pandemic https://t.co/GdWdLyNjlg
— Laura Spinney (@lfspinney) April 28, 2020
Más lecciones de la pandemia de la COVID-19
La otra lección para los gobiernos es que deben actuar rápido. A pesar de lo que ocurría en China y de la declaración de emergencia de la OMS a finales de enero, los gobiernos actuaron demasiado lento. En opinión de Laura Spinney, la OMS tuvo que declarar la pandemia a finales de marzo para que los gobiernos reaccionaran.
Señala que en general la actitud global hacia la epidemia de la COVID-19 fue bastante malsana. Se pensó que «el país afectado por la COVID-19 había cometido algún tipo de error, en vez de pensar: Lo que ellos tienen viene hacia nosotros».
Con respecto a Italia y España, la autora cree que ha habido un poco de mala suerte. Enfatiza que especular sobre el caso de Italia no es sano, que lo mejor es mirar hacia los países que sí lo han hecho bien, como Grecia.
Grecia tomó medidas mucho antes de que la enfermedad llegara a su territorio. Cuando tuvieron el primer caso, el Gobierno reaccionó agresivamente en el seguimiento de casos y en la realización de los test. Además, el confinamiento se decretó temprano, siete días después que España.
La gestión alemana y el mercado
La realización de los test es crucial para la contención de la epidemia en cada país. Permite detectar el número de infectados y aislarlos. Sin embargo, la realización de test es compleja, pues depende del mercado. Linney coloca como ejemplo a Alemania y Reino Unido.
En Alemania la realización de test depende de la competencia que existe entra las empresas farmacéuticas. Alemania realiza 200.0000 pruebas de PCR al día. Mientras que en Reino Unido la infraestructura y los recursos para la elaboración de pruebas diagnósticas depende del Gobierno británico, de allí que la respuesta haya sido más lenta. He aquí otra lección: encontrar un equilibrio entre la respuesta pública y privada.
De hecho, para Laura Linney la pandemia de la COVID-19 es una oportunidad para que la humanidad replantee su estructura mental a una escala colectiva.
La pandemia no solo se relaciona con el comercio ilegal de vida salvaje con el riesgo de zoonosis que conlleva. La pandemia de la COVID-19 tiene causas profundas en el modelo de industria prevalente (ganadera, agrícola, maderera).
La globalización depende de la actividad de multinacionales que sacan beneficios de lugares muy lejanos de donde las empresas tienen su base. Y aunque la globalización es un modelo que ha sacado a millones de personas de la pobreza, también requiere una revisión para evaluar qué está bien y qué está mal para encontrar formas nuevas de acabar con la pobreza sin que el precio sea el brote de enfermedades infecciosas.
Esperanza y lecciones aprendidas
Desde el punto de vista de Laura Linney –formada en Ciencias Naturales en la Universidad de Durham, Inglaterra– el virus lo hemos hecho posible todos. La ciencia ha sido clara al respecto: no es un virus creado en un laboratorio. El problema con las noticias falsas no es que sean falsas, sino que con Internet se propagan con muchísima rapidez.
La rápida propagación de bulos y noticias falsas son el resultado de la negativa de los usuarios de pagar por contenido de buena calidad, lo que invita a replantearse el negocio del periodismo. Es necesario que a la gente le llegue información de calidad y para cumplir con ese objetivo se necesitará la complicidad de gigantes del Internet, como Facebook y Google. He aquí otra lección: instruir a la gente para que sepa distinguir fuentes fiables.
La información tiene un papel fundamental en la ocurrencia de las pandemias. Tanto los datos que los países aportan a la OMS como la información que llega a los usuarios debe ser lo más veraz y transparente posible.
La pandemia de gripe española tiene ese nombre por la restricción que existía entre los países durante la Primera Guerra Mundial de no reportar lo que sucedía, porque el enemigo lo podía usar en contra. Como España no era una nación beligerante, la prensa reportaba casos y la incidencia de la pandemia.
Hoy se desconoce con certeza el origen de la COVID-19, se cree que se originó en China en un mercado húmedo de Wuhan, pero ya expertos apuntan hacia otras causas que también tienen que ver con la vida animal. La esperanza de Laura Linney es que las lecciones de la COVID-19 no se olviden como ocurrió con las lecciones de la gripe española y de otras epidemias que amenazan al mundo.
Lea también:
Prensa escrita mantiene caída, una crisis que acentúa el coronavirus
Prensa escrita mantiene caída, una crisis que acentúa el coronavirus