Por Gonzalo Gómez Bengoechea*
14/05/2017
*Profesor de Economía en la Universidad Pontificia Comillas ICAI-ICAE, experto en globalización y miembro de la Cátedra de América Latina de la universidad.
América Latina se mueve entre la esperanza y la incertidumbre. La habitual heterogeneidad de la región se ha visto iluminada por varios puntos brillantes en los últimos años: un crecimiento económico dinámico, el debilitamiento de los populismos, los avances por la paz en Colombia… Sin embargo, desde finales de 2016 y ya con el comienzo del nuevo año, los retos y los desafíos han comenzado a oscurecer el horizonte de manera reseñable y destacable.
Desde el punto de vista económico, el continente latinoamericano se encuentra atrapado entre dos grandes potencias: Estados Unidos y China. La previsible expansión de la economía norteamericana, derivada de los planes de estímulo proyectados por la Administración del nuevo presidente estadounidense, Donald Trump, debería impulsar a la Reserva Federal a continuar con las subidas de tipos ya en marcha. Este hecho asentaría el ciclo de dólar fuerte en el que nos encontramos actualmente y encarecería la deuda de los países latinoamericanos. En cuanto al ámbito chino, la ralentización del gigante asiático está frenando la demanda de exportaciones y aminorando también el crecimiento de su economía a través del sector exterior.
La región latinoamericana enfrenta, además, el reto de crecer en un entorno de commodities relativamente baratas, con un sistema financiero fragmentado y con la globalización en tela de juicio.
La debilidad democrática
Desde el punto de vista político, la corrupción es la principal amenaza. No tanto por su tamaño o por la importancia de los casos en sí, sino por la pérdida de poder que genera en los partidos políticos. Los casos de Brasil y México así lo atestiguan. El debilitamiento de los partidos tradicionales abre la puerta al surgimiento de figuras populistas que podrían traer al presente políticas económicas heterodoxas casi desterradas. Junto a este problema, el enfriamiento de los acuerdos comerciales internacionales (TPP, NAFTA…) limita la importancia estratégica de la región y aleja una de sus principales fuentes de crecimiento y rentas. Sin un buen comportamiento económico, los problemas de corrupción tienden a acrecentarse en la mente de los votantes y a diluir el “pegamento social”.
Así pues, con este contexto en mente, ¿hacia dónde debe mirar América Latina? ¿Debe tratar de atraer a Estados Unidos hacia los viejos consensos comerciales o debe abrazar a los nuevos players pro-integración internacional, como China o Rusia? Existe un amplio consenso entre los analistas en que quizá estemos ante la ocasión ideal para impulsar de manera decisiva la integración regional de manera independiente, a pesar de las dificultades que presenta Venezuela, cada vez más aislada.
Pero, en todo caso, por primera vez en años existe el consenso político necesario para profundizar y actualizar los acuerdos comerciales entre un buen número de países. El comercio internacional ha sido, y es, una fuente de crecimiento fundamental en la región. Si el resto del mundo se cierra a él, los países de América Latina deben potenciarlo y facilitarlo entre sí. La simplificación de normas y el abaratamiento de los costes de transporte favorecerían el desarrollo e impulsarían el crecimiento. Con ellos, los riesgos económicos exteriores se suavizarían y las políticas populistas como las de Nicolás Maduro perderían su espacio electoral y social. No se puede fiar todo a la recuperación del precio de las materias primas.