El cambio climático nos muestra cada día el daño que es capaz de hacer. Inundaciones, sequías, tormentas, temperaturas extremas. Pero sus efectos van más allá de lo obvio. También contribuye a incrementar el impacto pernicioso de otros fenómenos. Por ejemplo, la aparición de nuevas enfermedades o la mayor propagación de las ya existentes. Y ahora, la ciencia ha descubierto que el cambio climático también está ayudando a que las viejas represas, que tanto bienestar han traído a la humanidad, se conviertan en una nueva amenaza para todos nosotros.
Se trata de una combinación de factores. El envejecimiento de estas estructuras de almacenamiento reduce su capacidad de retener el agua que contienen. Los enormes volúmenes del líquido, además de su cercanía a zonas pobladas o de cultivos, las convierten en un peligro latente. Se trata de un proceso que tiene que ver con la fatigas de lo materiales y las fuerzas a las que son sometidos. Pero el cambio climático acelera el proceso.
Un problema muy serio
Lo cierto es que, para el 2050, la mayoría de la gente en la Tierra vivirá aguas abajo de decenas de miles de grandes presas construidas en el siglo XX. Muchas de estas estructuras ya están operando en los límites (o incluso por encima) de su período de vida útil.
Un análisis del Instituto Canadiense de Agua, Medio Ambiente y Salud de la UNU, dice que la mayoría de las 58.700 grandes represas en todo el mundo se construyeron entre 1930 y 1970, con una vida útil de 50 a 100 años.
El informe, «Envejecimiento de la infraestructura del agua: un riesgo global emergente», señala que, a los 50 años, una gran presa de concreto «probablemente comenzaría a expresar signos de envejecimiento».
Los signos del envejecimiento incluyen casos cada vez mayores de fallas, costos crecientes de reparación y mantenimiento, aumento de la sedimentación del embalse y pérdida de la funcionalidad y efectividad de la presa. Estas son manifestaciones «fuertemente interconectadas», dice el documento.
Agrega que las presas que están bien diseñadas, construidas y mantenidas pueden «fácilmente» alcanzar los 100 años de servicio. Pero predice un aumento en el «desmantelamiento». Este fenómeno está ganando ritmo en los Estados Unidos y Europa. Esto se debe a que las limitaciones económicas y prácticas impiden que las presas envejecidas sean actualizadas. También ocurre si su uso original ahora está obsoleto.
Cifras alarmantes
En todo el mundo, el enorme volumen de agua almacenado detrás de las grandes represas se estima en 7.000 a 8.300 kilómetros cúbicos. Se trata una cantidad suficiente para cubrir alrededor del 70% de la masa terrestre de Europa bajo un metro de agua.
El informe detalla el riesgo cada vez mayor de las presas más antiguas, el aumento de los gastos de mantenimiento, la funcionalidad en declive debido a la sedimentación, los beneficios de restaurar o rediseñar los entornos naturales y los impactos sociales, a favor y en contra, que deben ser sopesados por los responsables políticos al decidir qué hacer.
En particular, «la naturaleza de estos impactos varía significativamente entre países de ingresos bajos y altos», destaca el documento.
El cambio climático acelerará el envejecimiento
El estudio destaca que el aumento en la frecuencia y la gravedad de las inundaciones y otros eventos ambientales extremos puede llevar a condiciones que superen los límites de diseño de una presa y acelerar el proceso de envejecimiento de la estructura.
No es un secreto que el cambio climático, impulsado por las emisiones de gases de efecto invernadero del uso de energía y los procesos industriales, ha aumentado las temperaturas de la superficie global, produciendo más sequías y una mayor intensidad de tormentas.
A medida que se acumula más vapor de agua en la atmósfera, se convierte en combustible para que se desarrollen tormentas más poderosas. El aumento del nivel del mar expone lugares más altos que generalmente no están a merced del océano y sus fuerzas erosivas de olas y corrientes.
Las señales de advertencia del cambio climático han sido claras durante la última década, con cada nueva emergencia superando su precedente. En el caso de las viejas represas, las decisiones sobre el desmantelamiento deben tomarse en el contexto de un clima cambiante, destaca el estudio.
Los efectos por países
Cuatro países asiáticos acumulan el 55% de todas las grandes represas del mundo, al sumar 32.716. Se trata de China, India, Japón y la República de Corea. Pero de todos ellos, es China, con 23.841 grandes represas (40% del total mundial), quien ocupa el primer lugar. La mayoría de estas represas alcanzará el umbral de 50 años relativamente pronto. Lo mismo ocurre con muchas represas grandes en África, América del Sur y Europa del Este. El tiempo sigue corriendo.
La construcción de grandes presas surgió a mediados del siglo XX. Alcanzó su punto máximo en las décadas de 1960 y 1970, especialmente en Asia, Europa y América del Norte,. En África el pico se produjo en la década de 1980. «El número de grandes represas recién construidas después de eso disminuyó continua y bajando progresivamente», dice el informe.
Es poco probable que el mundo sea testigo de otra gran revolución en la construcción de represas, como la de mediados del siglo XX, agrega la investigación. Pero las represas ya construidas inevitablemente mostrarán su edad.
Las viejas represas en Europa y España
Muchas grandes represas europeas están envejeciendo. La edad promedio está cerca o por encima del umbral de 50 años. Aproximadamente el 10% tienen más de 100 años.
El Reino Unido tiene la mayoría de las represas de más de 100 años. El promedio es de 106 años. En el caso de España, hay 1.064 grandes represas, con un promedio de edad de 56 años, de acuerdo al informe.
En muchas partes de Europa, la construcción de represas prácticamente ha cesado, principalmente porque quedan pocas vías fluviales sin obstáculos. Las excepciones notables son Europa del Este y Turquía, donde la tasa de construcción, particularmente de represas hidroeléctricas, se encuentra entre las más altas del mundo.
También hay un creciente llamamiento en Europa para eliminar las presas y proteger las vías fluviales. En general, esto no está motivado por una preocupación de seguridad pública, sino que se basa en motivos ambientales, ya que varios grupos instan a la restauración de rutas migratorias para los peces.
Peligros para la gente
Las presas, y en particular las grandes presas, incluso si son estructuralmente sólidas, se consideran formas de infraestructura de «alto riesgo». Esta calificación se debe a la posible pérdida de vidas humanas que sería consecuencia de una falla. Además, podrían provocar el desplazamiento y la destrucción de los medios de vida. El desarrollo aguas abajo de las presas es persistente. Por lo tanto, eleva la magnitud de las consecuencias de una falla.
Las fallas de presas, ya sea por filtración excesiva (tuberías), grietas, desbordamientos o fallas estructurales, son con frecuencia el resultado de un diseño o construcción deficiente, falta de mantenimiento o mala gestión operativa.
Muchos incidentes de seguridad pública ocurren en los primeros cinco años de operación de una represa. También ha ocurrido un número considerable de fallas en presas de más de 50 años. Las más antiguas, combinadas con un mantenimiento deficiente, representan un mayor riesgo para la seguridad pública, particularmente para las áreas río abajo.
En general, los riesgos asociados con las grandes represas son de «baja probabilidad y alta consecuencia». Por tanto, el desafío es reducir aún más la probabilidad de que ocurran accidentes. Esto requiere un esfuerzo para realizar evaluaciones de riesgo de las viejas represas, puntualiza el estudio. Y esto sin perder de vista la importancia de la lucha contra el cambio climático.
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