Por Ana Bedia
Robert Landau se mudó a los 16 años con su padre a Los Ángeles (Estados Unidos). El apartamento en el que residían estaba situado en la mítica Sunset Strip, cerca de la no menos emblemática tienda Tower Records.
Landau se estaba iniciando en la fotografía y cada mañana, temprano, iba a observar ensimismado como instalaban gigantes vallas publicitarias con las caras de sus grupos de rock favoritos, que eran pintadas a mano por grandes artistas desde andamios. Así, fusionó sus dos pasiones: la fotografía y la música.
Sus vallas preferidas, tal y como cuenta el propio Landau a Cambio16, eran “las que no tenían ningún texto o logo publicitario, eran las impresionantes imágenes que reproducían las portadas de los discos”. Y pone un ejemplo de la que más le gustaba: Abbey Road de los Beatles. “Pink Floyd también tuvo varias geniales”, puntualiza.
Además, explica que “la mayoría de las vallas de esa época tenían poco texto porque el objetivo, más que vender algo, era crear una imagen del grupo o que se hablara de un nuevo disco”.
Hoy esas vallas ya no están y las novedades discográficas ya no se anuncian en las calles de esta forma tan artesanal, pero los nostálgicos pueden viajar en el tiempo y disfrutar de todo el esplendor y musicalidad de Sunset Strip, gracias a la obra de Landau, que se encuentra recopilada en su libro, Rock ‘N’ Roll Billboards of the Sunset Strip (Angel City Press), y que se expone hasta el 16 de agosto en el centro cultural Skirball de Los Ángeles.
El libro de Landau reúne todas estas vallas pintadas a mano que ilustran discos que forman parte de la historia de la música. Su trabajo abarca desde 1967, cuando The Doors puso la primera valla de rock, hasta principios de los 80, cuando la MTV provocó que los dólares de los presupuestos publicitarios destinados a las llamativas vallas se destinaran a hacer pegadizos vídeos para ser emitidos en directo en su canal musical.
Landau explica que las vallas de hoy en día son todas digitales, ya sean impresas en enormes láminas y colgadas o transmitidas electrónicamente en grandes pantallas, algo que para el fotógrafo hace que carezcan «de la profundidad y la calidad humana de las pintadas a mano».
La importancia de las vallas
1969 fue el comienzo del surgimiento de la generación del baby boom como una fuerza de consumo a tener en cuenta y el Festival de Woodstock atrajo la atención de la gente hacia nuevos grupos musicales que conformaron el paisaje cultural mundial los 20-30 años siguientes. Landau explica que “para esta generación, la televisión ampliaba la brecha entre ellos y sus padres, por lo que las compañías discográficas y grupos musicales de la época no habrían barajado hacer su publicidad en televisión. Las vallas publicitarias, que parecían pósters gigantes o la portada del álbum, representaban una forma alternativa y fresca de dar a conocer un nuevo disco. Era la única manera de que una banda pudiera comunicarse directamente con sus fans”.