Cuando no ha pasado una semana desde que Joe Biden asumiera como el 46º presidente de los Estados Unidos, todavía hay expectativas y dudas acerca de cuán profundos serán los cambios que Washington tomará con respecto a temas claves, entre ellos las relaciones internacionales. Las primeras acciones apuntaron al avance en materia de lucha contra el cambio climático, el manejo de la pandemia y las relaciones con Rusia. El nuevo mandatario ha dejado claro que avanza para dejar atrás el legado de Donald Trump, quien en sus últimos días en el cargo se mostró decidido a dejar una marca indeleble. No renunció a mantener su mano dura en aspectos claves, ni siquiera a última hora. En esa línea, anunció varias sanciones unilaterales. Este fue uno de los recursos preferidos por el ex mandatario, para resolver disputas con adversarios de los Estados Unidos, como China.
Como prueba de ello, en la última semana de la «era Trump», el Departamento de Comercio de los Estados Unidos anunció nuevas reglas para facilitar que el Gobierno federal impida que los estadounidenses importen tecnología de China y otros adversarios de ese país, que Washington decida que podrían amenazar la seguridad nacional. La nueva regla, que cubre software como el que se usa en infraestructura y hardware críticos, incluidos drones y cámaras de vigilancia, otorga nuevos poderes al secretario de comercio para emitir licencias o bloquear importaciones.
Aunque también se aplica a las importaciones de tecnología de Irán, Rusia, Corea del Norte, Cuba y el régimen venezolano de Nicolás Maduro, el impacto principal está dirigido a China. Se trata de la última de una serie de acciones en los últimos días de la administración Trump diseñadas para incrementar la presión sobre Pekín.
Lucha contra el terrorismo
La regla entrará en vigencia 60 días después de su promulgación. Implementa una orden que Trump firmó en 2019 para proteger las cadenas de suministro estadounidenses relacionadas con la tecnología y los servicios de comunicaciones.
La medida se produjo el mismo día que el Departamento de Comercio colocó a la Corporación Nacional de Petróleo en el Extranjero de China (Cnooc) en la «lista de entidades», una lista negra que dificultará que estadounidenses exporten equipos o tecnología a esa empresa. Wilbur Ross, secretario de Comercio de Estados Unidos, dijo que Cnooc actuó como «un matón» del ejército chino para facilitar la intimidación de los vecinos de China.
«La Oficina de Industria y Seguridad del Departamento de Comercio impuso nuevos controles sobre cualquier tecnología estadounidense y actividades específicas de personas estadounidenses que puedan estar apoyando usos finales de inteligencia militar extranjera y usuarios finales en China, Cuba, Rusia y Venezuela, así como en los países que apoyan a los terroristas», señala el organismo en un comunicado.
Un largo pulso entre China y Estados Unidos
Estas nuevas restricciones llegaron al final de una administración que ha tomado muchas medidas agresivas para reprimir lo que dice son amenazas planteadas por la tecnología de propiedad china. Estas han incluido prohibir el uso de tecnología de Huawei. Además, intentó prohibir que los estadounidenses usen TikTok, la popular aplicación de videos cortos.
El Pentágono también se está preparando para agregar más empresas chinas a una lista de empresas con presuntos vínculos con el ejército chino. Según una orden emitida por Trump en noviembre, los estadounidenses tienen prohibido invertir en los valores de esas empresas chinas designadas y muchas de sus subsidiarias.
El año pasado, el Departamento de Justicia acusó a dos ciudadanos chinos que trabajaban con el Ministerio de Seguridad del Estado, el servicio de inteligencia del país asiático, por supuestamente ejecutar una campaña de piratería global para atacar la propiedad intelectual estadounidense.
Una herencia para Biden
Este tipo de acciones unilaterales han marcado el estilo de Donald Trump. No solo en los casos de adversarios como China o Irán, sino también con aliados tradicionales, como la Unión Europea. La guerra de aranceles que se produjo en torno al caso Boeing-Airbus dejó un amargo sabor en las relaciones entre Washington y Bruselas. Algunos confían en dejar atrás este episodio, ahora que Joe Biden ha tomado posesión. La llegada del veterano diplomático Antony Blinken, como nuevo secretario de Estado, envió algunas señales positivas.
Sin embargo, en el caso de las relaciones con Pekín, Teherán, Pyongyang, La Habana o Caracas, las cosas aun están menos claras. Algunos temen que el nuevo Gobierno sea demasiado laxo con algunos regímenes que representan un peligro, no solo para los Estados Unidos, sino para Occidente. Pero hay un consenso bipartidista que apunta a que quizás Biden se plantee un cambio de estrategia, pero mantenga objetivos similares.
El martes 19, durante una audiencia ante el Senado, Blinken prometió romper con la diplomacia «unilateralista y soberanista de Donald Trump». Aseguró que Estados Unidos ahora contará con sus aliados para «ganar la competencia con China» y contrarrestar a sus otros adversarios. Sin embargo, se mantuvo firme en los riesgos que estos regímenes representan para la seguridad hemisférica.
Mantener la línea dura
Quienes apoyan el mantenimiento de una política de mano dura hacia China, destacan que en las últimas décadas, tanto los presidentes republicanos como demócratas han intentado dominar las ambiciones hegemónicas del gigante asiático y llevarlo por un camino más democrático, abierto y amistoso. La estrategia se ha basado en una combinación de compromiso diplomático y una amplia interdependencia económica.
Sin embargo, esta política ha permitido que el liderazgo autoritario de China aprovechara la prosperidad económica para centralizar aún más el poder, aplastar la disidencia en el país y en el extranjero, construir un ejército formidable para flexionar sus músculos en las aguas vecinas y lanzar programas de inversión en infraestructura transcontinental que llevaron a innumerables naciones endeudarse con Pekín.
Al mismo tiempo, China ha acrecentado su influencia en zonas donde los Estados Unidos ejercía hasta hace poco su hegemonía. Tal es el caso de América Latina. También ha incrementado su presencia en los mercados financieros, logrando un crecimiento económico que ha superado a las principales potencias occidentales.
Un mayor acercamiento
Pero, en general, lo más probable es que Biden tratará de romper las limitaciones y dar forma a su propia política hacia Pekín. Puede levantar gradualmente las restricciones que Trump le impuso mediante la emisión de órdenes ejecutivas. Las voces que apoyan la amistad y la cooperación entre China y Estados Unidos todavía existen en ambos países.
Estos sectores aseguran que es de interés nacional para Estados Unidos promover una relación estable con China. Se cree que la Administración Biden no ignorará estas opiniones y tomará algunas medidas para romper las restricciones impuestas por su predecesor. Por otro lado, la presencia de Blinken como secretario de Estado también podría ser el inicio de políticas multilaterales, de la mano de viejos aliados, como la Unión Europea o Japón. Así, quedarían atrás las acciones unilaterales que el gobierno de Trump tomó no solo hacia China, sino también hacia Irán, Cuba, Corea del Norte o Venezuela.
Tal vez no sea tan diferente
El equipo de transición envió una señal que parece dibujar algunas líneas de lo que será la política de Estados Unidos hacia China. Se trata del anuncio de Kurt Campbell para asumir el puesto de coordinador de la Casa Blanca para el Indo-Pacífico.
Campbell fue el principal diplomático estadounidense para Asia durante la presidencia Barack Obama y la Secretaria de Estado Hillary Clinton. Es considerado uno de los arquitectos de la estrategia de “pivote hacia Asia”. Esta iniciativa defiende el fortalecimiento de las alianzas existentes con Japón y Corea del Sur y la construcción de relaciones más estrechas con estados como India y Corea del Sur, para enfrentar a una China en ascenso.
Este experimentado diplomático ha respaldado algunos de los enfoques duros hacia China adoptados por la Administración Trump. También ha elogiado parte de la relación del ex presidente con Corea del Norte. Además, se echó atrás en su apoyo anterior al Acuerdo de Asociación Transpacífico. Este tratado comercial fue negociado en la era Obama, pero Trump se retiró.
Hay puntos de coincidencia de Campell con las políticas de Trump. Quizás son el primer signo de que los cambios en las relaciones de China con los Estados Unidos serán menos profundos de lo que muchos creían. Solo el tiempo dará la respuesta.
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