GWYNETH ANN MORGAN GARTON / bonaona@bonaona.org
Un cambio en la forma de medir las frecuencias medias y altas permite aparentar que se mantienen los límites, mientras los aumenta en la vida real. Según la política de la UE y del Gobierno de España, la quinta generación de tecnologías de telecomunicaciones, 5G, es fundamental para lograr un sociedad europea del gigabit para 2025.
“Está surgiendo una significativa preocupación sobre el posible impacto en la salud y la seguridad derivada de la exposición mucho mayor a la radiación electromagnética de radiofrecuencia derivada del 5G. El aumento de la exposición puede resultar no sólo de la utilización de frecuencias mucho más altas en el 5G sino también por el potencial para la agregación de diferentes señales, su naturaleza dinámica y los complejos efectos de interferencia que pueden resultar, especialmente en áreas urbanas densas.
Los campos de emisión de radiofrecuencias 5G son bastante diferentes a los de generaciones anteriores debido a sus transmisiones complejas en forma de haz en ambas direcciones: desde la estación base al auricular y de regreso. Aunque los campos están muy enfocados en haces, varían rápidamente en el tiempo y el movimiento, por lo que son impredecibles, ya que los niveles y patrones de la señal interactúan como un sistema de circuito cerrado. Esto aún tiene que ser mapeado de forma fiable para situaciones reales, fuera del laboratorio.
…los estados miembros de la UE están sujetos a la Recomendación del Consejo 1999/519 / EC que sigue las directrices del ICNIRP [1], el problema es que actualmente, no es posible simular o medir con precisión las emisiones de 5G en el mundo real”.
Esta afirmación no es de ninguna campaña contra el 5G, viene directamente de un documento publicado por la Unión Europea2.
En las zonas urbanas habrá redes muy densas, con una omnipresencia de radiación electromagnética en las instituciones públicas, administración, centros educativos, hospitales, lugares de trabajo, domicilios, establecimientos de ocio y hostelería e incluso en parques y playas. Se prevé corredores 5G para coches autónomos y líneas de ferrocarril; en las zonas rurales la robotización de la agricultura con aparatos autónomos y multitud de sensores que requerirá conexiones inalámbricas. La comunicación vía satélite 5G (satcom) se utilizará también en los entornos remotos, inclusive entornos protegidos o sensibles.
Este nivel de conectividad inalámbrica sólo puede conseguirse creando una densa red de antenas y transmisores, incluyendo “mini” antenas que emitirán a partir del 2022[3] en haces de alta frecuencia (26Ghz) instalados en farolas, luces de tráfico, puentes, arquetas de servicios debajo de las aceras y discretamente camuflados en interiores.
La publicidad pública y privada no cesa de vendernos este despliegue como un progreso ineludible, una necesidad para reactivar la economía y generar nuevos empleos, pero ¿a qué precio?
Tanta hiperconectividad supondrá una fuerte, inédita y continua exposición a campos electromagnéticos de toda índole, a los que estarán expuestos todos los organismos vivos, a todas horas y en cualquier lugar. Será ineludible.
La Comisión Europea no ha hecho todavía ningún estudio acerca de los riesgos potenciales de la tecnología 5G[4], pero confía sus directrices al ICNIRP.
Las primeras directrices del ICNIRP son del 1998, en su reciente actualización 2020[5] prácticamente no han cambiado para las frecuencias bajas y medias. Estas son las utilizadas hasta ahora en las telecomunicaciones, a pesar de toda la evidencia[6] [7] [8] [9] [10] [11] [12] [13] [14] [15]y avisos[16] [17] [18] [19] acerca de los efectos biológicos adversos que se producen dentro de sus límites permitidos. Sólo regulan cuanto penetran las radiaciones y el peligro de quemadura o de shock de los nervios. Siguen sin admitir la existencia e importancia de los efectos no térmicos de las radiofrecuencias, los efectos acumulativos a largo plazo, no encuentra ninguna evidencia de cáncer, ignora los efectos sobre grandes usuarios[20] y la sólida evidencia acumulada desde 1998 que indujo a que en 2018 el IARC[21] (de la OMS) recomendara que las radiofrecuencias se reclasificaran como cancerígeno para los humanos Grupo 1 en vez de Grupo 2B como siguen en la actualidad.
Donde sí se producen cambios es para facilitar el uso de altas frecuencias de manera que parezca que se mantienen los niveles de protección cuando en realidad se rebajan todavía más. Si antaño se media el SAR o Tasa de absorción específica producido en 6 minutos, para radiaciones hasta 10 Ghz, ahora este parámetro sólo lo miden hasta los 6 Ghz y a partir del cual miden densidad de potencia PD media en 30 minutos. Este cambio lo justifican porque las altas frecuencias son más cortas y por tanto en teoría penetran menos, pero los organismos vivos no responden como un material homogéneo e inerte. Un reciente estudio advierte que el SAR y la PD densidad de potencia que las altas frecuencias del 5G generarán serán mucho más altas que las tecnologías actuales.[22]
Otro estudio[23] indica que los poros de la piel podrían transmitir las radiaciones a niveles más profundos. Hay que tener en cuenta además que la piel y sus afectaciones están relacionadas con el sistema nervioso. La tecnología beamforming[24](formación de haces de las antenas inteligentes, utilizadas por las “mini” antenas de alta frecuencia) concentran toda la potencia en estrechos haces. La media de la exposición podrá ser más bajo que con el 3G o 4G porque la alta frecuencia sólo se transmitirá durante su uso, pero mientras esté funcionando incidirá mucha energía sobre el usuario del aparato 5G y a los animales, plantas y organismos vivos en su trayecto. Ser usuario de un aparato 5G expondrá a mayor nivel de radiaciones. Un ejemplo: ¿la córnea del ojo se sobrecalentará debido a una media de frecuencias altas a lo largo de 30 minutos o se verá afectado por los picos, modulaciones y pulsaciones de frecuencias altas que ocurren durante su uso? El problema no queda allí porque los teléfonos privados de personas que no las estén utilizando podrán ser utilizados por las operadoras para redireccionar el tráfico inalámbrico cuando haya un déficit de transmisores públicos.
Directrices ICNIRP hasta ahora: • SAR Specific Absorption Rate (Tasa de absorción específica) hasta los 10 GHz, • PD Power density (densidad de potencia) de (10 GHz- 300GHz) Directrices ICNIRP 2020: • SAR de todo el cuerpo hasta los 300 GHz • SAR local hasta los 6 GHz • 6 GHz- 300 GHz Densidad de potencia absorbida (la potencia que incide – la potencia reflejada) Sobre el nivel corporal de exposición: • Todo el cuerpo: SAR 4 W / kg, promediado durante 30 min • Local: 100 kHz – 6 GHz: • Cabeza y torso: SAR local /10 g. 20 W/kg, promedio durante 6 min • Miembros: SAR local /10 g 40 W/kg, promediado durante 6 min • > 6 – 300 GHz: densidad de potencia absorbida 200 W/m2, promediada sobre 6 min, 4 cm2 • Exposición del haz focal > 30 – 300 GHz: densidad de potencia absorbida 400 W/m2, promediada sobre 6 min, 1 cm2 • Límites (complejos) para exposiciones cortas (pulsadas). |
¿Qué hay de la interacción de múltiples haces en una zona de alta densidad? ¿Cómo se calcula el nivel de exposición real si está variando constantemente? La respuesta parece ser dar permisos para planes piloto, ¿a ver qué pasa? Un experimento sin grupo de control y sin consentimiento informado. De momento, en España el 5G activo es sólo una ampliación del 4G LTE en las frecuencias medias (entorno a los 3,6 Ghz); todavía no se han puesto en funcionamiento las altas frecuencias previstas de la segunda fase (26 Ghz).
Con las directivas actuales, no está claro que no puedan ocurrir quemazones incluso dentro de los límites permitidos, además de los efectos biológicos. La nueva normativa[25] [26] dice textualmente: “Debe facilitarse la implantación de estos a través de un régimen de implantación que no esté supeditado a la concesión de autorizaciones”, serán las operadoras quienes notifiquen a las autoridades de su ubicación y podrán instalarlas con una simple declaración responsable. La nueva normativa europea permite la instalación de estas antenas a muy poca distancia de los transeúntes (2,2 m para el tipo E10). Se hace referencia a estas antenas como equipos de baja potencia, pero repetimos baja potencia de una media de 30 min, no potencia real que incide en un momento dado.
La normativa en ningún momento considera la mayor vulnerabilidad de los niños, de las personas EHS[27] [28], de los riesgos a largo plazo, del principio de precaución[29], la Resolución 1815 (2011)[30], del impacto ambiental [31]por citar algunas deficiencias graves.
En un taller sobre el impacto de límites más bajos sobre el despliegue de la red 5G de Ericsson[32]deja claro por qué no interesa que el ICNIRP actualice sus directrices para tomar en consideración la evidencia actual. La publicación de GSMA[33] ligada a la industria de las telecomunicaciones Newsroom se congratula: “Las nuevas directrices (del ICNIRP) de radiofrecuencias son una buena noticia para el 5G”.
¿Quién pues se hace responsable de los niveles de radiación a la que está expuesta la población? ¿El ICNIRP, la UE, los estados miembros, los organismos controladores, las operadoras, la industria…? ¿Cuál será el coste para la seguridad social? Las compañías de seguro no se quieren hacer responsables[34]. Los usuarios pueden apagar un wifi o elegir teléfono pero no podrán decidir sobre una antena colocada en la farola delante de casa, o camuflado en su lugar de trabajo.
Ya es hora de que haya un debate público e informado, de que las directrices del ICNIRP se reemplacen por auténticas normas de seguridad establecidas por un organismo independiente y multidisciplinar que incluya experiencia en biofísica, medicina, neuropsiquiatría y no sólo ingenieros y físicos poco cualificados para tomar decisiones informadas sobre la salud.
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