Las mascarillas faciales, en especial las quirúrgicas, protegen contra el virus. A casi dieciocho meses de la pandemia, el uso de esos dispositivos sigue dando de qué hablar. En los países de ingresos bajos y medianos, donde el acceso a las vacunas es limitado o inexistente, las mascarillas son el escudo protector para sus ciudadanos ante la COVID-19.
También resultan de provecho en países como Estados Unidos, que cuentan con las vacunas, pero que muchos se niegan a inmunizarse. La Agencia de Seguridad en el Transporte penalizará a los pasajeros que se nieguen a llevar la mascarilla en aeropuertos o aviones. Tendrán que pagar una multa de 500 a 1.000 dólares la primera vez, y de hasta 3.000 los reincidentes.
La medida del gobierno de Biden está dirigida a combatir los estragos de la variante delta en su territorio, que ha llevado los contagios a niveles inéditos desde enero y causó más de 1.000 fallecidos por día, casi todos personas no vacunadas.
Un estudio realizado en Bangladesh, donde la carestía de dosis es importante, revela el alto nivel de protección de los tapabocas. Respalda los hallazgos de cientos de estudios de laboratorio y de observación anteriores, cita la revista científica Nature.
Los críticos del uso de mascarillas han argumentado la falta de ensayos clínicos aleatorios relevantes que demuestren sus ventajas. Una investigación en la cual participaron casi 350.000 personas en las zonas rurales de ese país asiático determinó la efectividad de su uso.
Mascarillas como protector de la COVID-19
Los autores del estudio encontraron que las mascarillas quirúrgicas, no las de tela, redujeron la transmisión en las aldeas donde el equipo de investigación las distribuyó. Sirvieron de escudo protector contra el virus SARS-CoV-2
«Esto realmente debería ser el final del debate», dijo Ashley Styczynski, investigadora de enfermedades infecciosas de la Universidad de Stanford en California, y coautora de la preimpresión que describe el ensayo. Deepak Bhat, investigador médico de la Escuela de Medicina de Harvard, aseguró que la investigación «va un paso más allá en términos de rigor científico». .
Styczynski y sus colegas desarrollaron una estrategia para promover el uso de mascarillas entre los trabajadores de la salud en lugares públicos que triplicó el uso de mascarillas. De solo el 13% en las aldeas de control al 42% en las aldeas donde se fomentó. Luego, los investigadores compararon el número de casos de la COVID-19 en las aldeas de control y las comunidades de tratamiento.
El estudio relacionó las mascarillas quirúrgicas con una caída del riesgo del 11%, en comparación con una caída del 5% para la de tela. Ese hallazgo fue reforzado por experimentos de laboratorio. «Los datos muestran que incluso después de 10 lavadas, las mascarillas quirúrgicas filtran el 76% de las partículas pequeñas capaces de transmitir el virus por el aire, dice Mushfiq Mobarak, economista de la Universidad de Yale en New Haven, Connecticut.
Por el contrario, el equipo descubrió que las máscaras de tela de 3 capas tenían una eficiencia de filtración de solo el 37% antes de lavarlas o usarlas.
Politización de las mascarillas
El ensayo sobre las mascarillas y su actuación como protector de la COVID-19, aún no ha sido revisado por sus pares, indica Nature. Sin embargo, los resultados del estudio llevaron a Monica Gandhi, a cambiar las máscaras de tela. “Compré mascarillas quirúrgicas para mí”, comentó la médica de enfermedades infecciosas de la Universidad de California en San Francisco,
Al aleatorizar pueblos enteros, adicionó Gandhi, el último estudio mejora la evaluación tanto de la adherencia a la máscara como de la transmisión a nivel comunitario.
Las mascarillas seguirán siendo una línea de defensa crucial en Bangladesh y otros países de ingresos bajos y medianos, donde el acceso a las vacunas es limitado o inexistente. «Si esto cambia el discurso en Estados Unidos, donde las máscaras se politizan innecesariamente, entonces será un avance«, añadió Mobarak.