Por Iñigo Aduriz | Collage e infografías: Shergio Serrano
ACTUALIZADO 03/10/2016
No es sólo el PSOE. El resto de formaciones políticas también tienen trifulcas internas que condicionan su día a día:
“Si alguien se quiere ir al partido liberal o al conservador, que se vaya”. Corría abril de 2008, el PP atravesaba uno de sus peores momentos tras las elecciones un mes antes y por segunda vez consecutiva. Tratando de parar los pies a la que sonaba como una de sus posibles sucesoras, Esperanza Aguirre, el ya entonces líder de los populares, Mariano Rajoy, quiso con estas palabras zanjar el debate interno sobre la supuesta deriva ideológica del partido, de la que le acusaban los sectores más liberales de su propio grupo, hacia postulados más socialdemócratas.
Ocho años después, las facciones se mantienen en las filas populares, siempre con la sucesión de Rajoy que nunca llega en mente. El de los llamados neocons, sector liberal y más conservador históricamente encabezado por José María Aznar y por la expresidenta madrileña Esperanza Aguirre, tiene ahora como máximo exponente en la cúpula del partido a Pablo Casado, vicesecretario de Comunicación, aupado por la propia Aguirre y por el expresidente del Gobierno. Abogan por la privatización total de los servicios públicos y tienen como ejemplos el modelo económico anglosajón o las políticas puestas en marcha en Reino Unido por la ex primera ministra Margaret Thatcher. Contrastan con los postulados más moderados que defiende Rajoy o por el viraje al centro que reivindican otros dirigentes del partido como la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, o Andrea Levy.
El sector más crítico con Rajoy se engloba en la Red Floridablanca, el think tank de reciente creación que hará la competencia a FAES, que se acaba de desvincular del PP para financiarse con capital privado.. Dirigido por Isabel Benjumea, cuenta con el apoyo de quienes más han arremetido contra el Ejecutivo por considerarlo demasiado blando y que atribuyen al presidente el desplome del PP en las urnas. Entre otros, el exministro y exlíder de los populares vascos Jaime Mayor Oreja, el exsecretario de Estado Ignacio Astarloa o Gabriel Elorriaga, quien fuera uno de los pesos pesados de la dirección del PP. También exdiputados como Eugenio Nasarre.
Llamamientos a la reflexión interna que han irritado en Génova también los ha realizado el presidente de Castilla y León, Juan Vicente Herrera. Y especialmente duros contra los casos de corrupción, saliéndose de la línea oficial y tratando de liderar una nueva corriente de opinión interna, se han mostrado también Cifuentes y el que suena con fuerza como posible sucesor de Rajoy, el líder del PP gallego, Alberto Núñez Feijóo.
Al margen de la batalla más estratégica, en el PP se reproducen otros enfrentamientos que van desde el propio Gobierno saliente a las luchas de poder internas. El Ejecutivo en funciones se ha dividido en dos desde hace meses y, sobre todo, a raíz de la campaña electoral del 20D. El llamado G8 –ahora G5 por los últimos cambios en el Ejecutivo– ha sido el entorno más cercano y de confianza de Mariano Rajoy a lo largo de la legislatura. En el grupo están pesos pesados del Gobierno como José Manuel García-Margallo, Jorge Fernández Díaz, Rafael Catalá, Isabel García Tejerina y Pedro Morenés. Hasta su dimisión también se incluía a José Manuel Soria, a Miguel Arias Cañete antes de marcharse a la Comisión Europea y a Ana Pastor, que ahora preside el Congreso. Incluso a José Ignacio Wert. Todos ellos son amigos personales de Rajoy.
Los llamados coloquialmente como sorayos, por formar el círculo más apegado a la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, perdieron peso en las últimas semanas del Ejecutivo saliente tras la dimisión de Alfonso Alonso para encabezar la lista del PP vasco en las elecciones del 25 de septiembre. No obstante, ese movimiento le ha servido a la número dos del Gobierno para asegurarse así el control del partido en esa autonomía. Se mantuvieron fieles los ministros salientes de Hacienda y de Empleo, Cristóbal Montoro y Fátima Báñez, respectivamente. Y, además de ellos, cuenta con el jefe de la Oficina Económica de Moncloa, Álvaro Nadal, con el hermano de éste, el secretario de Estado de Energía, Alberto Nadal y con José Luis Ayllón, secretario de Estado de Relaciones con las Cortes en el Ministerio de la Presidencia. Todo este grupo afianzó su confianza y lealtad en el Congreso de los Diputados, cuando Sáenz de Santamaría ejercía de portavoz del Grupo Popular durante el último Gobierno de Zapatero. Este esquema ha provocado duras batallas dentro del Ejecutivo como la que enfrentó a Montoro y Margallo en octubre de 2015 cuando el primero acusó al segundo, que presentaba un libro, de “arrogancia intelectual” y Margallo al titular de Hacienda de “ágafo” e inculto.
Por el poder interno del PP batallan Sáenz de Santamaría y la vicesecretaria general, María Dolores de Cospedal. Y también existe una pugna constante entre los nuevos vicesecretarios –Pablo Casado, Javier Maroto y Andrea Levy–, muy cercanos al presidente, y los dirigentes históricos del partido sobre todo cuando afloran casos de corrupción. Los veteranos acusan a esas nuevas generaciones de precipitarse en sus valoraciones contra los que se ven implicados en estos asuntos. Dos grupos se distinguen en la dirección: El formado por los más jóvenes y el que conforman los que llevan más tiempo en puestos ejecutivos como la propia Cospedal, Javier Arenas o Rafael Hernando, aunque también han existido enfrentamientos entre los dos primeros.
Se superó la época de los sectores de guerristas y renovadores en el PSOE. También la de los chaconistas y los rubalcabistas. Pero las batallas internas no sólo no han cesado sino que se han incrementado entre los socialistas, hasta la guerra total de los últimos días. Sobrevive la corriente independiente de la que forma parte uno de los contrincantes de Pedro Sánchez en las primarias de 2014, José Antonio Pérez Tapias. Izquierda Socialista, amparada por los estatutos, defiende los postulados más izquierdistas así como el acercamiento sin ambages a formaciones de ese espectro ideológico y planteamientos clásicos del socialismo. Pero sigue siendo minoritaria. Además de Pérez Tapias, el valenciano Andrés Perelló es otro de los miembros visibles de esta facción que se sitúa a la izquierda de Ferraz.
Las verdaderas batallas las protagonizan los principales dirigentes del partido. La gran lucha por el poder ha estado hasta este mismo sábado, entre el hasta entonces secretario general, Pedro Sánchez, y la presidenta andaluza y máxima dirigente de la federación del PSOE de Andalucía, Susana Díaz. En el Comité Federal ganó finalmente esta última, ya que forzó la dimisión de Sánchez y se conformó una gestora en la que los críticos son mayoría.
El enfrentamiento que hasta entonces había sido más una guerra fría se endureció justo después de las elecciones vascas y gallegas del pasado 25 de septiembre cuando desde los sectores críticos exigieron la cabeza de Sánchez y éste respondió convocando unas primarias para el próximo día 23 de octubre y presentándose a ellas. A la espera de un candidato del sector crítico, todo apunta a que la trifulca se prolongará, por tanto, a lo largo del otoño.
La división en el PSOE se ha manifestado, en todo caso, cada día, a través de los líderes territoriales conocidos como barones. En el bloque crítico con Pedro Sánchez se han situado, además de Díaz, Guillermo Fernández Vara (Extremadura), Ximo Puig (Comunidad Valenciana), Emiliano García-Page (Castilla-La Mancha), Javier Lambán (Aragón) y Javier Fernández (Asturias), respectivamente. Entienden que los socialistas atraviesan por una situación más que delicada por las sucesivas derrotas electorales a nivel estatal. Por eso han cuestionado las decisiones del exsecretario general y de su exsecretario de Organización, César Luena, sobre todo las referidas a la gobernabilidad, al llegar a considerar propugnar la abstención en una investidura de Rajoy. Con la excepción de Madrid, todos esos dirigentes están a la cabeza de las federaciones con más peso del país por número de militantes y respaldo en las urnas.
Frente a ellos se han situado los barones más cercanos a Sánchez en cuyos territorios el PSOE ha obtenido, paradójicamente, los peores resultados en las últimas citas electorales. Se trata de Idoia Mendia (País Vasco), Francina Armengol (Baleares), Rafael González (Murcia), Luis Tudanca (Castilla y León), César Luena (La Rioja) y Eva Díaz Tezanos (Cantabria), respectivamente. También la madrileña Sara Hernández, aunque esta federación sigue completamente dividida y aún sangra la herida del fulminante cese de Tomás Gómez.
Una voz especialmente discordante con Ferraz ha sido, además, la del concejal del Ayuntamiento de Madrid Antonio Miguel Carmona. Más al margen, aunque normalmente también alineados con el líder federal, han estado la navarra María Chivite, y el canario José Miguel Pérez. Igual que el gallego Xoaquín Fernández Leiceaga que acaba de encajar el sorpasso de En Marea en las urnas. También ha contado Sánchez con el respaldo de Miquel Iceta, el hasta ahora líder del PSC, partido hermano del PSOE, si bien se aproximan unas primarias en las que el barcelonés se disputará el liderazgo de la formación catalana con Núria Parlón, alcaldesa de Santa Coloma de Gramanet, que es muy crítica con Sánchez.
Otra división se traslada al plano ideológico y está muy relacionada con la crisis territorial por la que atraviesa el país y las pulsiones soberanistas que se han reforzado especialmente en Cataluña en los últimos años. El conflicto está en el término ‘nación’. Mientras los socialistas catalanes y los vascos se lo atribuyen a sus respectivas comunidades, el resto considera que únicamente existe la española. Ante esta disyuntiva el PSOE encontró la vía de la defensa de la España federal, sin entrar en el debate de las naciones, en la que sí parecen estar de acuerdo todos los barones.
Apenas cuenta con dos años de vida, pero a Podemos ya se le distinguen varias familias que desestabilizan la unidad interna y escenifican batallas, sobre todo mediáticas, cada vez que se produce algún proceso de elección de cargos o candidatos. Una de las últimas se dio el pasado 20 de septiembre cuando Pablo Iglesias e Íñigo Errejón protagonizaron un polémico intercambio de tuits en torno a la estrategia que debía seguir el partido.
“En Podemos no hay ni deberá haber corrientes ni facciones que compitan por el control de los aparatos y los recursos; pues eso nos convertiría en aquello que hemos combatido siempre: un partido más”. Iglesias utilizaba estas palabras en marzo a través de una carta a la militancia para tratar de calmar las aguas tras uno de los episodios más convulsos que vivió la formación morada: la dimisión en bloque de diez miembros de la dirección del partido en Madrid díscolos con su hasta ahora líder autonómico, Luis Alegre, uno de los hombres de más confianza del secretario general estatal.
Madrid es, meses después, la plaza en la que más ha quedado en evidencia la disputa por la hegemonía de Podemos entre los llamados pablistas –afines a Iglesias– y los errejonistas –cercanos al número dos del partido, Íñigo Errejón–. El pasado 7 de septiembre fueron las representantes de este último sector Rita Maestre y Tania Sánchez las que iniciaban una nueva batalla por el control del Consejo Ciudadano de la comunidad madrileña, para cuya elección la formación celebrará unas primarias entre el 5 y el 9 de noviembre. Iglesias no tardaba en reaccionar y, apenas 24 horas después, el senador Ramón Espinar anunciaba también su intención de concurrir a ese proceso pero por el bando oficialista.
El núcleo duro en torno al secretario general lo conforman entre otros el ya mencionado secretario de Participación y líder madrileño, Luis Alegre, el responsable de relaciones entre la sociedad civil y movimientos sociales, Rafa Mayoral y la jefa de Gabinete del propio Iglesias, Irene Montero. Entre los más destacados errejonistas están, en cambio, Sergio Pascual, que protagonizó otro episodio de enfrentamiento cuando fue cesado en marzo por Iglesias de manera fulminante y sorprendente de la Secretaría General; la máxima dirigente de Podemos en Euskadi, Nagua Alba; el responsable de Documentación, Argumentación y Discurso del partido, Jorge Moruno; la secretaria de Acción Institucional, Auxiliadora Honorato, además de las ya mencionadas Maestre y Sánchez. Al sustituto de Pascual como número tres, el también líder de Podemos en Aragón, Pablo Echenique, se le consideraba crítico con Iglesias, si bien ha habido un acercamiento entre ambos tras su nombramiento. Y la secretaria de Análisis Político y Social, Carolina Bescansa, ha ejercido de puente entre los dos frentes en más de una ocasión.
¿Qué diferencia a ambos bandos? Principalmente cuestiones ideológicas y organizativas. Los errejonistas son más moderados, aplauden la idea inicial de Podemos de desmarcarse de la dicotomía de izquierda y derecha y respaldan un mayor acercamiento y la firma de acuerdos con otros partidos como el PSOE. Los oficialistas han girado más a la izquierda y reivindican una voz propia y más radical que la de los socialistas, sobre todo después de las primeras elecciones generales a las que concurrieron, en diciembre de 2015.
Existe una tercera familia que resultó crucial en el nacimiento de Podemos. La de los provenientes de Izquierda Anticapitalista, formación de corte trotskista surgida en 2008 bajo el impulso de miembros de Espacio Alternativo, una escisión de Izquierda Unida. Los principales exponentes de esta corriente interna de la formación morada son la secretaria general de Andalucía, Teresa Rodríguez, que no quiere saber nada del PSOE, y el eurodiputado Miguel Urbán. También la concejala de Ahora Madrid en el Ayuntamiento de la capital, Rommy Arce. Son quienes defienden los postulados más izquierdistas y los que, por ello, se están situando últimamente más cerca de Pablo Iglesias que de Íñigo Errejón. No obstante, también han planteado una candidatura alternativa al Consejo Ciudadano de Madrid, uniendo en sus filas a otros sectores críticos e independientes. El hoy secretario de Organización, Pablo Echenique, contó con el respaldo de este grupo cuando se enfrentó a Iglesias en noviembre de 2014 presentando una candidatura alternativa al Consejo Ciudadano. Él, que militó en Ciudadanos hace tan sólo tres años, llegó a encabezar el sector crítico de la formación morada, si bien ahora se le considera cercano al secretario general.
La implantación nacional se produjo hace apenas un año, pero ya se han percibido las primeras fricciones, dejando de manifiesto la existencia de distintos grupos dentro del partido. La principal tuvo que ver con la postura defendida por el equipo de Albert Rivera respecto a la investidura de Rajoy tras el 26J. Ciudadanos había asegurado a lo largo de toda la campaña que jamás respaldaría al presidente en funciones ni por activa ni por pasiva. Pero, según informó El País a los pocos días de que se celebraran las elecciones, un sector del partido encabezado por el abogado Javier Nart ya apostaba por dejar gobernar al líder del PP. Ese deseo se manifestó mucho antes de que la dirección oficializara su cambio de opinión y pasara del ‘no’ a la abstención y posteriormente al ‘sí’ a Rajoy que finalmente se produjo en la sesión de investidura del día 2 de septiembre.
También el grupo de intelectuales que firmó el manifiesto fundacional del partido en 2005, ahora sin participación orgánica, respaldó un artículo de otro de los fundadores, Francesc de Carreras, publicado por el diario de Prisa a las pocas horas de los comicios. El texto rechazaba el veto de los de Rivera a Rajoy. En este grupo estaban Albert Boadella, Félix de Azúa, Arcadi Espada, Teresa Giménez Barbat o Félix Ovejero.
Otro colectivo importante es el de los candidatos y dirigentes que llegaron a la formación naranja tras su paso por UPyD. Los nombres más conocidos son los del diputado y actor Toni Cantó; el de quien fuera candidato del partido magenta por Asturias, hoy miembro de la Mesa del Congreso por Ciudadanos, José Ignacio Prendes; o el del exeurodiputado de la formación que dirigió Rosa Díez y hoy parlamentario por el partido naranja Fernando Maura. La de los procedentes de este partido supone una parte importante del conjunto de la militancia, ya que se calcula que cerca de 1.500 afiliados de UPyD pasaron a serlo de Ciudadanos sólo en 2015. De hecho, en plena campaña de las elecciones vascas y gallegas en las que el partido no obtuvo representación, dos de los fundadores del partido magenta, el exeurodiputado Francisco Sosa Wagner y el filósofo Fernando Savater, mostraron públicamente su apoyo a Ciudadanos.
La batalla interna más sonada se dio en Galicia en julio. Entonces, 30 militantes se dieron de baja del partido después de que la dirección impusiera al cabeza de lista de Ciudadanos por la provincia de A Coruña para las elecciones del 26 de junio, José Canedo –otro exmiembro de UPyD–, en sustitución del que había sido elegido en primarias para los comicios del 20 de diciembre, Antonio Rodríguez, que había resultado elegido diputado en esos primeros comicios. La salida de esa treintena de afiliados dio pie al surgimiento de un nuevo partido en la región llamado Centrum. Aunque no tan graves, Ciudadanos ha vivido crisis similares en Alicante, Murcia o Castellón.